La buena noticia que seleccionamos esta semana navega sobre el barco de la organización Proactiva Open Arms en forma de vidas humanas. Nada menos que 123 personas, entre ellas varias mujeres con embarazos en su fase final y dos decenas de niños, fueron rescatados en el Mediterráneo la semana pasada. Posteriormente, se evacuó a dos embarazadas a hospitales. Todas ellas, en si mismas, son una buena noticia. Si no nos acostumbramos a las frías cifras, valoraremos que gracias a los voluntarios de la ONG, estas personas que huyeron de Libia han evitado engrosar la lista de muertos en nuestro Mare Nostrum. Solo en 2019, ya han perdido la vida tras naufragar 578 hombres, mujeres y niños. La ruta por mar más peligrosa del mundo para los inmigrantes a los que no se les ofrecen vías seguras, no está en un lejano país sin desarrollar. Está aquí mismo, en el Mediterráneo.
Por contra, la oscura sombra de está buena noticia, cargada de solidaridad, generosidad y compasión, la escenifican los líderes políticos de la Unión Europea. Algo tan sencillo como es rescatar a un grupo de personas en peligro en cumplimiento de los tratados y convenios de protección de los derechos humanos, la ley natural del mar o razones humanitarias, se ha alargado ya durante nueve días por razones puramente políticas de los diferentes actores en juego. Malta, Italia, España y la Comisión Europea -cuya presidenta anuncia un nuevo pacto sobre la llegada de inmigrantes en el mar, pero a partir de noviembre- esquivan soluciones reales e inmediatas para estas personas. Exponen su muestrario de argumentos de estrategia política de corto alcance sin tener en cuenta que se ha llegado a esta situación por falta de acciones políticas globales que aborden las vías seguras para la inmigración y los acuerdos con los países de origen. La ONU aprobó en diciembre pasado un pacto global por las migraciones y el derecho al refugio. ¿Qué se ha hecho?
La secuencia de actuaciones de las políticas de la UE respecto a la llegada de immigrantes o refugiados por el mar conduce a la situación actual de incertidumbre. Se abandonó, hace ya años, una operación de rescate coordinada, dejando a los países del sur la responsabilidad de rescatar ellos a los tripulantes de las frágiles embarcaciones, lo que motivó la reacción de Italia, desbordada, y la posterior política de puertos cerrados de ese país y de Malta, que abre y cierra sus puertos de forma intermitente. La UE derivó los rescates a ONGs y, finalmente, también se ha decidido hostigar e impedir el encomiable trabajo de estas organizaciones mediante las amenazas de detenciones y multas. Cualquiera que lea estas líneas interpretará que "ni comen, ni dejan comer".
Nadie puede explicar a las personas que han huido desesperadas de sus países y, en muchos casos, han sufrido explotación laboral, torturas y violaciones en Libia porque razón llevan nueve días sin arribar a un puerto seguro. No entenderán porque la UE firmó un acuerdo con Libia para devolver a ese país en estado de guerra a inmigrantes rescatados en sus aguas territoriales.
Tampoco ninguno de los 121 que siguen navegando podrán entender como es posible que otro país europeo -Malta- ofrezca el rescate de solo 29 personas, los rescatados este sábado por el 'Open Arms'.
Tampoco ninguno de los 121 que siguen navegando podrán entender como es posible que otro país europeo -Malta- ofrezca el rescate de solo 29 personas, los rescatados este sábado por el 'Open Arms'.
En el frente de la solidaridad, Oscar Camps, fundador de Proactiva Open Arms aseguró este sábado en Lampedusa que "ningún político evitará que protejamos la vida humana en el mar". Camps estuvo acompañado por el actor Richard Gere que el viernes suministró víveres al barco de la organización catalana. Gere mostró su estupor porque se pueda perseguir a organizaciones por el hecho de salvar a personas en peligro de morir ahogadas.
Las ONGs piden compasión en forma de grito por los que no tienen voz. Las organizaciones Medicos Sin Fronteras y SOS Mediterraneé han rescatado este fin de semana a otras 160 personas en el corredor central del Mediterráneo. Los diferentes barcos de salvamento humanitario desafían a los gobiernos, sobre todo a los de Malta, Italia y España, para que 300 personas puedan pisar el pavimento de un puerto seguro. Cuando eso ocurra, la pelota volverá del campo del humanitarismo al de la política. Se decidirá como acogerlos. Pero, ¿hay alguien ahí?
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