Loli Muñoz es orientadora y coordinadora de cursos y el programa 'Entre Amigos'
en el Teléfono de la Esperanza de Málaga. Nunca olvidará la primera vez que
piso nuestra sede. Vivía una situación de crisis personal complicada, fue
escuchada con empatía y consolada en su sufrimiento. A partir de ahí surgió en
ella un sentimiento de agradecimiento que le impulsaba a querer colaborar como
voluntaria. Hizo los cursos, se formó e integró en el equipo de orientadores
que cada día atienden de forma respetuosa las llamadas de personas angustiadas,
desorientadas o desbordadas por los problemas de la vida.
En esta entrevista recuerda a los primeros
llamantes que orientó, valora la importancia de trabajar en el crecimiento
personal y reflexiona sobre la necesidad de educar en las emociones a los niños
desde pequeños.
¿A qué te dedicabas laboralmente?
Era jefa de cocina (cocinera de colectividad). Trabajaba en una fundación
pública para la integración social de personas con trastornos mentales graves.
¿Cuál era tu situación
personal cuando te acercaste a la asociación y que cursos y talleres hiciste?
Estaba en una situación personal de duelo, había fallecido mi madre muy
joven de una corta y dolorosa enfermedad que me costó aceptar.
¿Conociste el Teléfono de
la Esperanza por amigos, voluntarios o por Internet?
Un día esperando el autobús, en una marquesina, vi anunciado “Teléfono de
la Esperanza te escuchamos”, apunté el número de teléfono y la dirección. Y decidí
ir a la sede, fue un día en el que me encontraba bastante perdida. Allí me
recibió y atendió con mucho cariño y respeto, un orientador, un señor mayor. Me
ofreció un vaso de agua y me escucho en silencio, recuerdo que le relataba la
grave enfermedad de mi madre, y su posterior fallecimiento. Lloraba, lloraba
mucho, me llamo la atención como me escuchaba, sin juicios, con empatía. Me dio
tanta confianza que termine contándole otros capítulos dolorosos de mi vida. El
orientador me dio cita con un psicólogo, y me aconsejó que hiciera el Taller de
Duelo, detrás de ese vinieron el de Autoestima, Estrés y Ansiedad, etc. Para mí
fue tan importante y liberador, que decidí hacerme voluntaria, de alguna forma
quería demostrar mi gratitud. Estando colaborando ya como voluntaria, me
enteré de unos cursos que había de desarrollo personal, y me inscribí. ¡
Ahí puedo decir que hubo un antes y después en mi vida!
¿Qué te aportaron a tu vida personal y familiar?
Con los cursos descubrí mis heridas emocionales y el porqué de muchas cosas
que me pasaban emocionalmente, y me di cuenta que tenía un largo trabajo
personal por delante. A su vez como mis ganas de colaborar crecían, quería
llegar a ser orientadora y poder ayudar igual que me ayudó aquel gran hombre y
mejor persona. Gracias a esos cursos que a su vez me ayudaron a mi conocimiento
y crecimiento personal hoy soy orientadora del Teléfono de la Esperanza con
dedicación, compromiso y orgullo. Al darme cuenta desde donde venían mis
problemas y poner todo en orden, mi vida personal, familiar y laboral cambió.
Estaba abierta al cambio, y cuando una persona suelta, acepta y confía todo
cambia. Me gusta una frase que dice “cambia tu y cambiaran los demás”. Y así
fue, empecé a ser más tolerante, más empática, menos rígida y
autoexigente. En definitiva, a ver todo con otras gafas, las gafas del amor a
mí misma, y hacia los demás. He llegado a la conclusión de que no se puede dar
lo que no se tiene.
¿Qué recuerdos tienes de
la primera o primeras llamadas que atendiste?
Terminé mi formación como orientadora, y por fin llego mi primer día,
estaba muy nerviosa, quería hacerlo bien, escuchar como aquel buen hombre, (hoy
mi compañero) me escuchó y me ayudó a mí. Recuerdo la primera llamada, fue de
una señora que quería dar las gracias por estar ahí siempre cuando ella lo
había necesitado. Otras llamadas de ese mismo día iban muy dirigidas a los
sentimientos de soledad, me llamo la atención, que incluso personas que no
vivían solas sentían soledad.
¿Alguna de las que has atendido estos años te ha impresionado?
Las llamadas que más me impresionan son de personas que dicen no
encontrarle sentido a sus vidas, que incluso hablan de suicidio. Por desgracia
cada vez se reciben más llamadas de este tipo y de gente muy joven. En pandemia
se triplicaron las llamadas. Me impresionó mucho que llamaban asustados,
perdidos; muchos sanitarios llamaban agotados, exhaustos emocionalmente, se les
animaba a que siguieran, que los necesitábamos, que lo estaban haciendo muy
bien.
En el curso de ‘Desarrollo Personal II’ tiene mucha importancia perdonar y
perdonarse para la transformación personal. ¿Qué es más
difícil perdonar o perdonarse?
En mi opinión es más difícil perdonarse a sí mismo, que perdonar a los
demás, creo que ahí interviene mucho el amor propio, si yo me quiero, me
perdonaré, igual que sería capaz de perdonar a los otros. De niños, la
sociedad, nuestros padres, en la escuela, nos enseñaron a pedir perdón, pero no
a perdonarnos a nosotros mismos.
Sé tú mismo cuando ayudas
a los demás, decía nuestro compañero José Portillo en un artículo en el
blog. ¿Qué descubriste de ti misma en el proceso de formación que podrá servir
para ayudar a los demás?
Para poder ayudar a los demás unas de mis asignaturas pendientes era
perdonarme y perdonar, desde que practiqué el perdón primero hacia mi persona y
luego hacia los demás mi vida dio un giro de 180º, entendí y me entendí.
De ahí la importancia de la inteligencia emocional, es una asignatura pendiente
en nuestra sociedad.
Nos han educado de una
forma que nos introducen creencias limitantes sobre nosotros mismos y nosotros
al relacionarnos con los demás. ¿Qué se podría hacer para educar a los
niños de otra manera?
Darle a los niños herramientas para que puedan gestionar sus emociones de
una forma sana emocionalmente, enseñarlos a que crean en ellos mismos, que se
amen con sus limitaciones, transmitirles que son valiosos y que los amamos. A
veces en nuestro afán por proteger a nuestros hijos, no nos damos cuenta de que
limitamos su autonomía personal.
¡NO SALTES TAN ALTO! ¡NO VAYAS TAN RAPIDO! ¡TE VAS A CAER! ¡NO VES
QUE NO PUEDES!
A veces no nos damos cuenta de lo mucho que nuestras palabras pesan en el
subconsciente de nuestros hijos y en vez de alentar, desanimamos y acabamos
transmitiendo pensamientos limitantes. Y es que la forma de cómo le
hablamos a los demás tiene un efecto más poderoso de lo que imaginamos. Y más
en los niños. Inculcarles autonomía y dar espacio para que sean INDEPENDIENTES
Y CAPACES es vital para el desarrollo de los niños. Tenemos que quitarnos los
miedos y confiar para que nuestros miedos no nos paralicen ni a padres, ni a
hijos. La labor de los padres es cuidar, no sobreproteger. Sobreprotegerlos
puede ser tan perjudicial como desentendernos de ellos.
¿Qué ha aportado el Teléfono de la Esperanza a tu vida?
El Teléfono de la Esperanza me ha aportado serenidad, amor propio, amor
hacia los demás, y sobre todo esperanza, de que a pesar de que vengan malos
tiempos los aceptaré como enseñanza y crecimiento.
¿Te ayuda para vivir la
etapa actual de tus mayores?
Si, me ha ayudado bastante a vivir la
etapa actual de mi padre. Como dije anteriormente el perdón ha sido crucial en
mi trabajo personal y también en este caso. Me ha ayudado a comprender ciertos
comportamientos que en su día me dolieron y no aceptaba, he aprendido a mirar y
actuar desde la compasión y el amor ante aquellas conductas que antes no
entendía. Me he dado cuenta de que mi padre actuaba desde sus carencias y
heridas no desde su esencia. Hoy tenemos muy buena relación. No hace mucho me
dijo "gracias por todo lo que haces por mi". Eso me lleno de paz
interior.
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