Santiago Martínez
Psicólogo del Teléfono de la Esperanza
Es muy propio de nuestra época esperar que
todo marche bien. Y cuando las cosas no salen como nosotros queremos, solemos quejarnos
o lamentarnos; pero no aprendemos de lo que la vida nos está queriendo decir y
muchas veces echamos a la culpa a los demás lo que generalmente no sirve para nada.
Siempre digo a las personas que atiendo: “escucha a tu cuerpo”. Lo que pasa es que
la mayoría de las personas, debido a la prisa, no están acostumbradas a hacerlo. Mi madre nos decía: “la vida es la mejor
escuela. Tenéis que aprender de ella; si no lo hacéis, cometeréis siempre los
mismos errores”.
Generalmente
no sabemos aprender de las oportunidades que la misma nos ofrece. La vida está
llena de oportunidades que muchas veces dejamos pasar, pues no tenemos el
tiempo suficiente para pararnos a reflexionar qué nos está diciendo el cuerpo.
Cierto que algunas lecciones son duras. Y lo que hacemos la mayoría de las
veces es criticar. Ante la situación que estamos viviendo, ¿qué podemos hacer? ¿escuchar
a nuestro cuerpo?
Y para mí, la respuesta es muy sencilla. Tan
sencilla que parece de perogrullo: aprende de las oportunidades que la vida nos
ofrece, incluso en los momentos difíciles
En los momentos difíciles solemos encontramos
inquietos, alarmados, preocupados. Esta situación puede llegar a paralizarnos.
Tenemos que aceptar que hasta que la situación vuelve a la normalidad, debemos
de ser fieles a nuestro espíritu y ser portadores de esperanza; pero para conseguir
esto, tenemos que empezar por uno. No se puede dar lo que no se tiene. Tengo
que amar la vida, aunque a veces no sea fácil. Y en esos días, en los que
parece que la empatía y simpatía me han abandonado, agradezco que haya personas
que me amen, que me traten con amabilidad, dulzura, cariño. Me da fuerza para
seguir amando. Y es que amor llama al amor. El amor alimenta al amor.
Yo he aprendido que vivir, es, sobre todo, amar.
Y también se puede amar en los momentos difíciles
Y es que sentirse amado es estupendo: arropa y calienta; pero amar es también,
elevarse con el viento, iluminarse con el sol por dentro. Y, además, amar es
dar. Alguien que lo sabía bien ya lo dijo: Hay más felicidad en dar que en
recibir.
Amar es celebrar la vida. Celebrar la Vida es
un acto que procede exactamente de lo más profundo del corazón. Es darse cuenta
de que no estoy solo.
Celebrar la vida es levantar copas de esperanza,
de gratitud, de exaltación a todo lo creado y por ende al Creador de todas las
cosas. Cuando Celebro, hago una fiesta
en mi ser interior. Celebrar la Vida es conjugar el verbo pensando siempre en
un nosotros. Somos seres sociales y lo peor que nos puede pasar es que nos
sintamos solos.
Y todo esto depende en gran parte de mis
pensamientos y de mi actitud ante la vida; ya que yo soy el único capaz de controlarlo.
Muchas veces nos hemos dicho: “no tengo
tiempo”. Pero desde hace muchos días, lo que te sobra es tiempo que te puede servir para hacer un alto
en el camino y reflexionar si hay alguna cosa que te hubiera gustado cambiar.
Es un tiempo muy importante para valorar
lo que de verdad nos está haciendo feliz. Un buen camino es diferenciar lo
principal de lo secundario; de poner al día los “te quiero”, los “te necesito”,
los “me haces bien”, los “perdóname”, los “te amo” ... es tiempo de formar
puentes en nuestros corazones hasta el del otro, tiempo de tirar los lastres,
tiempo de dejar cosas que parecen importantes pero que solo son urgentes, de
darle prioridad a lo prioritario, y esto, siempre tiene que ver con el
sentimiento, con el corazón y no con el deber.
La frase de Teresa de Calcuta en estos
momentos nos puede ayudar a pensar:
La vida es belleza, admírala
La vida es un sueño, hazlo realidad
La vida es un reto, afróntala.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es preciosa, cuídala.
La vida es amor, gózala.
La vida es un misterio, devélalo.
La vida es un combate, acéptalo.
La vida es una tragedia, domínala.
La vida es una aventura, afróntala.
La vida es felicidad, merécela.
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