sábado, 21 de julio de 2018

CON OTRAS GAFAS / Pequeños que son muy grandes



Croacia, un país de poco más de cuatro millones de habitantes y una extensión territorial inferior a la de Andalucía, ha conquistado las simpatías de mucha gente durante el Mundial 2018. Sin grandes clubes de fútbol, estadios espectaculares, ni presupuestos millonarios, ha logrado ir superando fases de la competición hasta llegar a la final. Ante Francia, los croatas cayeron dignamente haciendo gala de buen juego y deportividad. Jugadores y entrenador, un hombre que interrumpió su carrera futbolística al ser reclutado en la Guerra de los Balcanes y ha tenido una gran trayectoria humana, han demostrado al mundo que lo pequeños también pueden ser grandes. Como lo es la presidenta del país, Kolinda Grabar-Kitarovic. La mandataria croata se pagó el viaje a Rusia de su bolsillo y decidió ver los partidos de su selección, entre ellos el que disputó contra España, en la grada, junto a los aficionados de su país.
Kolinda Grabar-Kitarovic logró la autorización de la FIFA para permanecer vestida con los colores de su selección en el palco de autoridades dutante la final Francia-Croacia. Al final del partido, los jugadores fueron pasado uno a uno para saludar a las autoridades y Kolinda demostró un gran fair-play felicitando al presidente francés Macron con gestos deportivos y cariñosos. Cuando le tocó el turno a los Rakitic, Modric y compañía, llamó la atención la imagen de esa mujer rubia, vestida de rojo y blanco rodeada de trajes oscuros, abrazando y teniendo unas palabras de apoyo a sus jugadores. Caía con fuerza la lluvia sobre Moscú, la presidenta no se inmutaba y seguía repartiendo consuelo a los suyos como una madre. También tuvo tiempo para felicitar al presidente Macron con gestos de compañerismo más que de frío protocolo, y a los jugadores franceses.


Sonrisas, abrazos, consuelo y felicitaciones bajo el agua en contraste con el hieratismo de Vladimir Putin, un mandatario hierático que no se salió del protocolo. El líder ruso dio apretones de mano y un paraguas cubrió su cabeza nada más caer las primeras gotas de agua. A solo unos metros, la presidenta de Croacia sonreía y alzaba la mano de Macron en un gesto de cercanía, espontaneidad y deportividad.

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