La etapa de confinamiento por la alarma sanitaria en marzo de 2020 dio visibilidad a la importancia de trabajos esenciales para la comunidad, además de los del sector sanitario, como los de la distribución y venta de alimentos, el transporte de mercancias o, entre otros muchos, la seguridad. Se habló de trabajadores esenciales, se ensalzó la relevancia de su labor y se evidenció la necesidad de un mayor reconocimiento social y económico.
Este verano, cuando las olas de calor han asolado España han tomado protagonismo las duras circunstancias que tienen que vivir cada día, sobre todo en las horas centrales de la jornada, los trabajadores de la construcción, repartidores y empleados de la limpieza entre otros.
El pasado fin de semana un barrendero de 60 años que cubría su turno en Madrid cayó desplomado por un golpe de calor y murió. Su cuerpo presentaba una temperatura de 40 grados. Así lo narró su hiijo en televisión. Trabajaba con uniforme de poliéster, un tejido inadecuado para el calor. Un grado menos alcanzó otro empleado que también se desvaneció y fue atendido por los servicios sanitarios. Además, 14 personas más sufrieron mareos y vómitos mientras trabajaban bajo el inclemente sol que abrasaba las calles de Madrid.
Ya el pasado mes de junio hubo una propuesta sindical de modificar las rutas en las labores de limpieza para evitar las calles sin árboles a mediodía, pero no se puso en marcha. Días antes de la tragedia, varios trabajadores advirtieron del peligro de los golpes de calor y más aún trabajando con uniforme de poliéster.
Diferentes empleados de Urbaser, concesionaria del servicio de limpieza, manifestaron su temor a ser sancionados por la empresa o los inspectores municipales si cambiaban las rutas establecidas. Urbaser, una empresa de origen español con presencia en 25 países, fue vendida en 2016 a un grupo empresarial chino que a su vez la vendió en 2021 a un gran fondo de inversión con sede en California. Sus beneficios son millonarios.
Tras la muerte del trabajador, el Ayuntamiento de Madrid anunció la flexibilidad en los turnos de trabajo para permitir a los empleados no trabajar entre las 14 y las 17 horas.
La lenta e ineficaz reacción de las autoridades municipales madrileñas contrasta con el gesto generoso y directo de Teatro del Barrio, una entidad dedicada a la cultura que se ubica en el popular barrio de Lavapiés. Esta semana sus responsables difundieron un cartel en redes sociales en el que se daba la bienvenida en su local de 200 metros a cualquier persona que trabaje en la calle y lo ejemplificaba en personal de limpieza, construcción y lectores de parquímetros. "El Teatro del Barrio es vuestra casa si necesitáis agua fresca, sombra o descansar".
Teatro del Barrio puso en marcha durante el confinamiento en marzo de 2020 un banco de alimentos del que se beneficiaron 700 familias y casi 400 personas sin hogar.
La solidaridad desde abajo y por derecho contrasta con la frialdad de las grandes estructuras empresariales y administrativas. Las personas no son meros epígrafes en el texto de los grandes contratos de los servicios públicos
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