jueves, 5 de julio de 2018

Vacaciones de verano con adolescentes

Artículos salud mental
Foto: http://padres.facilisimo.com

Remedios Gámez
Coordinadora del curso 'Educadores hoy'

La adolescencia es la etapa en la que empezamos a tener facultades para decidir aspectos importantes de la vida, su final será escoger la nuestra, personas con las que convivimos,  vocación y  profesión. Difícil tarea cuando apenas tenemos experiencia en esta vida, por eso es una etapa tormentosa y bonita. Cuando no somos capaces de tomar esas decisiones nos convertimos en adultos inmaduros, dependientes. Existirá entonces una lucha entre el niño que llevamos dentro y el adulto que deseamos ser. Los modelos, los amigos, los profesores, los compañeros de clase, y, sobre todo, la familia  con sus aciertos y equivocaciones, tendrán una gran influencia.
En la adolescencia siempre se puede superar las carencias de la niñez, es una etapa de altruismo y rebeldía que hay que aprovechar para que la vida tenga "sentido" con sufrimientos y satisfacciones. Tener sentido  es conocer el mapa por el que nos podemos mover con fluidez y evitar los callejones peligrosos que no llevan a ningún sitio. Tener sentido es marcarse un rumbo para nuestras vidas, aunque las circunstancias sean adversas.

¿Hacia dónde voy?  ¿Para qué?
Cuando tenemos adolescentes en la familia, enseñarles a hacer estas preguntas es el objetivo de la educación, para que cuando los soltemos  de la mano sepan qué camino escoger, sin vigilancia. Educar es hacer personas libres y autónomas, que sean capaces de elegir  lo mejor para sí mismo y para los que le rodean, aprendiendo de los errores.
Los adultos dedicamos gran parte de nuestro tiempo a nuestro trabajo y con él a  cubrir las necesidades materiales de los nuestros.

¿Somos conscientes de las otras necesidades, no materiales que tiene nuestra familia?
La familia es la mejor empresa porque produce el mejor producto. ¿Tenemos conciencia de ello? Se trata de dedicarle el tiempo de calidad, el  necesario para realizar nuestra tarea de educar. Educamos desde lo que somos, no desde lo que decimos, es decir desde la coherencia. Solo es necesario tiempo de sosiego, de interacción, de encuentros, de observación, de paz, algo que no es fácil, pero la responsabilidad nos lo exige como padres o tutores. Estas acciones u omisiones, en las distintas  situaciones nos proporcionarán las herramientas  adecuadas para esta bonita y ardua tarea de educar. Si no tenemos tiempo de conocer  a nuestros hijos que están en un cambio continuo, no podremos alimentar sus valores y necesidades emocionales: afecto, autoestima, valentía, seguridad. Educar es transformar  en fácil lo que es muy difícil: ser libres.

¿Cómo es nuestra familia?
Hoy existe  una pluralidad de tipos de familias; familia tradicional, monoparental y, entre otras mas, familias compuestas por parejas en las que uno de los dos o los dos tienen hijos de una relación anterior. A estas podemos llamarlas familias abiertas, que han soportado y superado adversidades de las que han aprendido con dolor y pueden ser familias más dialogantes, donde el esfuerzo por la comunicación  es una constante. Bien llevadas serán enriquecedoras, flexibles, pues se necesita una gran dosis de flexibilidad  para convivir hermanos de diferentes padres o de un padre o una madre solamente.
Las familias se dividen o crecen, el cambio es positivo si atendemos la integración  a la nueva situación. Es necesaria una buena atención individualizada de los hijos,  sobre todo en la adolescencia, para la adaptación al cambio. Los celos entre los hermanos existen siempre, si la familia es más compleja, es necesario atajarlos con buenas dosis de generosidad y responsabilidad, que por supuesto, deben tener los padres y adultos tutores para poder transmitirla, nadie da lo que no tiene.
Los adolescentes pueden cicatrizar bien las heridas de los problemas familiares por su juventud, idealismo, sentido de la justicia,  su bondad y grandeza. No podemos dejar que crezcan los celos  entre hermanos o entre familias divididas porque  generan ira y/o tristeza. Si por el contrario nos ven como víctimas, por rupturas o problemas familiares, nuestros adolescentes se convierten en víctimas, acumulan malestar e ira sin capacidades para drenarlas. No hay nada peor, que pensar que el destino de nuestras vidas está en manos de otra persona que nos da o nos quita la felicidad. Es terrible pensar que no podemos hacer nada para marcar nuestro propio rumbo. El timón de la vida es responsabilidad de cada uno, aunque muchas circunstancias nos desestabilicen tenemos que acomodarnos de nuevo, en un tiempo razonable, y es necesario generar ese ambiente de esperanza y recuperación. Nuestros adolescentes deben aprender desde nuestra seguridad, que podemos levantarnos y volver a empezar. Ellos con más vitalidad,  aprendiendo a diferenciar las piedras, subidas y bajadas en el camino de la vida, para afrontarlas y no repetir errores.

Historias de vida
Nuestra  historia de vida es nuestra gran maestra. Saborear lo bueno, buscar situaciones positivas, repetir lo que nos gusta y encontrar situaciones nuevas placenteras es cultura para el ocio y este es el alimento del espíritu.   Contagiamos a los que nos rodean, sobre todo a los hijos, y ellos aprenderán, a ser felices y también una sana cultura de ocio.
¿Cómo son los veranos familiares? En un año de un adolescente hay mucho cambio y deben adaptarse y adquirir lo que llamamos resiliencia, los recursos personales para hacer frente a las adversidades.
Las vacaciones de verano son el momento del año en el que los adolescentes y las familias tienen más tiempo de convivencia y de ocio. Generar "buen tiempo" es deseo de todos; grandes, medianos y pequeños.  Buen tiempo no quiere decir que no haya temporales, estos nos permiten ir adquiriendo recursos para sobrevivir. En los momentos de calor, de ira, si aumentamos el apasionamiento, estamos avivando el incendio familiar, si mi comunicación o mi silencio son correctos, abrimos una ventana de aire fresco que puede disminuir esa fogosidad, o al menos, no contagiarnos de esa ira de nuestros hijos. Empatizar con nuestros hijos no es contagiarnos de sus emociones: ira, alegría, tristeza o soledad. Es comprenderlos. Si nos contagiamos no podremos ser un referente para ellos, y nuestros hijos necesitan referentes que le trasmitan estabilidad, autoestima y firmeza en los ideales.
Aprender es cambiar comportamientos erróneos por comportamientos adecuados, crecer, pedir perdón por los errores, perdonar.
El verano es época de recolección de frutos, pero para ello, previamente hay que arrancar la mala hierba que a veces se presentan como  bonitas flores de primavera y que sabemos que le quitan vigor a nuestras plantas. El campo debe estar limpio de hierbas, pulgones, parásitos. Los agricultores incluso ponen redes para preservar sus uvas de los pájaros. También para los padres es tiempo de observación y reflexión. De ver crecer las semillas que hemos sembrado en nuestros hijos.

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