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Andrés Espinosa
Psicólogo voluntario en el Teléfono de la
Esperanza
Para hablar de libertad, qué mejor que
comenzar por sus limitaciones. Que mejor sitio que una prisión, pero como todos
sabemos hay muchos tipos de rejas. ¿O acaso no es una limitación la firma de
una hipoteca? Más los gastos de una familia, letra de coche, luz, agua, IBI,
basura, comunidad, comida y otros. Y todo ello, pagándolo con un sueldo después
de trabajar 70 horas semanales, como en el caso de los taxistas u otros
trabajos de hostelería; siendo en muchos casos, trabajos que no gustan. Además,
llegado el día de descanso, nos debemos a la familia, que no siempre ni en
todos los casos nos hacen felices, debido a una elección de pareja por
dependencia afectiva o enganche emocional, que no desde una realización
personal suficiente y madura.
Esto en el mejor de los casos. ¿Cuántas
personas se hallan de alquiler o después de separarse viviendo en casa de los
padres? Con la obligación de pasar la manutención y el pago de la vivienda, no
quedándole suficiente para independizarse. También encontramos personas que no
pueden ir a reagruparse con sus seres queridos por temas burocráticos. ¿Y las
limitaciones de una persona en silla de ruedas? Esa mujer u hombre que vive en
una vivienda sin ascensor y lleva años sin pisar la calle, o esa mujer presa de
su marido maltratador, que le da miedo hasta opinar, debido a la reacción que pueda
tener el susodicho.
Las que se hayan alojadas en el cuerpo con
sexo “erróneo”, ¿no es acaso una prisión aún mayor? ¿Y las personas
tetrapléjicas, o las que viven sin los recursos mínimos para subsistir y con
falta de medicamentos?
Dejando los grandes dramas, podemos decir
que antaño los esclavos se ataban con grilletes; en la actualidad, en una
sociedad “libre” y democrática como la nuestra, los grilletes son dorados, y a
veces con brillantes. Como pueden ser lujos al límite de nuestras
posibilidades, aunque para ello renunciemos a compartir tiempo con la familia.
Psicología conductista
Desde los descubrimientos del psicólogo
estadounidense John Broadus Watson, fundador de la escuela de
psicología conductista, conocido por los experimentos al pequeño Albert, nos
inducen al sistema de consumo, impidiéndonos la capacidad de raciocinio como
individuos independientes. De ahí su famosa frase, anulando al
individuo: “Dame una centena de niños sanos, bien formados, para que los eduque,
y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se
convierta en un especialista de cualquier tipo: médico, abogado, artista,
hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón, prescindiendo de su talento,
inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus
antepasados”.
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Este señor se percató de que si
relacionamos un objeto con un estímulo aversivo, se produce un condicionamiento
que además luego tiende a generalizarse, sucediendo de igual forma a la
inversa, al relacionar un objeto con un estímulo apetitivo. Como luego hizo
Watson cuando lo incorporó a la empresa, al vincularse laboralmente a la
agencia de publicidad Walter Thompson, desarrollando programas
masivos con estos principios de reacciones emocionales condicionadas, para
multinacionales como la General Motors y Johnson Baby.
Psicología para el consumo de masas
Usó a mujeres atractivas para ponerlas
junto a los grandes coches de la marca, en carteles publicitarios,
multiplicándose las ventas. Percatándose a su vez, del poder del sexo y de cómo
el instinto de procreación, de continuar la especie, es de lo más impulsivo,
anulando cualquier capacidad de raciocinio consciente. Con ello pudieron
comprobar cómo con este tipo de psicología se podía manipular a la masa. En la
actualidad sigue funcionando.
¿O por qué en las facultades y desde las
empresas y gobiernos se hace hincapié en seguir la línea científica demostrable
de la psicología cognitivo conductual? Es una inversión que se rentabiliza,
controlando al pueblo. En el fondo es una maniobra de la mente dual. En cambio,
las terapias humanistas son rechazadas por las instituciones académicas y
científicas, ya que lo que buscan es la libertad del individuo, el
empoderamiento de su propia vida, la autenticidad que hay en cada uno de
nosotros; y esto al poder le da miedo, lo que interesa es que seamos maleables
y controlables.
Me viene el recuerdo de una consultante
con su hijo. Esta pretendía que manipulase a su hijo para que dejase a la
novia, que según ella le estaba haciendo mal. La verdad es no tengo claro cuál
de las dos le hacía más daño, si la madre o la novia. El problema para su hijo
era que la madre pagaba la consulta; por lo tanto, acabaron las sesiones con
aquella primera visita. Le expliqué que su hijo debe aprender por sí mismo
y tomar sus propias decisiones. Como cuando comenzó a caminar. ¿Ella lo hacía
por él? Le expliqué que no hay error en los aprendizajes, que el niño necesita
caerse para aprender, que le tenemos que dar su espacio. La tendencia al
control de muchos padres impide crecer a sus hijos y tomar las decisiones por
sí mismos, que son siempre las más apropiadas.
Volviendo al ejemplo inicial de las
cárceles, podemos decir que los reclusos -que no quiere decir que sean todos- son
consecuencia, de este sistema manipulativo. ¿O quizás han elegido nacer en un
barrio marginal y en una familia sin medios? El sistema necesita víctimas,
necesita el estímulo aversivo para poder enseñar al resto, para mostrar lo que
les ocurre a los que no cumplen las normas. Al igual que utilizan la recompensa
en los condicionamientos para el consumo, utilizan el castigo para imponer el
control sobre los que no quieran o no pueden aceptar las normas. ¿O piensan que
de verdad quieren rehabilitarlos? Además de ser víctimas de su entorno, siendo
en algunos casos los más nobles del grupo, y están ahí por cumplir unas reglas
dentro de los subgrupos y no delatar a los principales responsables.
Una decisión personal e individual
La libertad real es un acto de
empoderamiento interno, es una decisión personal e individual que no depende
del contexto donde nos hallemos; eso tan solo lo condiciona, pero no lo impide.
Como hemos visto, tan sólo nos separan grados en los límites de libertad, sean
estos económicos, físicos o mentales. Siempre habrá límites externos mientras
estemos en este plano. La verdadera libertad se adquiere y comienza con la
rendición, aunque suene raro. La rendición no implica resignación. Esto es
rendirse a lo que es y no puede ser cambiado, el mayor acto de libertad que
puede hacer un ser humano, es la aceptación, dando paso con ello al presente,
vivir el aquí y ahora, no desear estar en ningún otro sitio, ni en ninguna otra
situación, que en la que nos encontremos. Parafraseando a Confucio: “Dios
dame paciencia para aceptar lo que es y no puede ser cambiado, el valor y la
fuerza para cambiar lo que podemos y debe ser cambiado, y la sabiduría
necesaria para discernir entre ambas”.
Tenemos que analizar cuáles son las
circunstancias de nuestra vida inamovibles, al menos en ese momento. Si estamos
en la cárcel, como es el caso que hemos elegido no podremos elegir
cualquier lugar. Lo que sí podemos elegir es la forma en la que ser y
estar; incluso allí, hay cierta capacidad de movimiento. Podemos elegir entre:
estar en la biblioteca invirtiendo el tiempo, leyendo, y liberando la mente” “o
lamentarme de lo que no puedo hacer”. Vamos a celebrar y a realizar lo que sí
podemos hacer, como por ejemplo hacer deporte, aprender una profesión, estudiar
una carrera o un módulo, etc. Con ello ampliaremos nuestro horizonte para que
una vez fuera tengamos más posibilidad de realización; y sobre todo, para no
volver a ser presos del sistema. Tenemos que estar en él, sino pertenecerle.
Somos miembros de un sistema, el cual es bastante disruptivo, de ahí la
importancia de estar en él sin pertenecerle, ser una flor del loto. Como dice
Fito en su canción: “lo que realmente le interesa son las flores que crecen
en el barro”.
Es como el dolor, si nos resistimos a él,
nos lleva al sufrimiento, si lo aceptamos y transmutamos, al menos no pasa de
ahí. Es cierto, que si sobrepasa nuestro umbral, nuestro límite y presencia,
pasará al modo mental, entraremos en el sufrimiento, de alguna forma y/o medida
nos hemos resistido a lo que es.
La libertad y la realidad se hallan al
otro lado del miedo, cuando se transciende la mente para habitar el presente.
Estar en la mente a través del futuro o el pasado, no es real, no existe. El
pasado nos genera por lo general depresión y añoranza; y el futuro ansiedad,
por los miedos que nos generan posibles situaciones adversas en el futuro. Al
igual que los miedos y deseos nos anclan a la mente, a la irrealidad, son los
dos instrumentos principales que nos hacen salir de la presencia. La mente
genera estados temidos o añorados para así no perder su poder. Lo podemos
simplificar todo a miedo. Esta es la emoción suprema en el mundo dual, ya que
debajo de todo deseo existe una carencia y esta proviene del miedo a no tener.
También nos genera estados eufóricos o
depresivos, nos lleva de un estado a otro, mareándonos, para tenernos atrapados,
ni ella misma, la propia mente, sabe a dónde ir. Es como el perro cachorro, que
ni come ni deja comer. Le da miedo perder el poder, no llevar razón, miedo a no
ser, “detrás de todo ello, se esconde el miedo a la muerte”. No a
la muerte física, si no a la muerte del ego, “que es lo que muere
llegado el momento”, la muerte de lo ficticio, de lo que creemos ser, esa
construcción mental, artificiosa e ilusoria, ya que la muerte como tal no
existe.
Ese es el acto: el no acto, para ser y
estar en uno mismo, sin enjuiciar. En el momento que dejamos de valorar las
situaciones como positivas o negativas, dejamos de ceder el poder a la mente.
Culpabilizar a otros, mirar hacia fuera para huir de lo que somos en esencia.
Una vez ahí, todo encaja, lo que ocurre tiene un sentido que desde la mente
dual no alcanzamos a discernir. La vida son sincronicidades que nos llevan al
despertar, aunque sea a través del sufrimiento, a través de llevarnos a
nuestros límites para que demos el salto, el gran salto hacia la libertad,
hacia ser lo que somos y nunca dejamos de ser.
Cuando la vida nos pone al límite, es una
oportunidad de crecimiento. En el mismo corredor de la muerte, en esos momentos
que el ser humano no tiene escapatoria, son verdaderas oportunidades. O si nos
diagnostican un cáncer irreversible o tenemos un accidente con una experiencia
cercana a la muerte, son los momentos de mayor oportunidad. Si mantener la
presencia en condiciones de tensión cotidiana nos resulta difícil. Las
situaciones extremas que he descrito antes nos resultarán más difíciles, pero
también es cierto que son grandes saltos. La posibilidad de rendición y
aceptación es mayor y más clara. No depende de nosotros, se escapa a nuestro
control, no tenemos otra opción que elegir entre la aceptación o el
sufrimiento.
Es como cuando nos hundimos en una piscina
o en el mar. Si no llegamos a tocar fondo, difícilmente podremos coger el
impulso que necesitamos para subir, además de no saber dónde estamos, ni la
dirección en la que ir. Necesitamos tocar fondo para coger impulso y saber en
qué dirección está la superficie. Con lo cual, a mayor grado de dificultad,
mayor será la recompensa y el crecimiento.
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Conciencia y amor
La dualidad se mueve por el miedo, es el
motor del mundo actual. En cambio, la conciencia se mueve desde y para el AMOR.
Si quieres seguir ahí, adelante, toma tus decisiones desde el miedo. Sólo
tienes que encubrirla con palabras como: prudencia, seguridad, estabilidad,
sensatez y otras palabrejas similares que te mantendrán en la creencia de que
estás haciendo lo más adecuado. Más aún, si le pides consejos a tus seres
queridos; estos te procurarán lo menos arriesgado para ellos estar
tranquilos de sus miedos. La mayoría suelen proyectar sus miedos sobre los
otros. No es agradable ver nuestras cobardías, así que mejor meter miedo para
que tú no hagas lo que ellos no se atrevieron a hacer, “seguir sus sueños”.
“Cuando quieras emprender algo, habrá
mucha gente que te dirá que no lo hagas; cuando vean que no pueden
detenerte, te dirán cómo tienes que hacerlo y cuando
finalmente vean que lo has logrado, dirán que siempre creyeron en ti”. Anónimo.
Si quieres VIVIR, si realmente quieres
NACER, toma las decisiones desde el corazón, desde el AMOR. Haz lo que sientas
desde adentro, las derrotas son menos dolorosas y más dignas si la “sufrimos”
con la certeza de saber que estamos donde debemos y queremos estar, desde esa
paz y serenidad de SER. Esa certeza que te da hacer lo que dicta el corazón.
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