jueves, 5 de agosto de 2021

A la escucha paciente de los jóvenes


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Ana Manrique

Psicóloga en el Teléfono de la Esperanza

A raíz de un estudio de la Universidad de Oviedo, sobre el potencial incremento en las tasas de suicidio durante la pandemia Covid y de la publicación en la revista The Lancet del trabajo de investigación llevado a cabo en 21 países, entre ellos España, se concluye que en los primeros meses de la pandemia no parece haber un incremento significativo en el número de suicidios consumados pero si un aumento de trastornos de interiorización (ansiedad, depresión y pensamientos suicidas) en los jóvenes.

A medida que se han ido sucediendo las diferentes etapas de la pandemia, la sociedad, y sobre todo los profesionales de salud mental, ha vuelto su mirada hacia los jóvenes. En los jóvenes está el futuro. Son proyecciones de esperanza que a veces los adultos visionamos bajo los mismos cánones que nosotros tuvimos.

Pero entre nuestros jóvenes y las generaciones anteriores, ha habido cambios importantes a los que se van a enfrentar y tal vez no hemos sido capaces de mostrarles las herramientas adecuadas para afrontar los nuevos conceptos y circunstancias que se abren ante ellos.

Palabras para una vida saludable

Creo que somos los adultos y quienes se dedican a la ayuda en situaciones de crisis, los que tenemos que trabajar el acercamiento con la escucha constructiva y buscar las palabras que necesitan escuchar, para que encuentren la estructuración de sus vidas de manera saludable.

Últimamente parece que se han disparado las alarmas en España al comprobar que ha aumentado el número de población joven que acude a los servicios de salud mental con problemas de ansiedad, depresión o trastornos de personalidad, que derivan posteriormente en idea o intencionalidad suicida.

Nuestra experiencia       

Dada la experiencia y formación continua, el Teléfono de la Esperanza está jugando un papel primordial en la sociedad. Sabemos la importancia de los pilares en los que se basa el desarrollo personal desde la infancia en cada una de las historias individuales de cada llamante.

Y si sabemos cuáles han sido los factores que han provocado esta situación de vulnerabilidad en la población joven, podemos ponernos a trabajar con ellos facilitándoles herramientas protectoras. Realmente en cada persona estos factores intervinientes son múltiples, y con matices muy particulares de expresión, desarrollo y tratamiento, pero están basados en denominadores comunes en, prácticamente, todos los seres humanos. Estos factores son los siguientes:

Amor, aderezado de comprensión.

Tiempo que les dedicamos, la cercanía.

La escucha paciente. Dando pie a su expresión verbal. El amor y el tiempo se asientan sobre esta escucha.

Si seguimos con la observación sin juicios. E intervenimos con palabras pausadas que les sirvan de aclaración, apoyo y sobre todo para reflexionar en sus propias proyecciones mentales, estaremos trabajando junto a ellos su resiliencia, su autoestima, su propio respeto y la empatía. A la vez ampliaremos conceptos, depositando estímulos positivos de responsabilidad y la voluntad coherente que ponga en marcha sus ilusiones.

Una vida con sentido

Necesitan todo esto y más, para convertir su vacío, su sufrimiento, sus ideas suicidas, en una vida con sentido. Necesitan referentes que les impulsen a creer en sí mismos.

Si ellos están confusos y han perdido la fe en la vida, nos toca a los adultos creer en ellos. En el fondo sabemos que conseguiremos superar este bache y que en toda sociedad son necesarias todas y cada una de las etapas del ser humano para complementarse entre sí y crecer al unísono.

 

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