jueves, 1 de agosto de 2019

El arte de la escucha activa


Red de escucha
Foto: https://coraops.com


Antonio Morillas
Orientador del Teléfono de la Esperanza


Ring, ring… Suena el teléfono en la sala de orientación.

"Teléfono de la Esperanza, dígame ¿En qué puedo ayudarle?" contesta el orientador


Es un momento preñado de silencios. Abierto a múltiples posibilidades. Nunca se sabe. Al otro lado, puede responder una voz joven. O, quizás, sea alguien que encara en solitario su particular y postrero ajuste de cuentas con una dilatada vida. O, por qué no, ambas cosas a la vez: una persona joven que piensa seriamente en realizarlo, antes de que la propia existencia se lo demande. Pero, también, podría ser cualquier ser humano, sin distinción de edad, sexo, raza, creencia religiosa o ideario político, que simplemente siente ganas de hablar con otro ser humano. Un problema familiar, de pareja, de relaciones en el trabajo o con personas próximas. Los padres. Las madres. Los hijos…

Todo tipo de casos
Es tal la casuística que sería casi imposible clasificarla exhaustivamente. Tal la complejidad del ser humano y, por ende, de sus relaciones con los demás, que cualquier sorpresa es siempre posible en ese momento. Pero, ¿de verdad se puede atender a tanta diversidad de situaciones? ¿Cómo puede el orientador, sin saberlo de antemano, sin un segundo para reflexionar o consultar, improvisar su actitud ante la situación específica que se le presenta en ese momento preciso? La respuesta, común a estas dos preguntas, no puede ser otra que sabiendo escuchar. Manejando diestramente el “arte” de la escucha.

No es terapia
Lo primero que sabe un orientador es que no está allí para hacer terapia, aunque en ocasiones pueda ser sanador, parodiando a Jung, ese misterioso encuentro en que un alma humana acoge a otra alma humana, sin apenas tocarla. Simplemente, escuchándola. No oírla. Escucharla.
El orientador está presente. Aquí y ahora. Con todos sus sentidos y su atención contribuyendo a comprender lo que la persona, al otro lado del teléfono, le está queriendo transmitir. En ese instante, no existe nada más para él. Ni siquiera sus propios pensamientos, hayan sido invitados o no (intrusivos) a participar de ese momento. Si los hubiere, los deja pasar. No se enreda en ellos. No trata de dibujar un boceto anticipado acerca del sentimiento y/o la situación emocional del que llama. Como si ya se supiera, por intuición o anticipación, la historia completa de la persona. No hay juicio. Tampoco evaluación. Solo hay escucha… Siempre vuelve su atención hacia lo que le están comunicando. Observando detalles. Tonos de voz. Comentarios. Todo aquello que le permita captar información acerca de lo que realmente quiere transmitirle el llamante, cosa que no siempre coincide literalmente con lo que expresa verbalmente.
Es toda esta información, recogida de las palabras y actitudes del interlocutor, la que puede ayudar a que la escucha cumpla con su misión. No se puede olvidar que la mayor parte de la comunicación interpersonal pasa por la comunicación no verbal. Especialmente, lo relacionado con la mirada y los gestos del cuerpo. Evidentemente, eso no es posible captarlo cuando se trata de una llamada telefónica. Por tanto, la información acerca de la comunicación solo se puede descifrar mediante la plena atención a lo que cuenta, y como lo cuenta, el interlocutor.

Descubrir que siente el llamante
Sin embargo, la escucha no puede ser pasiva. No puede convertirse en un oír, sin más, lo que el otro me cuenta. Es, por el contrario, responsabilidad del que escucha descodificar toda la información que le llega a su oído, a través del auricular del teléfono. No hay más información que esa. Sesgada, probablemente, por la propia estructura psicológica del que emite el mensaje y la dificultad de transcribirlo al lenguaje oral. Si el orientador quiere interpretar correctamente las palabras y, también, los sentimientos que hay realmente detrás del que llama, debe escuchar activamente. Es decir, debe utilizar las destrezas aprendidas para indagar, con sumo cuidado y respeto, el auténtico significado de lo que el llamante quiere expresar y qué sentimientos hay detrás de la narración que hace del hecho que le preocupa.
En cualquier caso, si a solo esto se remitiera el orientador, obraría con destreza técnica, probablemente. Sin embargo, difícilmente podría llegar a penetrar en el mundo sentimental de la persona que quiere ser escuchada. Es en ese patio en el que la persona angustiada por su problema personal quiere, en el fondo, ser acogido y comprendido. Porque, sintiéndose comprendido en sus sentimientos, siendo abrazado en sus penas y alegrías, es como sacará energía para resistir hoy y esperanza para caminar mañana.

La compasión del orientador
Todo esto no es posible sin unas buenas dosis adicionales de empatía y de compasión, fruto ambas del entendimiento, profundamente enraizado en el orientador, de que al otro lado del teléfono hay otro ser humano, como él. Alguien único y tremendamente valioso. El orientador sabe bien que no le puede fallar. Que, cuando cuelgue el teléfono, esa persona debe irse con la sensación de haber sido comprendido. No puede volver a sentirse solo, incomprendido, en ese momento. Sin duda, es ésta la primera misión de un orientador. La terapia puede esperar…


El Teléfono de la Esperanza atiende a las personas que necesiten ayuda en cualquier punto de España, llamando al 717 003 717



No hay comentarios: