Francisco
Carrasco
Colaborador
del Teléfono de la Esperanza
Voy a relatar mi experiencia
en estos días de confinamiento. En primer lugar debo indicar mi situación
personal, ya que condiciona la manera de afrontar el encierro que estamos
realizando. Soy viudo, vivo en un piso relativamente grande en una urbanización
de una zona residencial de Málaga. Ya hace varios años que cumplí los 70 y
debido a mi alta tensión arterial se me considera persona de riesgo. Tengo tres
hijos casados y seis nietos. La mayor de mis hijos vive en Brasil mientras que
los otros dos están más cerca, en Torremolinos y Rincón de la Victoria, aquí en
Málaga. Desde hace nueve años convivo felizmente con mi pareja Carmen.
Durante un largo periodo del
confinamiento he estado sólo, encerrado en mi piso, con diferentes estados de
ánimo, pero en general contento de no contagiarme del virus que nos amenaza.
Los primeros días o incluso semanas sentía mucho miedo, debido a las
aterradoras cifras que se barajaban en relación al colapso de los hospitales y
al dramático número de fallecimientos. Tanto es así que no me atrevía a
atravesar la calle para ir a la farmacia, ni salir para ir al supermercado. En
las siguientes semanas ha ido disminuyendo el miedo al contagio, aunque no ha
desaparecido, lo que me ha permitido hacer esporádicas salidas en coche al
supermercado y recientemente salir a caminar a las horas permitidas.
Intento llevar una vida
relativamente metódica, de tal manera que estoy ocupado la mayor parte del día
repitiendo diariamente la misma rutina. Así procuro levantarme relativamente
temprano de 8,30 a 9 horas, dando gracias a Dios de permitirme continuar
viviendo (he de reconocer que algunos días se me olvidó esta plegaria). Por las
mañanas lo primero que hago llamar a Carmen y tachar del almanaque el día
anterior ¡ya nos queda un día menos para acabar!. Leo el correo electrónico y
los periódicos ‘Sur’ y ‘El Mundo’, las primeras noticas que repaso es la
situación de la epidemia en Málaga y en España.
A la largo de la mañana las
principales actividades que realizo son la limpieza doméstica, andar y trabajar
en el ordenador. La primera de ellas es la que menos me gusta; la segunda es
una necesidad recomendada por los médicos para perder peso, al principio seguía
una ruta en mi piso por pasillo, salón y dormitorio amenizado por una emisora
de radio y ahora salgo a caminar por la calle. En el ordenador he tenido tiempo
de hacer tareas que antes no realizaba frecuentemente, revisar las cuentas
bancarias, clasificar montones de fotos (tarea que aún no he finalizado),
preparar los papeles para la declaración de la renta ….
Casi nunca antes me había hecho
la comida y en estos días he aprendido a valerme solo, así que me preparo la
comida, casi siempre con ensaladas, vegetales, legumbres…también estoy
aprendiendo a hacer algunos platos y me manejo bastante bien, aunque me
fastidia bastante la tarea de limpiar la cocina. ¡Ahora valoro mucho más la
labor de las amas de casa!.
Por la tarde, después de una
ligera siesta, viene un pequeño ritual que consiste en prepararme un café
descafeinado, un whisky o un ron con cola, (sólo una de las tres bebidas),
salir a la terraza del piso y fumarme un cigarro (aunque últimamente me fumo
dos, debido a que se consumen muy rápidamente). Después llamo por teléfono a Carmen
y a algunos amigos. Paso el resto de la tarde con un libro, viendo algún
programa de televisión (me distrae ver los jaleos que forman en Telecinco),
algunos días me llaman mis hijos y veo a mis nietos por WhatsApp. Por la noche veo
el telediario y termino el día viendo la tele o leyendo.
Como he indicado estoy
pasando relativamente bien el confinamiento, principalmente en base a nueve
pilares diferentes: actividad continua, Carmen, mis hijos y nietos, las tardes
en la terraza, el móvil, mis amigos, internet, la televisión y la lectura.
La actividad continua es
fundamental para estar ocupado todo el día y mantener un buen estado de ánimo.
Con Carmen mantengo una estrecha relación en la distancia que me ayuda a
esperar que vendrán tiempos mejores en los que podremos disfrutar de nuevo de
la vida juntos. Mis hijos y nietos se preocupan de mi salud y bienestar.
Mis tardes en la terraza son
uno de los mejores momentos del día, puedo observar diferentes pájaros
(palomas, gaviotas, tórtolas, cotorras …). He visto crecer día a día las hojas
de un nogal que cuando empezó el confinamiento solo tenía ramas secas y ahora está
exuberante de hojas verdes. Tengo amplias vistas de espacios libres de
edificios con vegetación muy verde y puedo ver un poquito de mar a lo lejos. Por
las noches se escucha el silencio.
El móvil, con el WhatsApp, me
permite seguir conectado con mis relaciones personales. Los amigos son de gran
ayuda en estas ocasiones. Internet me permite tener la conexión con el mundo
exterior y la televisión me entretiene en numerosos momentos y me permite
volver a ver partidos de futbol históricos que amenizan mis veladas solitarias.
La lectura es muy gratificante para mí pues me permite evadirme de la triste
realidad que nos rodea
Nunca había pasado
anteriormente tanto tiempo solo y el confinamiento ha sido positivo pues me ha
permitido reencontrarme conmigo mismo, valorar adecuadamente a las personas que
me rodean y encontrar un sentimiento que me faltaba. Así que termino con una
frase del libro que estoy leyendo ahora que fue finalista del premio Planeta de
2019 “Ese es el sentimiento que necesito
de ahora en adelante: la alegría”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario