jueves, 1 de julio de 2021

Silencio, escucha, acompañamiento y presencia, elementos de sanación





José Miguel Arocena

Orientador del Teléfono de la Esperanza

La sanación y la curación solo se tocan parcialmente. Tienen  relación, pero esta es puntual aunque repetida y reiterada en el tiempo. Pero son dos conceptos diferentes  aunque se empleen como sinónimos en nuestra sociedad y en nuestro tiempo.  Sanar y curar son dos procesos con ritmos y destinos distintos. Comprender esto es muy importante y casi decisivo para culminar con éxito la mejoría y el bienestar que ambas, cada una en su aspecto concreto, nos proporcionan.

La curación es recuperar

La curación se apoya en el remedio, en  la restitución, en la recuperación de la funcionalidad, en la reparación, en eso que genéricamente hemos venido en llamar, el tratamiento, y que no es otra cosa que la aplicación de soluciones mas o menos inmediatas que restituyan aquel  estado de “salud” perdido. Su actividad va destinada a la búsqueda de apoyos que nos relancen de nuevo a nuestra vida en  un sentido amplio,  trabajo, relacional etc, en las  condiciones de operatividad y producción  que se asemejen a las perdidas con la enfermedad y que además se adecuen al  standard social admitido, ese que espera de nosotros una actividad y unas obligaciones vinculadas a un calendario, vinculadas a la edad.

Sanación y autoconocimiento

La sanación nos lleva a otros espacios. Abarca la curación pero su destino es una búsqueda distinta y para ello  se apoya en otros objetivos. La sanación se apoya en  el autoconocimiento. En la búsqueda. Se apoya en la aceptación y posterior transformación  de  aquello que subyace. Aquello que como consecuencia de las experiencias y hechos vividos en edades tempranas de nuestra vida (incluso según autores también antes del nacimiento), ha modulado y determinado tanto nuestra manera de contemplarnos a nosotros mismos como la forma de estar en el mundo y por tanto de relacionarnos. Ha determinado las emociones que sentiremos en momentos concretos. Las relaciones afectivas, nuestra autoestima, la seguridad o inseguridad con que afrontemos hechos naturales como el trabajo y las relaciones sociales. Pero también nuestros miedos, nuestras reacciones  de ira, de cólera, o la madurez en nuestras respuestas.  Y  todo ello, no solo valorando la importancia que como una especie de modulador van a tener en nuestra vida  diaria esas respuestas sino también como su influencia para la aparición  de enfermedad que nos incapaciten y nos sitúen en clave de sufrimiento.

Pero para desarrollar  y comprender más fácilmente el concepto de sanación, es útil apoyarnos  en el de enfermedad. La enfermedad es una llamada que nos invita al cambio.

La enfermedad en las diferentes culturas

La enfermedad ha sido definida y denominada de diferentes maneras según las culturas  que han existido en la Tierra.  Desde las lenguas germánicas donde  el termino illnes, enfermedad, alude  a la quiebra temporal de lo que entenderíamos por salud hasta las  latinas que  nos hablarían de enfermo,  que etimológicamente podríamos interpretar como la negación o perdida de la firmeza, es decir de la fuerza de la salud propiamente dicha. En otras culturas de menor presencia como la indígena mapuche  -la cito porque a mi entender es la que mejor se adapta a como yo la entiendo- la enfermedad seria el “debilitamiento de la persona”, no de su fuerza ni de ninguna cualidad en concreto, sino de la persona en su conjunto. Fueron los griegos los primeros  a través de Hipócrates de Cos en los siglos III y IV a. de C. los  que vinieron a decirnos que la enfermedad, la alteración de la Phisis, sería el resultado no de la voluntad caprichosa de los dioses sino la consecuencia directa  de nuestros actos y las circunstancias que nos rodeasen. Es decir, los griegos situaron por primera vez en el mundo conocido, el péndulo de la responsabilidad justo encima de nuestras cabezas. Pero en el cuerpo se muestra la enfermedad y en la conciencia se vive. Y desde este punto es desde donde podemos empezar a hablar del camino de la sanación.

La enfermedad y la salud son las dos caras de la misma moneda. No podemos entender la una sin la otra. Es más, el péndulo vital que nos anima, oscila rítmicamente desde la una a la otra sin solución de continuidad. Y hasta tal punto es así, que desde una actitud vital que no desarrolle la conciencia y el autoconocimiento de una manera intensa y eficaz, nos será difícil identificar donde empieza la una y donde la otra.  Y si no determinamos con precisión esa frontera, ese esfuerzo de sanación se volverá una tarea abiertamente complicada. 

Para curar hay que SUMAR. Añadir recursos a los que tenemos para  combatir y neutralizar  lo sobrevenido, completar y diversificar nuestro arsenal  terapéutico, acumular conocimientos, experiencias y publicaciones.

Para sanar hay que RESTAR. Cuando se restaura un mueble, lo primero que se hace es ir eliminando capa a capa las pinturas y barnices que a lo largo de su existencia han ido superponiéndole hasta alcanzar finalmente  la madera original. En las personas haríamos algo parecido. Ir suprimiendo todas aquellas capas que como individuos hemos ido añadiendo desde nuestra infancia, todo eso que venimos a denominar como "nuestra personalidad", nuestra forma de ser o nuestro yo. Eso con lo que nos identificamos y que mostramos a lo que nos rodean.  Capas en forma de creencias, ideologías, identidades y personajes. Barreras varias  pero que una sobre otra,  ocultan en su profundidad ese ser esencial herido, esa persona frente a sus carencias. En suma, se trata de desaprender algunas cosas ya aprendidas para intentar  sanar esas heridas, esas carencias que desde nuestro nacimiento y a pesar de su opacidad,  siguen expresando y determinando nuestro presente en forma de dolor y de preguntas sin respuestas. Un ser esencial que nos identifica de manera universal,  que nos iguala y nos hace semejantes unos a otros y  que es capaz de expresarse desde actitudes tan  libres como son el  perdón, la compasión (viene de acompasar, es decir vincular tu paso  ponerte al del otro) y la acogida.

Ese camino de sanación es responsabilidad de cada uno de nosotros. Soy yo el que de una forma mas certera, mas rápida y con las practicas y la ayuda necesarias, llegaré  a recorrer ese camino aparentemente de vuelta pero que en realidad es de ida.

Os invito a que  todos asumamos el compromiso de creer en esa potencialidad inherente al ser humano y que a la vez  nos iniciemos en las practicas necesarias para hacerlas realidad. Esas prácticas que tan eficazmente desarrollamos en el Teléfono de la Esperanza y que son  el SILENCIO la ESCUCHA, la PRESENCIA y el ACOMPAÑAMIENTO.

Nunca perdamos de vista, el ejemplo y la experiencia de personas que ya han transitado y transitan, por los caminos que queremos recorrer. Personas que desde su sabiduría y experiencia acumuladas tienen tanto que enseñarnos. La vida esta mas allá de cualquier interpretación.  Se me ocurre, entre muchos otros, compartir con todos el lema que acompañó toda su vida a Joan Hunt, la creadora de CUDECA y que dice asi: "Una idea sin acción es como soñar despierto, Una acción sin idea es una pesadilla".

 

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1 comentario:

Unknown dijo...

Revelador, quitar todas las capas para sanar. Gracias