José Miguel Arocena
Orientador del Teléfono de la Esperanza
La sanación y la curación solo se tocan
parcialmente. Tienen relación, pero esta
es puntual aunque repetida y reiterada en el tiempo. Pero son dos conceptos
diferentes aunque se empleen como
sinónimos en nuestra sociedad y en nuestro tiempo. Sanar y curar son dos procesos con ritmos y
destinos distintos. Comprender esto es muy importante y casi decisivo para
culminar con éxito la mejoría y el bienestar que ambas, cada una en su aspecto
concreto, nos proporcionan.
La curación es recuperar
La curación se apoya en el remedio, en la restitución, en la recuperación de la
funcionalidad, en la reparación, en eso que genéricamente hemos venido en
llamar, el tratamiento, y que no es otra cosa que la aplicación de soluciones
mas o menos inmediatas que restituyan aquel estado de “salud” perdido. Su actividad va
destinada a la búsqueda de apoyos que nos relancen de nuevo a nuestra vida
en un sentido amplio, trabajo, relacional etc, en las condiciones de operatividad y producción que se asemejen a las perdidas con la
enfermedad y que además se adecuen al
standard social admitido, ese que espera de nosotros una actividad y
unas obligaciones vinculadas a un calendario, vinculadas a la edad.
Sanación y autoconocimiento
La sanación nos lleva a otros espacios.
Abarca la curación pero su destino es una búsqueda distinta y para ello se apoya en otros objetivos. La sanación se
apoya en el autoconocimiento. En la
búsqueda. Se apoya en la aceptación y posterior transformación de
aquello que subyace. Aquello que como consecuencia de las experiencias y
hechos vividos en edades tempranas de nuestra vida (incluso según autores
también antes del nacimiento), ha modulado y determinado tanto nuestra manera
de contemplarnos a nosotros mismos como la forma de estar en el mundo y por
tanto de relacionarnos. Ha determinado las emociones que sentiremos en momentos
concretos. Las relaciones afectivas, nuestra autoestima, la seguridad o inseguridad
con que afrontemos hechos naturales como el trabajo y las relaciones sociales.
Pero también nuestros miedos, nuestras reacciones de ira, de cólera, o la madurez en nuestras
respuestas. Y todo ello, no solo valorando la importancia
que como una especie de modulador van a tener en nuestra vida diaria esas respuestas sino también como su
influencia para la aparición de
enfermedad que nos incapaciten y nos sitúen en clave de sufrimiento.
Pero para desarrollar
y comprender más fácilmente el concepto de sanación, es útil
apoyarnos en el de enfermedad. La
enfermedad es una llamada que nos invita al cambio.
La enfermedad en las diferentes culturas
La
enfermedad ha sido definida y denominada de diferentes maneras según las
culturas que han existido en la
Tierra. Desde las lenguas germánicas
donde el termino illnes, enfermedad,
alude a la quiebra temporal de lo que
entenderíamos por salud hasta las
latinas que nos hablarían de
enfermo, que etimológicamente podríamos
interpretar como la negación o perdida de la firmeza, es decir de la fuerza de la salud propiamente dicha. En otras culturas de
menor presencia como la indígena mapuche -la cito porque a mi entender es la que mejor se adapta
a como yo la entiendo- la enfermedad seria el “debilitamiento de la
persona”, no de su fuerza ni de ninguna cualidad en concreto, sino de la persona
en su conjunto. Fueron los griegos los primeros
a través de Hipócrates de Cos en los siglos III y IV a. de C. los que vinieron a decirnos que la enfermedad, la
alteración de la Phisis, sería el resultado no de la voluntad caprichosa de los
dioses sino la consecuencia directa de
nuestros actos y las circunstancias que nos rodeasen. Es decir, los griegos situaron por
primera vez en el mundo conocido, el péndulo de la responsabilidad justo encima
de nuestras cabezas. Pero en el cuerpo se muestra la enfermedad y en la
conciencia se vive. Y desde este punto es desde donde podemos empezar a hablar
del camino de la sanación.
La enfermedad y la salud son las dos caras de
la misma moneda. No podemos entender la una sin la otra. Es más, el péndulo
vital que nos anima, oscila rítmicamente desde la una a la otra sin solución de
continuidad. Y hasta tal punto es así, que desde una actitud vital que no
desarrolle la conciencia y el autoconocimiento de una manera intensa y eficaz,
nos será difícil identificar donde empieza la una y donde la otra. Y si no determinamos con precisión esa
frontera, ese esfuerzo de sanación se volverá una tarea abiertamente complicada.
Para curar hay que SUMAR. Añadir recursos a los que tenemos
para combatir y neutralizar lo sobrevenido, completar y diversificar
nuestro arsenal terapéutico, acumular
conocimientos, experiencias y publicaciones.
Para sanar hay que RESTAR. Cuando se restaura
un mueble, lo primero que se hace es ir eliminando capa a capa las pinturas y
barnices que a lo largo de su existencia han ido superponiéndole hasta alcanzar
finalmente la madera original. En las
personas haríamos algo parecido. Ir suprimiendo todas aquellas capas que como
individuos hemos ido añadiendo desde nuestra infancia, todo eso que venimos a
denominar como "nuestra personalidad", nuestra forma de ser o nuestro yo. Eso
con lo que nos identificamos y que mostramos a lo que nos rodean. Capas en forma de creencias, ideologías,
identidades y personajes. Barreras varias
pero que una sobre otra, ocultan
en su profundidad ese ser esencial herido, esa persona frente a sus
carencias. En suma, se trata de
desaprender algunas cosas ya aprendidas para intentar sanar esas heridas, esas carencias que desde
nuestro nacimiento y a pesar de su opacidad,
siguen expresando y determinando nuestro presente en forma de dolor y de
preguntas sin respuestas. Un ser esencial que nos identifica de manera universal, que nos iguala y nos hace semejantes unos a
otros y que es capaz de expresarse desde
actitudes tan libres como son el perdón, la compasión (viene de acompasar, es
decir vincular tu paso ponerte al del
otro) y la acogida.
Ese camino de sanación es responsabilidad de
cada uno de nosotros. Soy yo el que de una forma mas certera, mas rápida y con
las practicas y la ayuda necesarias, llegaré a recorrer ese camino aparentemente de vuelta
pero que en realidad es de ida.
Os invito a que todos asumamos el compromiso de creer en esa
potencialidad inherente al ser humano y que a la vez nos iniciemos en las practicas necesarias para
hacerlas realidad. Esas prácticas que tan eficazmente desarrollamos en el
Teléfono de la Esperanza y que son el
SILENCIO la ESCUCHA, la PRESENCIA y el ACOMPAÑAMIENTO.
Nunca perdamos de
vista, el ejemplo y la experiencia de personas que ya han transitado y
transitan, por los caminos que queremos recorrer. Personas que desde su
sabiduría y experiencia acumuladas tienen tanto que enseñarnos. La vida esta
mas allá de cualquier interpretación. Se
me ocurre, entre muchos otros, compartir con todos el lema que acompañó toda su vida a Joan
Hunt, la creadora de CUDECA y que dice asi: "Una idea sin acción es como soñar
despierto, Una acción sin idea es una pesadilla".
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1 comentario:
Revelador, quitar todas las capas para sanar. Gracias
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