miércoles, 13 de mayo de 2020

Mi tío Pepe, el COVID 19 y la familia del Teléfono de la Esperanza





Francisco García López
Orientador en el Teléfono de la Esperanza


Hoy quiero escribir sobre algo doloroso, un duelo. Algo teórico, algo que se ve en la formación que recibimos los Orientadores del Teléfono de la Esperanza y que estoy viviendo ahora en primera persona.
A finales del mes de marzo falleció a la edad de 80 años mi tío Pepe por esta enfermedad que ha cambiado nuestras vidas, el COVID 19. Un hombre bueno donde los haya, un segundo padre para mí. Recuerdo, recién llegado de Valencia que me preguntó si iba a ir todos los días a almorzar con él y con su esposa al bar Mayjo en calle Sevilla. Y así lo hice todos los días menos los domingos durante casi cinco años. Cinco años en los que pude disfrutar de su bonhomía.
Dicen que casi todos los muertos son buenos pero él lo era de verdad. Cariñoso, sensato, buen esposo, buen tío, buen abuelo, un trabajador ejemplar y con un humor descacharrante. Un auténtico maestro de vida.
Y no pude despedirme de él como hubiera querido.  En cinco días se fue y no hubo ni velatorio, ni abrazos ni lágrimas compartidas. Sólo lágrimas en mi casa en soledad. Aunque sé que él, si quiere que nos acordemos de él es con alegría, con esa felicidad tan contagiosa que exhalaba.
Y ahí viene la paradoja, el ayudador ayudado, el orientador del Teléfono de la Esperanza que  pasa a ser la persona que recibe el apoyo de sus compañeros de la organización. Eso no es algo abstracto sino que se concretó en los mensajes del Whatsapp,  y en las llamadas repetidas de Juan (el presidente), Reme (una psicóloga), José Antonio (un coordinador).  En los quince años que llevo perteneciendo a esta ONG siempre he oído hablar de la gran familia que componen sus miembros y es realmente así. Me he sentido muy reconfortado por mis compañeros de ONG y os estoy enormemente agradecido.
Y la otra paradoja es la de la vida que sigue sin freno. La vida que me da la oportunidad de - con mi voluntariado como orientador en el Teléfono de la Esperanza - de seguir rindiendo un homenaje a mi tío, a mis padres, al resto de mi familia y a las personas que confían en mí.
Ya ha pasado más de un mes desde su fallecimiento y he atendido llamadas relacionadas con el COVID 19 y, modestamente, creo que lo he hecho bien. En las próximas semanas tengo turnos y me sigo formando para atender a personas cuya problemática tiene que ver directamente con esta enfermedad y para atender a otras cuya patología de base se ha agravado.
 Decía Borges en el Epílogo a sus Obras Completas en colaboración lo siguiente: “Somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros.” Y yo, humildemente, soy un poco mi tío Pepe (esa persona tan buena) mientras ayudo a otras personas.
Gracias al Teléfono de la Esperanza por permitirme ser un miembro del equipo y gracias también a toda la familia del Teléfono de la Esperanza de Málaga por haberme ayudado cuando lo necesitaba.


2 comentarios:

Pilar dijo...

Qué palabras más bonitas le has dedicado a tu tío Pepe, sin duda, el Teléfono de la Esperanza y tus compañeros, te han ayudado y a la vez, tú ayudarás a quién lo necesite, sigue así....ya sabes...aquí estamos....

Unknown dijo...

Muchas gracias. Así es. Es una cadena. A veces ayudamos y otras nos ayudan. Doy muchas gracias por pertenecer a la familia del Teléfono de la Esperanza.Um abrazo