José
Antonio Sau
Coordinador del departamento de Orientación
El blog del Teléfono de la Esperanza me ha
pedido que haga un artículo para explicar el trabajo que hace el departamento de Orientación, y
que supone el primer contacto que se tiene cuando se nos llama. De ahí fluye la
información que, según el tipo de llamada, se deriva a nuestros profesionales o simplemente se hace la escucha activa para atender el tipo
de crisis que cada llamada trae en su interior.
Según lo que percibimos en la persona
que está sufriendo se le da el tipo de solución
que más se puede acercar en cada caso.
No voy a hablar de los orientadores en sí, ni
de sus aspectos técnicos de formación porque en un artículo de 2017 se
abordaban todos estos aspectos. Vivimos una situación social que no quisiéramos que sucediera pero es la realidad y hay que aceptarla, porque entre otras
cosas es lo que nos ha tocado vivir y
hay que echar una mano: toda ayuda es insuficiente y estamos aquí para este
momento. Hay muchas personas que lo pasan mal y ahí se fundamenta nuestro
voluntariado y nuestro trabajo. Me refiero a dar respuesta a los problemas de
las personas ahora en la pandemia del coronavirus.
Desde nuestras casas
Hemos tenido que actuar cambiando nuestra
forma de actuar para poder atender la cantidad de llamadas que recibimos, no
podíamos ir a la sede a hacer nuestro trabajo, y aquí se ha hecho un esfuerzo
extraordinario implantando los últimos avances de las soluciones tecnológicas
para seguir con esta labor desde nuestras casas. Los orientadores, pese a tener
sus propios problemas, hacen el esfuerzo de acompañar a los usuarios con
entrega, dedicación, voluntad y empatía y la experiencia no ha podido salir
mejor.
Hubo que ponerse al día con prisas por las condiciones derivadas de la pandemia, aprender mucho en poco tiempo, dedicar muchas horas, estudiar todo lo aportado, pero al final el resultado no ha podido ser mejor -siempre hay cosas que mejorar- pero se han logrado metas que parecía imposible alcanzar hasta hace poco tiempo. Los primeros días, una vez que teníamos la tecnología, hubo que enseñar el manejo de todas las normas sobre la marcha con muchas dudas, errores, normas, preguntas y malos ratos. Tuvimos muchos contratiempos y era desesperante, pero todo lo enfocamos hacía un horizonte común: saber que todo servía para mejorar y que el fin y la solución estaban cerca, como así fue.
Un
esfuerzo común
Somos 50 orientadores y no podría destacar a
ninguno, porque cuando se les pidió un esfuerzo, todos, con la mejor voluntad,
dieron un paso al frente y en muy poco tiempo se puso al día el servicio y se
empezó a caminar dentro de una espiral que nos cogió a todos en medio,
pero nuestra recompensa es que el Teléfono de la Esperanza estáfuncionando y cumpliendo su misión, aquella para lo que fue creado y a la
que nunca ha traicionado en medio siglo de vida.
Este viento del virus no viene solo, arrastra
por su propia inercia muchos materiales transformados en problemas de todo
tipo: miedo, ansiedad, incertidumbre, precariedad económica, conflictos
familiares, etc. Problemas sufridos en nuestras carnes y portadores de unas consecuencias
devastadoras para el país, pero hay que mirar al futuro sabiendo que podremos
vencer esta crisis sanitaria.
Todo ello se traduce en un aumento de un 46%
por ciento de llamadas más que las que se hicieron en todo el año 2019, y esto
solo en Málaga; pero al extrapolar estos datos a todo el país nos encontramos
que la tendencia es la misma, siendo extraordinariamente importante el
incremento de sufrimiento, ansiedad, angustia y otras consecuencias a nivel
personal.
Las
caras del sufrimiento
Podríamos clasificar las llamadas de la
siguiente manera: aquellas que versan sobre problemas de ansiedad, soledad,
tristeza, depresión, vivencia de duelo, convivencia de parejas, trastornos
mentales agravados por el confinamiento, ideación suicida y temas sociales
derivados de la crisis económica producida por la pandemia (pobreza, falta de
ingresos, precariedad, miedo, hambre y miseria).
Los datos son preocupantes: se han producido en toda España 103.674 llamadas, con una media diaria de 398 comunicaciones. La temática Covid-19 está presente en el 7,14% de las llamadas que recibimos y la suicida en el 3,21%. Las comunicaciones efectuadas por mayores de 65 años son el 14,35%. Desde la declaración del estado de alarma en marzo, la presión y la cifra de llamadas se han disparado. Los datos son una radiografía fiel de lo que está ocurriendo en la sociedad española.
Amortiguar
la presión social
Estos problemas nos marcan un mosaico de la realidad que tenemos en el país, es una estadística muy fiel. En estos casos es cuando el Teléfono de la Esperanza demuestra, como decía un compañero, que es “un gran soporte para amortiguar la presión social”. Y si algo bueno ha tenido esta crisis es que nos ha hecho pensar, nos ha dejado mucho tiempo para pensar en nosotros con suficiente sinceridad y honestidad para comprender nuestro modo de vida y el trabajo como orientadores. Cuando eres testigo directo y ves a las personas, que con su carga de enfermedad, algunas veces terminan riendo, o mejor de lo que estaban, ese es el premio y te das cuenta de lo que es la vida, aprecias que toda esa experiencia te enseña a vivir y a valorar lo estupenda que es la existencia.
Percibes que los llamantes son personas que
se vuelven gigantes en esos momentos, son detalles, son los verdaderos héroes
de este mundo, personas que te enseñan a vivir y eso ocurre con cada llamada, con
cada palabra, con cada experiencia y a cada momento: ellos son mis héroes y es
en ellos en quienes me tengo que centrar para poner mi grano de arena en esa
playa solidaria. Y eso, unido a todos los orientadores, mis compañeros,
conforman ese gran litoral. Sus experiencias, sus momentos y sus problemas
pasan a formar parte de mi vida, de nuestra vida, una vida que te enseña poco a
poco a vivirla y a devolver en parte todo lo que nos dan los que llaman. Es una
recompensa extraordinaria.
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