jueves, 12 de agosto de 2021

Aprender a gestionar las emociones

 

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Lola Muñoz Donate

Orientadora del Teléfono de la Esperanza de Málaga


En mi largo recorrido, como orientadora del Teléfono de la Esperanza de Málaga, he podido observar que las llamadas que se dan con más frecuencia y las que más me llaman la atención son las que se originan por una mala gestión de las emociones. 

Uno de los principales problemas del ser humano es que no sabe relacionarse con sus propias emociones. Las teme, las rechaza, las reprime, se aferra a ellas…, pero jamás las observa con distancia, y por eso, le pueden. Solo abriéndonos a sentirlas, podemos dejar de sufrir por lo que sentimos. Nosotros no somos la emoción, somos el ser que la experimenta. Tomar consciencia de ello nos ayuda a relacionarnos con nuestras emociones de manera más natural y fluida.

Hay una diferencia entre sentir una emoción y sufrirla. Se puede sentir miedo, ira, tristeza, sin sufrir. 

Solo con el hecho de aceptarla, ya damos un gran paso. Cuando se deja de luchar contra ella, cuando no nos juzgamos por la emoción, y sobre todo, no la reprimimos, cuando respiramos y nos abrimos a sentir lo que estamos sintiendo, haciendo las paces con uno mismo.

Citando a Shkyamuni Buda, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.

El sufrimiento es la diferencia entre lo que se siente y lo que queremos sentir. Cuando no hay lucha es porque no pretendemos sentir algo diferente a lo que estamos sintiendo. 

Para sanar el dolor hay que dejar de luchar contra él.  Aceptando y observando lo que sucede dentro de nosotros.

Cuando luchamos contra una emoción desagradable la perpetuamos. Es como si una parte de nosotros, luchara contra otra parte de nuestra que ya se siente dolorida. Esta batalla ocurre dentro de uno mismo. 

Tenemos que establecer una relación pacífica y de amor con aquellas emociones que surjan en nuestro interior.

Gestionar una emoción tiene que ver más con abrazarla que con rechazarla. Solo al abrirnos a sentir lo que sentimos podemos dejar de sufrir por la emoción. 

Imaginemos que nuestro interior es una fiesta y la emoción es un invitado molesto. ¿Qué pasaría si nos permitiéramos disfrutar de la fiesta aun con el invitado molesto?

Le estaríamos quitando poder sobre nosotros, el invitado dejaría de controlar nuestro interior. Sería una manera buena de hacernos cargo de nuestro bienestar, decidiendo disfrutar de la vida...



Como he señalado al principio, mi misión como orientadora, más que aconsejar es escuchar y empatizar con la persona que llama pidiendo ayuda. Además, en ocasiones, tengo que recurrir a hacerle ver desde otra perspectiva su problema. Es como abrirles puertas, que les permitan ver desde otro nivel de conciencia, que estando en un momento de oscuridad no son capaces de ver.

Les hablo de la importancia de la meditación, de la observación. Que sientan desde el corazón, dejar la mente a un lado, ya que los pensamientos influyen en nuestras emociones. Ni nuestros pensamientos, ni nuestras emociones tienen por qué dominarnos. En ese espacio esta nuestra libertad.

Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio, ahí está la felicidad.

Las emociones están ahí no solo para sufrirlas, nuestro organismo considera que es adecuado también sentirlas.

De ahí la importancia de la meditación, tomar consciencia de nuestro cuerpo, de las sensaciones en nuestro interior, tomar consciencia de nosotros, y no perdernos en la historia que nos contamos acerca de la realidad, y sobre todo no engancharnos a la historia subjetiva que nuestra mente crea compulsivamente.

Saber más de las emociones básicas:

El miedo. Ser valiente, no es no tener miedo, si no saber gestionarlo.

La tristeza, no quiere que nos hundamos, si no que ahondemos en nosotros.

La ira, muestra que todo enfado esconde un temor.

La alegría, vivir en paz conlleva dejar de reaccionar en automático.


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