Iniciativa #sonrisavirus de Payasos Sin Fronteras / PSF |
Beatriz Martínez
Orientadora en el Teléfono de la Esperanza
Nos ha sorprendido una pandemia mundial, nunca antes vivida. Con ella llegaron emociones desconocidas, situaciones complicadas, malas noticias. Llegó el COVID 19 y llegó para quedarse.
Nos llegó el confinamiento interior y muchos perdimos la sonrisa.
La perdimos por el miedo, por la preocupación, por la misma enfermedad y sus consecuencias. Después, si alguna quedaba tuvimos que taparla y así andamos…extrañando sonrisas.
Parece que este maldito virus nos ha restringido el poder de la sonrisa y por si fuera poco nos obliga a taparla, en aras de un bonito gesto solidario de protegernos y proteger.
¡Cuántas sonrisas nos vamos a perder, cuántas vamos a dejar de ofrecer!
Pero no nos rindamos. Siempre hay esperanza. Cuando lo hemos dado todo por perdido, cuando nos hundimos, nos desesperamos, cuando nos inunda la pena, la tristeza, el dolor, la preocupación; llega alguien y nos regala una sonrisa, o nos la arranca. Y es entonces cuando sentimos que nos salvan la vida.
La sonrisa alivia tensiones, libera y se contagia. Sí, se contagia también. Con ella hablamos a los demás, les invitamos a entrar en nosotros y nos abrimos paso para entrar en ellos. Con la sonrisa decimos muchas cosas, pero también las escuchamos.
Existen muchos tipos de sonrisa que curiosamente han sido objeto de estudios. Me ha llamado la atención una, la sonrisa de Duchenne, descrita a mediados del siglo XIX por un médico neurólogo del que lleva su nombre.
“Se considera la sonrisa más genuina y espontánea, involucra la contracción de los músculos cigomático mayor y menor cerca de la boca, los cuales elevan la comisura de los labios y el músculo orbicular cerca de los ojos, cuya contracción eleva las mejillas y produce arrugas alrededor de los ojos”. (1)
Se trata de una sonrisa sincera, de verdad, fruto de una emoción auténtica, una sonrisa que nace del interior y que no sólo involucra a los músculos de la boca o los labios, sino que involucra también a los músculos que rodean a los ojos. Es esa sonrisa que seríamos capaz de detectar y sentir, aun a pesar de la mascarilla.
Por eso, en la medida de lo posible sonriamos y no dejemos de buscarla dibujada más allá de los labios que no vemos. Vamos a buscarla en los ojos y leamos allí las emociones que transmite.
Pero afortunadamente hay más. Siempre hay esperanza. La voz también sonríe. La sonrisa también se escucha.
La sonrisa se percibe instantáneamente a través del teléfono. El orientador del Teléfono de la Esperanza que sonríe suena dispuesto, proactivo, agradable, acogedor, cálido. El interlocutor (nuestro llamante) interpreta la sonrisa y la acoge y es cuando, además de que él se siente acogido, nosotros notamos que la llamada fluye para ambos.
Son estrategias ligadas al mundo del telemarketing y muy estudiadas en el campo de la acción empresarial, cuánto más útiles resultaría llevarlas a nuestro día a día, donde hablamos de sentimientos, de emociones; cuánto más si llamante y orientador comparten entregados, en alma y corazón.
En plena pandemia no dejemos de sonreír. Y no olvidemos que la sonrisa se ve, se oye, se percibe, se siente…
(1) Duchenne Guillaume. (1990) “The Mechanism of Human Facial Expression” New York: Cambridge University Press (Reedición del trabajo original en francés del año 1862)
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