lunes, 25 de mayo de 2020

Tiempo para valorar lo que nos hace felices




Santiago Martínez
Psicólogo del Teléfono de la Esperanza


Es muy propio de nuestra época esperar que todo marche bien. Y cuando las cosas no salen como nosotros queremos, solemos quejarnos o lamentarnos; pero no aprendemos de lo que la vida nos está queriendo decir y muchas veces echamos a la culpa a los demás lo que generalmente no sirve para nada.
Siempre digo a las personas que atiendo: “escucha a tu cuerpo”. Lo que pasa es que la mayoría de las personas, debido a la prisa, no están acostumbradas a hacerlo.  Mi madre nos decía: “la vida es la mejor escuela. Tenéis que aprender de ella; si no lo hacéis, cometeréis siempre los mismos errores”.
Generalmente no sabemos aprender de las oportunidades que la misma nos ofrece. La vida está llena de oportunidades que muchas veces dejamos pasar, pues no tenemos el tiempo suficiente para pararnos a reflexionar qué nos está diciendo el cuerpo. Cierto que algunas lecciones son duras. Y lo que hacemos la mayoría de las veces es criticar. Ante la situación que estamos viviendo, ¿qué podemos hacer? ¿escuchar a nuestro cuerpo?
Y para mí, la respuesta es muy sencilla. Tan sencilla que parece de perogrullo: aprende de las oportunidades que la vida nos ofrece, incluso en los momentos difíciles
En los momentos difíciles solemos encontramos inquietos, alarmados, preocupados. Esta situación puede llegar a paralizarnos. Tenemos que aceptar que hasta que la situación vuelve a la normalidad, debemos de ser fieles a nuestro espíritu y ser portadores de esperanza; pero para conseguir esto, tenemos que empezar por uno. No se puede dar lo que no se tiene. Tengo que amar la vida, aunque a veces no sea fácil. Y en esos días, en los que parece que la empatía y simpatía me han abandonado, agradezco que haya personas que me amen, que me traten con amabilidad, dulzura, cariño. Me da fuerza para seguir amando. Y es que amor llama al amor. El amor alimenta al amor.
Yo he aprendido que vivir, es, sobre todo, amar. Y también se puede amar en los momentos difíciles
Y es que sentirse amado es estupendo:  arropa y calienta; pero amar es también, elevarse con el viento, iluminarse con el sol por dentro. Y, además, amar es dar. Alguien que lo sabía bien ya lo dijo: Hay más felicidad en dar que en recibir.
Amar es celebrar la vida. Celebrar la Vida es un acto que procede exactamente de lo más profundo del corazón. Es darse cuenta de que no estoy solo.
Celebrar la vida es levantar copas de esperanza, de gratitud, de exaltación a todo lo creado y por ende al Creador de todas las cosas.  Cuando Celebro, hago una fiesta en mi ser interior. Celebrar la Vida es conjugar el verbo pensando siempre en un nosotros. Somos seres sociales y lo peor que nos puede pasar es que nos sintamos solos.
Y todo esto depende en gran parte de mis pensamientos y de mi actitud ante la vida; ya que yo soy el único capaz de controlarlo.
Muchas veces nos hemos dicho: “no tengo tiempo”. Pero desde hace muchos días, lo que te sobra es  tiempo que te puede servir para hacer un alto en el camino y reflexionar si hay alguna cosa que te hubiera gustado cambiar. Es un tiempo muy importante para  valorar lo que de verdad nos está haciendo feliz. Un buen camino es diferenciar lo principal de lo secundario; de poner al día los “te quiero”, los “te necesito”, los “me haces bien”, los “perdóname”, los “te amo” ... es tiempo de formar puentes en nuestros corazones hasta el del otro, tiempo de tirar los lastres, tiempo de dejar cosas que parecen importantes pero que solo son urgentes, de darle prioridad a lo prioritario, y esto, siempre tiene que ver con el sentimiento, con el corazón y no con el deber.
La frase de Teresa de Calcuta en estos momentos nos puede ayudar a pensar:

La vida es belleza, admírala
La vida es un sueño, hazlo realidad
La vida es un reto, afróntala.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es preciosa, cuídala.
La vida es amor, gózala.
La vida es un misterio, devélalo.
La vida es un combate, acéptalo.
La vida es una tragedia, domínala.
La vida es una aventura, afróntala.
La vida es felicidad, merécela.


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