José Portillo
Orientador del Teléfono de la Esperanza
Puedo elegir
ser feliz en cualquier momento y en cualquier lugar. El hecho de sentirme feliz
depende de lo que pienso de mí, de mis circunstancias vitales y de la gente que
me rodea. Mi felicidad no depende de lo que me sucede, sino de cómo percibo lo
que me sucede. Soy feliz si decido ser feliz.
No esperaré
que mis familiares, mis amigos y mis compañeros de trabajo cumplan mis deseos
para sentir que soy feliz. No puedo ni quiero cambiar el mundo para sentirme
feliz, pues ya he tomado la decisión de ser feliz. Soy feliz porque, aunque no
he cambiado el mundo, he transformado mi visión del mundo.
¿Dejaré de
ser feliz si no obtengo de la vida todo lo que deseo? No esperaré nada de la
vida porque es la vida la que espera de mí todo lo que yo quiera hacer en
beneficio mío y para ayudar a quienes encuentre en mi camino.
Procuraré el
tiempo que necesito para cuidarme. Caminaré sonriendo y no dejaré de creer que
la vida es maravillosa.
Soy feliz en
este preciso instante. ¿He sufrido durante los años que he vivido? El pasado no
existe. ¿Cómo será el futuro que me aguarda? El futuro aún no ha llegado. He
decidido permitirle a la vida que me sorprenda cada vez que quiera. Esta
decisión que he tomado me ha hecho reflexionar sobre el hecho de que las espinas
no hacen que las rosas pierdan su belleza.
¿Es la felicidad una meta? Ya que siempre que alcanzo
una meta quiero subir a una cima más
alta, he aprendido que ser feliz consiste en caminar.
Según me
supero a mí mismo logro crecer, y he renunciado a las sobrexigencias
características del perfeccionismo. Me acepto y me amo tal cual soy por lo que
no sufro por causa de mis defectos, y voy a seguir creciendo.
He aprendido
que una meta es un sueño con una fecha concreta para poder ser realizado. Mi
vida es un sueño que ha despertado para hacerse realidad.
Mantendré el
buen humor para sembrar una semilla de esperanza en cada ocasión que sonría.
He aprendido
que ayudar a quienes encuentro en mi camino sin pedirles nada a cambio me hace
feliz, y que mi capacidad de perdonarme tanto a mí como a quienes me hicieron
daño en el pasado me libera de sufrir inútilmente.
El amor y el
apoyo mutuo caracterizan las relaciones sinceras. Aunque no todos tenemos la
misma manera de pensar, cuanto más nos apoyemos, más se hará realidad la
construcción de un mundo de iguales que se aceptan y se ayudan porque eso les
satisface.
Aunque la
felicidad se me puede oscurecer, jamás llegaré a perderla, porque es mi estado
natural.
Distinguiré
entre mis necesidades y deseos, pues mientras que las primeras deben ser
cubiertas, si no se cumplen los segundos, no dejaré de ser feliz. El apego
insano tanto a personas como a cosas, en la medida que produce miedo a
perderlas, es causa de sufrimiento. Es por eso que mantendré las relaciones
viables y no haré que mi dicha dependa del amor y la aprobación que recibo de
otros, ni de las posesiones que he conseguido.
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