¿Cuántas veces hemos dicho u oído, “estoy
estresado” “estoy ansioso”?¿Es lo mismo? ¿Puede ser beneficioso el estrés?
¿Hay una ansiedad positiva, activadora? ¿Qué puedo hacer para manejar mi
ansiedad?
Intentaremos responder
en lo posible, en este breve artículo a estas preguntas. Primero vamos a
aclarar algunos términos:
La palabra estrés se utiliza para describir la
sobrecarga que la vida va poniendo sobre nuestros hombros y depende tanto de la intensidad de la presión emocional, como de la capacidad de hacerle frente. Esto último es muy
importante, porque nuestra capacidad de respuesta va a bloquearse cuando
estimamos que nuestros recursos son insuficientes y nos vemos superados por la
situación.
El estrés es positivo,
cuando somos capaces de poner nuestros recursos al servicio de la solución de
un problema y lo conseguimos. Si por el contrario el problema no se resuelve
pese a nuestros esfuerzos, se genera una sensación de incapacidad y de verse
rebasado por los acontecimientos. Es el germen del estrés negativo que nos
perjudica.
¿Qué situaciones pueden
causar estrés negativo? Pues aquellas que son nuevas e imprevisibles sobre las
que tenemos la percepción de no poder controlar o sobrellevar como:
- Los cambios: una mudanza, el nacimiento de
un hijo, cambio de trabajo...
- Las interrupciones: la jubilación, ruptura o
pérdida de relaciones...
- Los conflictos: ruina, paro, acoso laboral...
- La indefensión: enfermedad irreversible,
catástrofes naturales, guerras...
El estrés produce una serie de cambios biológicos en nuestro organismo, que se
conocen como síndrome general
de adaptación. Tiene tres
fases: alarma, al principio, en la que va
subiendo la activación fisiológica, resistencia,
se alcanza un máximo útil para afrontar la situación pero que no debe
prolongarse en el tiempo, de lo contrario se llega al agotamiento con el que se desmorona la
resistencia de la persona y puede sucumbir a la enfermedad.
El estrés puede ser el
causante de la ansiedad, no al revés.
La ansiedad es una reacción escasamente
controlable por parte del individuo. Es una reacción positiva y natural
que el organismo pone en funcionamiento para defenderse ante una amenaza o ante una situación difícil,
estresante. En este caso, sirve para activar la atención, mejorar la
concentración y nos lleva a superar las situaciones comprometidas con nuestros
recursos personales.
Ahora bien, en ocasiones
desarrollamos una ansiedad desproporcionada e irreal en la que la respuesta es
mucho más intensa y continuada de lo que la situación requiere. Se convierte en
negativa y contraproducente inhibiendo nuestras capacidades y el rendimiento.
Estas son algunas
situaciones vitales que actúan como potencial amenaza y por tanto, generadoras
de ansiedad:
- Aquellas en que se evalúa a la persona: un examen, una entrevista de
trabajo ...
- Cuando hay una amenaza personal: presentar una reclamación cara a
cara, hablar en público, acudir a una cita con desconocidos...
- Hay estímulos que son fóbicos para algunas personas: agujas, reptiles, ascensores...
- En ocasiones, situaciones de la vida
cotidiana: el trabajo,
las responsabilidades, el estudio, las prisas... Se hablaría en este caso,
de rasgo de personalidad.
Pilar Varela, en su libro 'Ansiosa-mente. Claves para reconocer y desafiar la ansiedad', proporciona las siguientes
para afrontar la ansiedad:
1. Interpretar adecuadamente las
situaciones. Como en ningún momento dejamos de hablar con nosotros mismos,
ante cualquier acontecimiento, las ideas que manejamos nos provocan
sentimientos. Las personas ansiosas mantienen con frecuencia monólogos
característicos que tienen como base la preocupación,
la autocrítica, el victimismo y el perfeccionismo.
Todos ellos distorsionan la realidad y la hacen más amenazante de lo que en
realidad es.
2. Desterrar los pensamientos ilógicos que tienen como denominador común la
exageración, el pesimismo y la falta de flexibilidad.
3. Descubrir y expresar los
sentimientos, dando prioridad a las emociones positivas como la gratitud,
la alegría o la esperanza, frente a las negativas como el miedo, la ira o la
tristeza. Dar cauce adecuado a las emociones negativas es muy necesario para no
acumular el malestar dentro de nosotros.
4. Saber ser asertivo, diciendo
NO, cuando sea necesario
decirlo. Al fin y al cabo, no podemos agradar a todos ni a cualquier precio. No
conviene anteponer los intereses de los demás a los propios, mostrándonos
siempre sumisos, para que nos acepten.
5. Aprender a ser sosegado. Es de
mucha utilidad aprender algún método de relajación y practicarlo diariamente.
Puede servir igualmente el yoga, meditación o el tai - chi.
6. Cuidar la alimentación. Hay que atender a lo que se come y a
cómo se come, empleando el tiempo que tan importante función requiere. Comer
debe ser una actividad relajada y relajante. Sabemos que ciertas sustancias
elevan la ansiedad de las personas y hay que evitarlas en lo posible: cafeína,
nicotina, exceso de sal, estimulantes, como anfetaminas o cocaína.
7. Ser cauteloso con los medicamentos.
Los fármacos pueden reducir de forma efectiva los síntomas de la ansiedad, pero
potencian su acción, los tratamientos psicoterapéuticos. Los tratamientos con
ansiolíticos no deben suprimirse de forma repentina, siempre consultando al
médico que los prescribió y nunca automedicándose.