José Portillo
Orientador del Teléfono de la Esperanza
La comunicación que mantenemos con nuestros familiares, amigos y otras personas de nuestro entorno es efectiva cuando podemos expresarnos libremente, sin miedo a que el hecho de decir aquello en lo que no estamos de acuerdo no suponga ser incomprendidos e incluso marginados.
No hemos sido educados para amarnos, sino para que los demás nos amen. Esta es la razón por la que mucha gente se siente incapaz de expresar sus deseos, necesidades y sentimientos, ya que ha sido educada para agradar a los demás, aunque ello la perjudique. En este sentido, si pensamos que la educación que hemos recibido nos hace engañar a los demás por miedo a ser rechazados, comprobamos que se nos ha enseñado a no ser sinceros.
En el terreno de la comunicación, se nos han inculcado fórmulas demostrativas de que somos conscientes de que quienes ostentan el poder deben ser respetados y obedecidos. Un ejemplo de ello es el hecho de pedir favores, ya que quienes los conceden están en una posición superior a quienes los piden.
Lo que no se nos ha enseñado es a expresar nuestros deseos, necesidades y sentimientos. Si no sabemos lo que sucede en nuestro interior porque nos hemos bloqueado para evitar sufrir al no experimentar las emociones que consideramos negativas, podemos optar por afrontar el sufrimiento de pensar que nadie nos va a comprender si le describimos nuestra realidad mental, o por ser agresivos con los demás, al dar por supuesto que nuestros deseos jamás serán comprendidos, nuestras necesidades jamás serán satisfechas, y nuestros sentimientos nunca serán comprendidos. En esta situación, nos agredimos interiormente consumiendo grandes cantidades de azúcar, alcohol y otros productos que perjudican nuestra salud a largo plazo, y podemos agredir a los demás, al hacerlos responsables de nuestros conflictos.
Culpar a los demás
Sabemos con respecto a los demás lo que no nos gusta que piensen, digan y hagan, pero, al bloquearnos emocionalmente, no sabemos lo que sucede en nuestra mente. Esta es la razón por la que hemos aprendido a cargar a los demás con responsabilidades nuestras, y a culparlos de lo que sucede en nuestra mente. Inés soporta estoicamente los golpes que recibe de su marido pensando que el maltrato de que es víctima es ocasional. Dice que cuando su marido no la golpea es muy bueno y dulce tanto con ella como con su hija, y le cuesta reconocer que, cuanto más pasa el tiempo, es golpeada con mayor frecuencia por su cónyuge. Inés piensa que si su marido cambiara los dos serían muy felices. Inés ha depositado en su marido la responsabilidad de hacerla feliz, y él le ha dicho que, para que su relación sea estable, tiene que hacer todo cuanto le pida rápidamente y sin protestar. Inés es la única responsable de su felicidad, y el sufrimiento que arrastra no se lo causa su marido, sino el hecho de no hacer nada para superar una situación que algún día tendrá que resolver, cuando los golpes que reciba sean superiores a su rechazo patológico de la soledad, y, consecuentemente, al hecho de enfrentar el miedo a criar a su hija y a superarse a sí misma, sin el apoyo de su pareja.
Para que nuestras relaciones se caractericen por la calidad y la calidez, necesitamos expresarles a los demás nuestros deseos, necesidades y sentimientos, y no culparlos por lo que nos sucede ni por lo que sentimos. Es por eso que necesitamos hablar en primera persona, siguiendo los siguientes ejemplos. En lugar de decir: "No me escuchas", podemos decir: "Me gustaría que me dediques unos minutos". En lugar de decir: "Pasas mucho tiempo viendo la tv. E ignorándome", podemos decir: "Para mí sería una gran satisfacción compartir actividades contigo". Al no responsabilizar a los demás de lo que nos sucede ni de lo que sentimos, aumentarán nuestras probabilidades de tener más relaciones de calidad y con calidez.
Para que nuestras relaciones se caractericen por la calidad y la calidez, necesitamos expresarles a los demás nuestros deseos, necesidades y sentimientos, y no culparlos por lo que nos sucede ni por lo que sentimos. Es por eso que necesitamos hablar en primera persona, siguiendo los siguientes ejemplos. En lugar de decir: "No me escuchas", podemos decir: "Me gustaría que me dediques unos minutos". En lugar de decir: "Pasas mucho tiempo viendo la tv. E ignorándome", podemos decir: "Para mí sería una gran satisfacción compartir actividades contigo". Al no responsabilizar a los demás de lo que nos sucede ni de lo que sentimos, aumentarán nuestras probabilidades de tener más relaciones de calidad y con calidez.
Olvidar lo nuestro para ayudar a los otros
A la hora de ayudar a los demás, son muchos los que confunden las necesidades de quienes ayudan con las suyas. A modo de ejemplo, es frecuente el hecho de que bastante gente solitaria se empeñe en ayudar a otros que se sienten solos, cosa que en bastantes casos es absurda, en el sentido de que, quienes no encuentran amigos con quienes relacionarse, no serán los mejores ayudantes para otros que necesitan relacionarse. Otro ejemplo clásico es el de quienes se han bloqueado emocionalmente para no expresar su tristeza, y se sienten desahogados cuando ayudan a desahogarse a quienes les cuentan vivencias difíciles muy parecidas a las que han tenido.
Para no confundir las necesidades de quienes ayudamos con las nuestras, necesitamos desconectar de nuestras vivencias antes de disponernos a ayudar a quienes nos necesiten.
Bastante gente se vuelca ayudando a los demás hasta llegar a posponer la satisfacción de sus deseos y necesidades. Hay quienes hacen esto por su baja autoestima y su deseo de sentirse queridos e importantes, y quienes lo hacen por causa de su narcisismo, que les lleva a hacer a los demás dependientes de sí mismos, para satisfacer su necesidad de ser necesitados, y para asegurarse de que jamás serán desamparados, por ser imprescindibles.
He aquí un ejemplo de lo que acabo de exponer. Se trata de un extracto de una entrevista que le hice a una señora cuyo marido había terminado su proceso de superación de la adicción a ciertas drogas. "No puedes imaginarte lo que he sufrido con mi marido. Mis amigas me decían que no permitiera nunca que lo viera ningún psicólogo, pero la tonta de yo le costeé varias sesiones de terapia, y, a pesar de lo que le he tenido que aguantar, ahora que está sano, me ha dejado y se acuesta con cualquier mujer que no sea yo, porque dice que quiere romper con el pasado". En este caso la entrevistada hubiera impedido el tratamiento psicológico de su pareja, si hubiera sabido que la iba a dejar después de desintoxicarse. Dar es tan importante como recibir. Dar es demostración de amor y generosidad, pero también puede ser manifestación de soberbia, cuando quienes dan se sienten superiores a quienes reciben. Hace años me dijo un taxista: "Yo le digo a mi mujer que comparta lo que quiera con sus familiares y amigos, pero que jamás le pida nada a nadie".
He aquí un ejemplo de lo que acabo de exponer. Se trata de un extracto de una entrevista que le hice a una señora cuyo marido había terminado su proceso de superación de la adicción a ciertas drogas. "No puedes imaginarte lo que he sufrido con mi marido. Mis amigas me decían que no permitiera nunca que lo viera ningún psicólogo, pero la tonta de yo le costeé varias sesiones de terapia, y, a pesar de lo que le he tenido que aguantar, ahora que está sano, me ha dejado y se acuesta con cualquier mujer que no sea yo, porque dice que quiere romper con el pasado". En este caso la entrevistada hubiera impedido el tratamiento psicológico de su pareja, si hubiera sabido que la iba a dejar después de desintoxicarse. Dar es tan importante como recibir. Dar es demostración de amor y generosidad, pero también puede ser manifestación de soberbia, cuando quienes dan se sienten superiores a quienes reciben. Hace años me dijo un taxista: "Yo le digo a mi mujer que comparta lo que quiera con sus familiares y amigos, pero que jamás le pida nada a nadie".
Foto: https://www.pinterest.es/pin/214343263494968387/ |
Recibir indica amor y humildad
Me gusta dar, pero, al recibir, tengo algo más valioso que los regalos que se me pueden hacer, pues se trata de gratitud y afecto.
Ayudar a los demás no consiste en convertirlos en una carga para nosotros, sino en creer en su potencial para superarse a sí mismos. Todos tenemos nuestro proceso de crecimiento personal y debemos disponer del tiempo que necesitemos para superarnos. Cuanto más le dice María a su hija Inés que se separe del hombre que la maltrata, ve con rabia e impotencia cómo su descendiente la ignora o le cambia de conversación. Cada cual necesita su tiempo para resolver sus problemas y satisfacer sus carencias. Cambiar no es fácil, pero muchos lo hemos hecho cuando la necesidad nos ha urgido a optar entre hundirnos en la miseria y superarnos a nosotros mismos. En este terreno, aunque hay actuaciones cruciales en muchos casos, interpretan un mal papel quienes se creen indispensables para que los demás se superen, y los presionan, para posteriormente echarles en cara que, si no fuera por ellos, aún seguirían enterrados en el pozo.
Si realmente nos caracterizamos porque amamos y respetamos a los demás, evitemos hacerlos dependientes de nosotros para inutilizarlos, para que así sepan que, si no fuera por nosotros, jamás podrían superarse.
Evitemos ayudar a los demás esperando que solventen nuestras carencias. Nadie nos va a leer el pensamiento. Lucía pasó más de veinte años llevando a sus amigos a sus casas en su coche cuando terminaba sus noches de fiesta con ellos, y, después de recuperarse de un grave accidente, se disgustó con ellos, porque, cuando salían juntos y era la hora de volver a su casa, tenía que regresar en taxi. Lucía quería que sus amigos le leyeran el pensamiento y adivinaran que no los llevó a su casa gratuitamente, pues lo hizo esperando que le devolvieran el favor apenas lo necesitara leyéndole el pensamiento, sin pedírselo. Cuando se lo pidió siguiendo mi orientación, se turnaron para llevarla a su casa cada cual una semana.
1 comentario:
Agradezco que compartas tu experiencia y pongas ejemplos de casos reales.
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