Remedios González Figueroa es voluntaria en el departamento de Orientación del Teléfono de la Esperanza desde hace unos veinte años. En esta entrevista nos cuenta su experiencia, reflexiona sobre la soledad de muchos llamantes y agradece todo lo que su labor le ha aportado como persona.
¿En qué año y cómo fue tu primer contacto con el Teléfono de la Esperanza?
¿En qué año y cómo fue tu primer contacto con el Teléfono de la Esperanza?
Mi primer contacto con el Teléfono de la Esperanza fue a través
de unos amigos. Me reunía con ellos para cosas lúdicas senderismo, el
Camino de Santiago etc. Entonces trabajaba y no tenía tiempo para colaborar. Además, me causaba
tanto respeto la actividad del teléfono que yo no me veía capacitada para ayudar.
Fue después de unos años cuando conociendo a las personas y
el trabajo que realizaban, decidí hacer los cursos para participar en el voluntariado. En honor a la verdad, tenía miedo porque casi todas las personas tenían un nivel de estudios
(titulitis) superior al mío y eso me frenaba.
Era director el gran Jesús
García Toribio. Recuerdo que me preguntó “¿Por qué has tardado tanto en
hacer los cursos?” Y le dije: “En este
tiempo he conocido el cometido del teléfono y pienso que no importa
escribir árbol con B o con V, lo importante es que el árbol crezca. Son casi 20
años ya y aquí estoy”.
¿Te habías planteado antes
ayudar en una asociación? ¿Qué te aportaron los cursos de formación para la
orientación?
En 1990 colaboré en la Asociación Amatista de mi pueblo. Los
cursos me ayudaron a conocerme, a pensar y aprendí a escuchar y a darme cuenta
que todos tenemos razón en parte. Para la orientación, me aportaron saber
escuchar a las personas, transmitirles seguridad, minimizar los problemas, lo
importante que es el sentido del humor en la vida y ponerse en el lugar
del otro.
De tus primeros tiempos de
atención a los llamantes, ¿recuerdas alguna llamada que te impactara
especialmente?
Recuerdo un niño de 12 años, que llamó porque en la clase de su
hermano de 14 fumaban porros. Temía porque su hermano fumara también y no sabía
a quién decírselo. Me impacto su voz, su miedo y lo impotente que se sentía
ante aquella situación.
¿Se nota alguna variación
en el tipo de problemas que exponían las personas hace veinte años con los de
ahora?
Desde mi punto de vista son los mismos. Ahora con la crisis y el
paro, los suicidios han aumentado algo. La soledad y las crisis de parejas son
los temas más habituales.
El conflicto y la soledad
parecen estar siempre presentes en el ser humano, en cualquier hombre o mujer.
¿También los caminos para solucionar los problemas?
Desde mi modesto entender hay tantos caminos como personas. Cada
cual tiene su propio mundo y por tanto su propio camino. Ahí está el orientador
para ayudarle a encontrar su camino, en su mundo. Tarea un tanto
complicada, pero ahí está el encanto y la importancia de la orientación. Muchas
veces las personas encuentran su camino.
¿Qué le dices (o que le
dirías si no has tenido esa experiencia) a una persona que está pensando en suicidarse?
En primer lugar decirle que cada persona es una filigrana de Dios.
Que solo tiene una vida, que se lo piense muy bien porque si se tira desde un
sexto y por el tercero se arrepiente, la cosa ya no tiene solución, que piense
en el dolor que va a causar a sus seres queridos y haciéndole ver que su vida
es suya y por eso precisamente tiene que cuidarla. Además tiene la gran suerte
de tener a muchas personas que le queremos ayudar. Ofrecerle todos los talleres
que tenemos en el Teléfono de la Esperanza.
¿Las personas creyentes en
Dios o que maduran cualquier tipo de espiritualidad tienen más fortalezas en
los momentos de crisis?
Desde mi experiencia no. Porque cuando les falla su Dios, según
ellos, dejan de encontrar sentido a su vida. En cambio los no tan
creyentes intentan recomponerse como pueden.
La soledad es el eterno
problema y según todos los indicadores va a más en la sociedad actual. Nos
impactó el estudio que publicó el INE sobre la soledad no deseada. https://bit.ly/2NJzRUa A pesar de que cada vez
tenemos más canales para estar conectados unos a otros, se incrementa la
soledad. ¿Qué está pasando?
Cada cual vive la soledad como puede. Yo la veo así. La
soledad es uno de los mayores problemas del primer mundo. Hemos eliminado
muchas enfermedades como el cólera o el tifus y las padecen los que viven en el
llamado Tercer Mundo. Tenemos exceso de bienestar. Hace cincuenta años no
había ni depresión ni soledad y a los psicólogos apenas los conocíamos.
Se trabajan menos horas (gracias a Dios) y, por tanto, se gasta
más. No nos han enseñado a gestionar nuestro tiempo libre. Estamos construyendo
un mundo donde no hay lugar ni para niños, ni para viejos. Las personas no leen
y las familias no dialogan. Los niños chicos se mandan a las guarderías y los
mayores a las residencias.
Tenemos que ser conscientes de que la risa, el llanto, las alegrías,
las penas, el éxito y el fracaso van de la mano. Mientras que no maduremos y
aprendamos a vivir con ellos no encontraremos eso que llamamos felicidad.
Porque la felicidad sólo se vive a ratos, de lo contrario, sería
aburrimiento. Los problemas no nos van a faltar, tenemos que aprender a vivir
con ellos. La persona tiene que aprender a ser feliz sola para luego vivir en
compañía. Lo demás es dependencia. La vida es una escuela donde nunca te dan el
graduado. No lo olvidemos.
¿Notas que en los últimos
tiempos han aumentado las llamadas de los jóvenes? ¿Qué les agobia o deprime?
Más o menos igual, llaman más parejas por problemas de separación y custodia de los hijos.
¿Qué ha aportado a tu vida
el Teléfono de la Esperanza?
Crecer como persona, conocer gente estupenda, amigos.
Muchas cosas y muy buenas. Además me siento útil y eso es muy importante.
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