jueves, 12 de julio de 2018

La felicidad como camino de vida




José Portillo
Orientador del Teléfono de la Esperanza

Puedo elegir ser feliz en cualquier momento y en cualquier lugar. El hecho de sentirme feliz depende de lo que pienso de mí, de mis circunstancias vitales y de la gente que me rodea. Mi felicidad no depende de lo que me sucede, sino de cómo percibo lo que me sucede. Soy feliz si decido ser feliz.

No esperaré que mis familiares, mis amigos y mis compañeros de trabajo cumplan mis deseos para sentir que soy feliz. No puedo ni quiero cambiar el mundo para sentirme feliz, pues ya he tomado la decisión de ser feliz. Soy feliz porque, aunque no he cambiado el mundo, he transformado mi visión del mundo.

¿Dejaré de ser feliz si no obtengo de la vida todo lo que deseo? No esperaré nada de la vida porque es la vida la que espera de mí todo lo que yo quiera hacer en beneficio mío y para ayudar a quienes encuentre en mi camino.

Procuraré el tiempo que necesito para cuidarme. Caminaré sonriendo y no dejaré de creer que la vida es maravillosa.

Soy feliz en este preciso instante. ¿He sufrido durante los años que he vivido? El pasado no existe. ¿Cómo será el futuro que me aguarda? El futuro aún no ha llegado. He decidido permitirle a la vida que me sorprenda cada vez que quiera. Esta decisión que he tomado me ha hecho reflexionar sobre el hecho de que las espinas no hacen que las rosas pierdan su belleza.
  
¿Es la felicidad una meta? Ya que siempre que alcanzo una meta quiero subir a una  cima más alta, he aprendido que ser feliz consiste en caminar.

Según me supero a mí mismo logro crecer, y he renunciado a las sobrexigencias características del perfeccionismo. Me acepto y me amo tal cual soy por lo que no sufro por causa de mis defectos, y voy a seguir creciendo.

He aprendido que una meta es un sueño con una fecha concreta para poder ser realizado. Mi vida es un sueño que ha despertado para hacerse realidad.

Mantendré el buen humor para sembrar una semilla de esperanza en cada ocasión que sonría.

He aprendido que ayudar a quienes encuentro en mi camino sin pedirles nada a cambio me hace feliz, y que mi capacidad de perdonarme tanto a mí como a quienes me hicieron daño en el pasado me libera de sufrir inútilmente.

El amor y el apoyo mutuo caracterizan las relaciones sinceras. Aunque no todos tenemos la misma manera de pensar, cuanto más nos apoyemos, más se hará realidad la construcción de un mundo de iguales que se aceptan y se ayudan porque eso les satisface.

Aunque la felicidad se me puede oscurecer, jamás llegaré a perderla, porque es mi estado natural.


Distinguiré entre mis necesidades y deseos, pues mientras que las primeras deben ser cubiertas, si no se cumplen los segundos, no dejaré de ser feliz. El apego insano tanto a personas como a cosas, en la medida que produce miedo a perderlas, es causa de sufrimiento. Es por eso que mantendré las relaciones viables y no haré que mi dicha dependa del amor y la aprobación que recibo de otros, ni de las posesiones que he conseguido.

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