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Ana Manrique
Psicóloga en el Teléfono de la Esperanza
A raíz de un estudio de la Universidad de Oviedo, sobre el potencial incremento en las tasas de suicidio durante la pandemia Covid y de la publicación en la revista The Lancet del trabajo de investigación llevado a cabo en 21 países, entre ellos España, se concluye que en los primeros meses de la pandemia no parece haber un incremento significativo en el número de suicidios consumados pero si un aumento de trastornos de interiorización (ansiedad, depresión y pensamientos suicidas) en los jóvenes.
A medida que se han ido sucediendo
las diferentes etapas de la pandemia, la sociedad, y sobre todo los
profesionales de salud mental, ha vuelto su mirada hacia los jóvenes. En los
jóvenes está el futuro. Son proyecciones de esperanza que a veces los adultos
visionamos bajo los mismos cánones que nosotros tuvimos.
Pero entre nuestros jóvenes y las
generaciones anteriores, ha habido cambios importantes a los que se van a
enfrentar y tal vez no hemos sido capaces de mostrarles las herramientas
adecuadas para afrontar los nuevos conceptos y circunstancias que se abren ante
ellos.
Palabras para una vida saludable
Creo que somos los adultos y quienes
se dedican a la ayuda en situaciones de crisis, los que tenemos que trabajar el
acercamiento con la escucha constructiva y buscar las palabras que necesitan
escuchar, para que encuentren la estructuración de sus vidas de manera
saludable.
Últimamente parece que se han
disparado las alarmas en España al comprobar que ha aumentado el número de población
joven que acude a los servicios de salud mental con problemas de ansiedad,
depresión o trastornos de personalidad, que derivan posteriormente en idea o
intencionalidad suicida.
Nuestra experiencia
Dada la experiencia y formación
continua, el Teléfono de la Esperanza está jugando un papel primordial en la
sociedad. Sabemos la importancia de los pilares en los que se basa el
desarrollo personal desde la infancia en cada una de las historias individuales
de cada llamante.
Y si sabemos cuáles han sido los factores que han provocado esta situación de vulnerabilidad en la población joven, podemos ponernos a trabajar con ellos facilitándoles herramientas protectoras. Realmente en cada persona estos factores intervinientes son múltiples, y con matices muy particulares de expresión, desarrollo y tratamiento, pero están basados en denominadores comunes en, prácticamente, todos los seres humanos. Estos factores son los siguientes:
Amor, aderezado de
comprensión.
Tiempo que les
dedicamos, la cercanía.
La escucha paciente. Dando pie a su expresión verbal. El amor y el tiempo se asientan sobre esta escucha.
Si seguimos con la observación sin
juicios. E intervenimos con palabras pausadas que les sirvan de aclaración,
apoyo y sobre todo para reflexionar en sus propias proyecciones mentales,
estaremos trabajando junto a ellos su resiliencia, su autoestima, su propio
respeto y la empatía. A la vez ampliaremos conceptos, depositando estímulos
positivos de responsabilidad y la voluntad coherente que ponga en marcha sus
ilusiones.
Una vida con sentido
Necesitan todo esto y más, para
convertir su vacío, su sufrimiento, sus ideas suicidas, en una vida con
sentido. Necesitan referentes que les impulsen a creer en sí mismos.
Si ellos están confusos y han perdido
la fe en la vida, nos toca a los adultos creer en ellos. En el fondo sabemos
que conseguiremos superar este bache y que en toda sociedad son necesarias
todas y cada una de las etapas del ser humano para complementarse entre sí y
crecer al unísono.
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