José María Rueda tiene 55 años y ha sido
profesor de secundaria de Geografía e Historia. Actualmente está jubilado por
enfermedad. Es miembro del equipo de Orientación del Teléfono de la
Esperanza de Málaga. Cumple 15 años escuchando las angustias y problemas de
las personas que llaman y cuenta aquí su experiencia como voluntario, un viaje
desde el dolor personal a la atención a personas en crisis pasando
por su propia sanación.
- ¿En qué año
comenzaste a colaborar con el Teléfono de la Esperanza?
A finales del 2001 comencé la formación inicial y en
verano de 2002 hice la Coescucha y en septiembre empecé a coger el teléfono.
¿Cómo lo
conociste?
Conocí el teléfono gracias a Jesús García
Toribio. En 1992 (“annus horríbilis” ) estuve muy mal, sufrí una serie de
crisis muy profundas y Jesús fue el que me ayudó a poder tocar fondo. Durante
más de 10 años Jesús fue mi terapeuta, le debo haberme recuperado y poder
llevar una vida normal. En 2001 era el director del Teléfono de la Esperanza y
al estar en proceso de jubilación me propuso que colaborara. Lo primero que
pensé era que yo “estaba más para llamar que para atender el teléfono” pero
como confiaba, y confío plenamente en él vine, al principio no muy convencido
pero…aquí seguimos.
¿Qué aportó el
teléfono y su Psicología humanista a tu situación personal?
Los cursos te aportan conocimiento, te ayudan a ver
cosas que antes no eras capaz de ver, es como graduarte la vista, o ves todo
diferente, mejor. También te aportan destrezas, formas de trabajarte y trabajar
los problemas, aprendes a tolerar la frustración, a trabajar a largo plazo, a
saber escuchar y que el llamante sepa que le estás escuchando, a no implicarte
tanto como para que los problemas de los llamantes se conviertan en tus
problemas, empáticamente, acompañando pero sobre todo favoreciendo que sean los
llamantes los que lleguen a ver la solución a tu lado.
El teléfono ha hecho por mi mucho más de lo que yo
haya podido hacer. Me ha dado autoestima, me ha enseñado a relativizar los
problemas, creo que me ha hecho mejor persona para mí ha sido como una gran
familia, donde todos nos sentimos aceptados y recibimos el mismo cariño y
atención.
-¿En qué departamentos has colaborado y
que experiencias destacas de cada uno de ellos?
La mayor parte del tiempo he estado en Orientación,
también he colaborado con Administración, he dado cursos de formación inicial y
he colaborado con el Practicum.
- ¿Cuales eran los
principales problemas que exponían los llamantes en tus inicios como orientador?
-Los problemas fundamentales son los que derivan de la soledad. La
mayoría de los problemas cuando empecé eran la soledad y la incomunicación,
también, en menor medida, los derivados de enfermedades mentales y adicciones.
- Hoy parece que la soledad
y la incomunicación siguen estando presentes en muchos. A pesar de vivir
rodeados de personas o de esta conectados a mucha gente en la redes sociales.
¿Cómo lo ves?
La soledad sigue siendo el principal
problema, sea cual sea la causa, hay una soledad absoluta de quien no tiene a
nadie y una soledad, quizá peor, de los que si tienen personas alrededor,
familia, amigos, pero no se atreven, no pueden abrirse a ellos para contarle
sus problemas. Vivimos en una sociedad alienada que rehúye las relaciones
personales sino es a través de dispositivos, estamos rodeados de personas que
mantienen una relación virtual, no conocemos a nuestros vecinos y cuando
salimos del ámbito profesional, estudiantil no nos relacionamos de una forma
sana.
- Otro problema muy presente es el de los suicidios. El teléfono está llevando a cabo un programa pionero con el Ayuntamiento de Málaga. ¿Qué se le puede transmitir a una persona que piensa en suicidarse para que se agarre a la vida?
Que mientras haya vida hay esperanza, que
hay momentos en los que solo sirve apretar los dientes, buscar ayuda
profesional y trabajar para salir del hoyo. Cuando se vuelve la vista atrás te
dices que mereció la pena, que puede haber cosas que tiene difícil arreglo pero
hay muchas que si lo tienen, esas son las que merecen la pena, esas son las que
nos van a ayudar a salir del pozo y descubrir cuantas cosas maravillosas nos
habríamos perdido, a pesar de las sombras que tiene, la vida merece la pena.
- ¿Qué tratas de
aportar a las personas que llaman?
Lo primero que intento es que se
tranquilicen, que no tenemos prisa, dejar que se desahoguen y que puedan sacar
el problema, cuando un problema una crisis se expone, se verbaliza, se ve de
otra manera aunque siga estando ahí.
- ¿Se poducen más
llamadas de jóvenes hoy día y, en ese caso, que es lo que les agobia o deprime?
Yo creo que no, que los jóvenes llaman en la misma proporción poco más o menos y sus problemas suelen tener que ver más
con las relaciones con sus padres o con sus parejas, a esas edades los
problemas, como todo lo demás, se suelen vivir con mayor intensidad.
- Algún caso de
personas que te hayan impactado en todos estos años por su petición de ayuda
El que más me impactó, y todavía lo
recuerdo, fue al principio, uno de los primeros turnos que hice. Un llamante
crónico se dio cuenta que yo era nuevo y no tenía mucha experiencia y me hizo
creer que se iba a suicidar y colgó. Me quedé fatal, estuve a punto de no
volver a coger el teléfono pero gracias a mis compñeros comprendí
que, aunque es raro, hay personas tan solas que no tienen ni a quien hacer
daño, triste pero cierto.
- Invita a las personas que nos leen a
colaborar con el Teléfono de la Esperanza
Yo diría que hay que vencer el temor que
a veces sentimos pensando que no vamos a saber, es una
responsabilidad, cierto, pero ninguno somos supermanes y si no se
sienten con ánimo para atender las llamadas hay otras muchas tareas donde
arrimar el hombro y que son muy necesarios.
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