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José Portillo
Orientador en el Teléfono de la Esperanza
1. Separar problemas
de sentimientos. Observemos nuestras dificultades separándolas
de lo que sentimos. Evitemos los juicios, las interpretaciones, las
justificaciones, etc. Expresémonos en primera persona. Es importante
ponerle nombre a lo que sentimos. Por ejemplo, puedo sentir rabia.
Sólo nosotros somos responsables de lo que sentimos. Evitemos frases
como: "Me siento solo" cuando nos refiramos a aquellos por
quienes nos sintamos abandonados, ya que depende de nosotros el hecho
de disfrutar de la soledad y de encontrar a quienes les sea grata
nuestra compañía, y "me siento manipulado", cuando somos
nosotros quienes les permitimos a aquellos en quienes confiamos que
entren y salgan de nuestra vida. Hagámonos responsables de nuestros
deseos, necesidades y sentimientos.
2. No estamos
obligados a satisfacer a los demás
No tenemos la obligación
de satisfacer a los demás, ni ellos tienen por qué satisfacernos a
nosotros. Las expectativas que tenemos respecto de los demás son
generadoras de sufrimiento estéril. Si no espero nada y no recibo no
me frustraré, y si recibo poco lo valoraré como si fuera mucho. No
todas nuestras necesidades serán satisfechas, pero deben ser
reconocidas por nosotros.
3. Cómo expresar
nuestras necesidades a los otros
Hagámosles a los demás
demandas realistas, positivas y negociables. Si me siento solo, no
puedo pedirle a uno de mis amigos que me dedique un fin de semana,
pero sí puedo pedirle que me dedique varias horas para realizar una
serie de actividades gratas para los dos. Las demandas han de ser
realistas y positivas, ya que nadie nos puede dedicar todo su tiempo,
recursos y energía, y porque no surte el mismo efecto decir: "Nunca
te acuerdas de mí", que decir: "Me gustaría pasar una
tarde contigo". Las demandas también son negociables, ya que,
para que los demás quieran compartir actividades con nosotros, las
mismas han de ser atrayentes para ellos y para nosotros.
4. Seamos empáticos.
La comunicación consiste
en escuchar y expresar. Cuando íbamos a la escuela nos enseñaron a
hablar, pero no se nos ha educado para escuchar, y por eso vivimos en
un mundo en el que existe una terrible necesidad de hablar, y en el
que muchos que viven rodeados de gente, se sienten solos e
incomprendidos.
Seamos queridos por
quienes somos, y no por lo que somos. Si soy querido por mi manera de
ser, disfrutaré de mis relaciones, pero, si soy querido por mi
capacidad de escuchar a los demás y por las herramientas de que
dispongo para ayudarlos, me sentiré utilizado por ellos, ya que,
cuando no me necesiten, no me llamarán.
Si vivimos exclusivamente
para complacer a los demás, quizás acabaremos creyendo que no nos
comprenden y nos manipulan, sin percatarnos de que somos nosotros
quienes les hacemos creer que nos gusta amoldarnos a ellos. Esta es
la razón por la que necesitamos aprender a decir lo que deseamos, lo
que necesitamos y cómo nos sentimos desde el primer instante en que
iniciamos una relación, ya que ocultar nuestros deseos, necesidades
y sentimientos para caerles bien a los demás, tiene un precio muy
elevado, que puede suponer la ruptura de bastantes relaciones.
5. Decir no genera
respeto a independencia
¿Queremos a nuestros
familiares o a nuestra concepción de lo que debe ser una familia?
Nuestros deseos no siempre se amoldan a la realidad que vivimos. Esta
es la razón por la que podemos formar parte de un voluntariado en el
que suceden cosas que no nos agradan, y asistir a una congregación
religiosa en la que la mayoría de feligreses tienen una manera de
pensar que no es afín a la nuestra en muchos aspectos.
Aprendamos a decir no
para generar respeto bidireccional, responsabilidad, fuerza e
independencia. Él no es un límite generador de protección respecto
de nosotros y de respeto a nosotros por defender nuestros intereses,
y a los demás, porque tienen derecho a que no los engañemos y a que
confiemos en ellos, a no ser que nos demuestren que no son dignos de
nuestra confianza.
Detrás del miedo a los
conflictos está la carencia de seguridad afectiva. Los conflictos
son útiles en la medida que nos ayudan a madurar y a poner en
práctica nuestros recursos para superarnos a nosotros mismos, pero,
si tenemos miedo a lo que suceda cuando expresemos nuestros deseos,
necesidades y sentimientos, serán fuentes de miedo. ¿Conocemos a
alguien que hace favores sin querer hacerlos para evitar ser
rechazado?
6. Escribir cartas
para desahogarnos
Gestionemos nuestra
rabia, que es indicativa de la presencia de injusticias. Conectemos
con la tristeza y las necesidades no cubiertas cuando estemos
relajados, para evitar estallar emocionalmente contra nosotros o
contra nuestros familiares, compañeros, et. A este respecto, es útil
escribirles cartas a quienes nos han hecho daño las cuales serán
rotas o quemadas cuando las leamos, ya que la finalidad de las mismas
no es llegar a sus destinatarios, sino proporcionarnos un desahogo, y
el juego de la silla vacía, cuya finalidad consiste en mantener una
conversación con alguien que nos ha herido sin que esté presente,
presagiando sus respuestas.
7. Observar a que le
dedico mi tiempo
Utilicemos un vocabulario
que no nos limite. Evitemos decir frases como "no tengo tiempo"
o "no es mi responsabilidad" cuando ello nos suponga
estancarnos en situaciones que no queremos resolver por miedo a lo
que pueda sucedernos. Observando a quién y a qué le dedicamos
nuestro tiempo, descubriremos nuestras carencias. Amparo se siente
liberada cuando los enfermos de cáncer se desahogan con ella porque
también tiene esa enfermedad, y porque no se permite expresar sus
emociones y sentimientos. Luis preside una asociación religiosa
constituida por invidentes y deficientes visuales graves, y se siente
divinamente acompañando a quienes se sienten tan solos como él.
Olvidemos el sistema de castigos y recompensas respecto a nuestras
relaciones. Dicho sistema se ha aplicado en el sistema educativo,
pero en el mundo relacional es percibido como instrumento de
manipulación.
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