La respuesta del Gobierno español ofreciendo acoger a las 629 personas que han viajado en el barco 'Aquarius' de la ONG francesa SOS Mediterranee y Médicos sin Fronteras después de que los gobiernos de Italia y Malta rechazaran durante 24 horas la arribada a sus puertos de la embarcación, puso fin a un episodio lamentable por inhumano. Entre el martes y el sábado, mientras el barco viajaba hasta Valencia, una gran cantidad de organizaciones, ayuntamientos y comunidades autónomas han mostrado su disposición a acoger a estas personas que vienen huyendo de la guerras, graves atentados a sus derechos y de la pobreza.
La rápida actuación del Gobierno español pretendió ser un gesto "simbólico, pero efectivo", en palabras del ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, Josep Borrell, para llamar la atención de Bruselas sobre la necesidad de un cambio en las políticas migratorias de la Unión Europea y suscitar una respuesta conjunta de todos los países. Curiosamente el mismo objetivo que consideró cumplido el ministro del Interior italiano, Salvini, pero desde un acción inhumana que no dudó en utilizar a los 629 inmigrantes para alertar a Bruselas de la situación. La propia Guardia Costera italiana trasladó a más de 900 inmigrantes a sus puertos horas después de que rechazara la llegada del 'Aquarius' dejando claro que la estrategia era hostigar a las ONGs que quedan en el Mediterráneo tratando de salvar vidas.
La respuesta de los líderes políticos de la Unión Europea esta semana se ha destacado por dos mensajes; los reproches entre dos países del Sur, Francia e Italia, y la fría indiferencia del Parlamento Europeo. Cuando se iba a debatir sobre la situación del 'Aquarius', la cámara se vació y solo asistieron al debate 70 de los 751 diputados. Parece que el norte ha abandonado a su suerte al sur con "su problema", en realidad un asunto de todos. Se repite el desinterés que ya se manifestó cuando la tragedia de Lampedusa que acabó con 366 personas ahogadas y el grito del papa Francisco ante los restos del naufragio: "Vergüenza". Durante un año, la UE financió y mantuvo una operación de rescate de inmigrantes. Después dejo todo en manos de Italia y las ONGs hasta la actual situación de desbordamiento.
Esconder la cabeza o dejarle el problema a los vecinos de abajo no sirve absolutamente para nada porque volverá a reproducirse una y otra vez.
En el 'Aquarius' llegan 629 personas, varias mujeres embarazadas entre ellas, 123 niños y 60 de ellos viajan solos. No está muy claro el destino de muchos de ellos -probablemente serán expulsados- pero estamos seguros de que los más vulnerables, entre ellos los menores, van a ser acogidos e integrados en nuestra sociedad. Esos chavales son solo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo, el de los catalogados como MENA (Menores no acompañados) que vagan por las calles de Melilla o la península. Si no hay actuaciones concretas y decididas, el problema crecerá en los próximos años. El pasado domingo, en su primera entrevista en una televisión, el ministro Borrell aseguró sentirse abrumado tras asistir a un encuentro en la Universidad de Dakar (Senegal) en la que se habló de que en 2050 África contará con 2500 millones de habitantes frente a los 500 millones de Europa. Una auténtica bomba demográfica.
El buen tiempo y probablemente el fin del Ramadán en Marruecos ha impulsado la salida de inmigrantes que permanecen en el país vecino -al que la Unión Europea destina grandes cantidades de dinero para que haga de gendarme en el Sur- viajando hasta las costas andaluzas en barquitos, pateras y hasta en las barquitas de plástico conocidas como 'Toys' que utilizan nuestros niños en las playas.
La sociedad española sigue dando la talla en muchos de los aspectos que engloban el complejo fenómeno de las migraciones. Hoy por hoy debemos de felicitarnos por la labor de sensibilización, denuncia, acogida e integración que un sector muy cualificado e involucrado lleva a cabo para la protección de los derechos humanos, la dignidad y la vida de personas que han sido perseguidas por motivos políticos, su orientación sexual, etnia, religión, guerras o la pobreza. Organizaciones del Tercer Sector (Cruz Roja, CEAR, Intermon Oxfam o la Red Acoge entre otras muchas), de la Iglesia Católica (Cáritas, Servicio Jesuita a Migrantes, Pueblos Unidos), el Defensor del Pueblo, los jueces de vigilancia de los centros de internamientos de extranjeros y el Consejo General de la Abogacía trabajan día a día por ellos.
En el 'Aquarius' llegan 629 personas, varias mujeres embarazadas entre ellas, 123 niños y 60 de ellos viajan solos. No está muy claro el destino de muchos de ellos -probablemente serán expulsados- pero estamos seguros de que los más vulnerables, entre ellos los menores, van a ser acogidos e integrados en nuestra sociedad. Esos chavales son solo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo, el de los catalogados como MENA (Menores no acompañados) que vagan por las calles de Melilla o la península. Si no hay actuaciones concretas y decididas, el problema crecerá en los próximos años. El pasado domingo, en su primera entrevista en una televisión, el ministro Borrell aseguró sentirse abrumado tras asistir a un encuentro en la Universidad de Dakar (Senegal) en la que se habló de que en 2050 África contará con 2500 millones de habitantes frente a los 500 millones de Europa. Una auténtica bomba demográfica.
El buen tiempo y probablemente el fin del Ramadán en Marruecos ha impulsado la salida de inmigrantes que permanecen en el país vecino -al que la Unión Europea destina grandes cantidades de dinero para que haga de gendarme en el Sur- viajando hasta las costas andaluzas en barquitos, pateras y hasta en las barquitas de plástico conocidas como 'Toys' que utilizan nuestros niños en las playas.
La sociedad española sigue dando la talla en muchos de los aspectos que engloban el complejo fenómeno de las migraciones. Hoy por hoy debemos de felicitarnos por la labor de sensibilización, denuncia, acogida e integración que un sector muy cualificado e involucrado lleva a cabo para la protección de los derechos humanos, la dignidad y la vida de personas que han sido perseguidas por motivos políticos, su orientación sexual, etnia, religión, guerras o la pobreza. Organizaciones del Tercer Sector (Cruz Roja, CEAR, Intermon Oxfam o la Red Acoge entre otras muchas), de la Iglesia Católica (Cáritas, Servicio Jesuita a Migrantes, Pueblos Unidos), el Defensor del Pueblo, los jueces de vigilancia de los centros de internamientos de extranjeros y el Consejo General de la Abogacía trabajan día a día por ellos.
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