La Gran Recogida de los bancos de alimentos en toda España se está haciendo en plena pandemia del coronavirus sin entrega física de alimentos en los supermercados para evitar el contacto personal y el riesgo de contagios que supone. Se está desarrolando desde el 16 al 22 de noviembre haciendo donaciones de dinero en las tiendas y supermercados que se han añadido a esta iniciativa. Este año de 2020, marcado por la pandemia del coronavirus, las personas que lo deseen pueden hacer sus aportaciones hasta el 6 de diciembre mediante La Gran Recogida Virtual. Esta segunda opción permite a los donantes elegir en la web hacer donaciones de dinero online a alguno de los bancos de alimentos que hay por toda España o la federación Fesbal.
La masiva acción solidaria llega en un momento de crisis sanitaria, económica y social en la que son cientos de miles las familias que sobreviven a diario gracias al reparto de alimentos en comedores sociales. La dureza de esta crisis golpea fuerte a los mayores en soledad y a los niños. Crecen los perfiles de personas que necesitan estas ayudas básicas -muchos no las habían necesitado nunca- y se añaden a los que ya venían necesitándola anteriormente. En Andalucía, desde hace varios años, el Programa de Garantía Alimentaria de la Junta permite que escolares en zonas de exclusión social puedan recibir todas las comidas diarias. El pasado verano, el programa Escuelas de Verano hizo posible que 4000 niños de entre 3 y 15 años asistieran a esta actividad y pudieran hacer todas sus comidas diarias evitando la desnutrición.
La crisis del coronavirus en su aspecto social no sabemos cuanto tiempo se va a prolongar ni hasta donde se va a extender. Todo ello se produce en un contexto creciente en los últimos años de precariedad laboral creciente, pobreza y aumento imparable de la desigualdad social como advierten constantemene los informes FOESSA de Cáritas y los análisis de la ONG Intermón, habitualmente dedicada a la cooperación internacional, pero que este año se está volcando en programas de apoyo a entidades locales que trabajan contra la exclusión social en nuestro país.
El pasado 7 de octubre, con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, Cáritas presentó el informe 'Vulneración de derechos: Trabajo decente' que ofreció datos demoledores: casi 2,5 millones de personas en España tienen un trabajo pero son pobres. La denominada inestabilidad laboral grave alcanza a 7,8 millones de personas. Entre los muchos datos del informe, destaca que el Servicio Público de Empleo Estatal contabilizó en agosto de 2020 que un 56,3% de las contrataciones fueron temporales y, de ellos, el 37,8% fueron contratos de menos de siete días. Tener un empleo ya no garantiza por si mismo sobrevivir dignamente ni evitar la pobreza.
La realidad social descrita ha hecho que año tras año no paren de crecer la atención a las necesidades básicas de sectores mayores de la población y a su vez aumente el número de voluntarios que participan en La Gran Recogida, las grandes superficies que se suman a la iniciativa y los kilos de alimentos almacenados para abastecer a los comedores sociales y asociaciones de ayuda. Se habla de batir récords, se incrementan las donaciones, desgravaciones fiscales de empresas y particulares y muchas compañías de la alimentación aprovechan para situar sus mensajes publicitarios en el mercado e incrementar la facturación.
Tampoco hay que olvidar que los bancos de alimentos se abastecen también de los excedentes agrícolas que se producen en la Unión Europea. Cada país recibe una cuota de producción sin vender que acaba en la asistencia social. Solo el Banco de Alimentos de Córdoba distribuyó en 2019 un total de 1,3 millones de kilos de frutas y hortalizas producidos en España.
En un contexto global, se sabe que la producción de alimentos supera a lo que necesitaría la población mundial para sobrevivir. El estilo de vida hiperconsumista en las sociedades occidentales no tiene en cuenta esta variable y se estima que un tercio de los alimentos que se producen van a la basura. Tiran alimentos las grandes cadenas de alimentación, los restaurantes y los particulares. En palabras del papa Francisco "sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen y el alimento que se deshecha es como si se robara de la mesa del pobre".
La pandemia del coronavirus ha puesto sobre la mesa de forma descarnada las contradicciones de un sistema económico centrado en el consumo a gran escala de productos y servicios, la extracción imparable de recursos naturales y el crecimiento ilimitado de residuos. En ocasiones, además, los deshechos de las sociedades hiperconsumistas viajan a países asiáticos para ser allí eliminados en vertederos incontrolados. Muchos sectores abogan por combatir las causas del hambre, la pobreza y la desigualdad yendo a la raíz de esos males. Los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) impulsados por las Naciones Unidas y suscritos por 193 países incluyen el Fin de la Pobreza y Hambre Cero entre sus 17 puntos.
La pandemia del coronavirus con su grave crisis social obliga a enfocar los problemas de otra forma adelantando esos objetivos que se establecieron para cumplir en 2030. Grandes sectores de la población no pueden esperar tanto tiempo. En esa línea, el papa Francisco está impulsando la creación de un fondo mundial para acabar con el hambre en el mundo. El dinero saldría de ahorrar en las astronómicas cifras dedicadas al gasto militar en el mundo. La desinversión en armamento ayudaría a combatir otro tipo de violencias. "La violencia no es solo batalla armada o explosión de bombas. El hambre, la falta de instrucción o asistencia sanitaria, así como la enemistas entre estados y pueblos; todas son formas de violencia que nacen de la globalización de la indiferencia", recalca el papa Francisco.
En el año 2019 se batió el récord de dinero destinado a la industria armamentística con un gasto de 1,917 billones de dólares, según el Instituto Internacional de Estocolmo de Investigaciones para la Paz. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU sostiene que 260.000 millones serían suficientes para acabar con la lacra del hambre en el planeta. El papa Francisco secunda al secretario general de la ONU en su petición de alto el fuego global y, a partir de ahí, se está trabajando para implicar a universidades, organismos internacionales, religiones, ONGs, sector privado y gobiernos en desmontar la lógica perversa de incrementar el gasto en armamento como justificación para mantener la paz. También se lucha contra la cadena de intereses que ata a la banca internacional en las inversiones en armas. Se está trabajando ya para impulsar las sinergias y el trabajo en red de todos los sectores. Una de las acciones concretas es la campaña de sensibilización 'No apueste por las bombas o mueva el dinero de las armas nucleares' dirigida a que la banca no invierta en ellas.
El 22 de enero de 2021 entrará en vigor el tratado internacional para la prohibición de armas nucleares que ya han firmado 50 países. El acuerdo obliga a los firmantes a no desarrollar, probar, adquirir, poseer o almacenar armas nucleares u otros explosivos nucleares en cualquier circunstancia.
La iniciativa se dirigirá también a los ciudadanos en general para que tomen posición en sus inversiones priorizando confiar sus ahorros e inversiones personales a entidades financieras que respalden programas de desarrollo y abandonen a las que invierten en la industria del armamento. Todo el plan del que se ha informado esta semana en una conferencia de prensa online con periodistas se enfoca a que los gobiernos, poco a poco, rebajen sus gastos militares e inviertan en un fondo mundial para lograr la seguridad alimentaria de toda la población del planeta. El objetivo final es el 'hambre cero' al que se llegaría con acciones transformadoras más allá del asistencialismo. Se trata de que la sobreproducción mundial de alimentos que se quedan sin vender en los mercados lleguen a las personas que no tienen acceso a ellos. Entonces no sería necesario dedicar cuotas anuales de los sobrantes en la UE para donaciones, ni grandes recogidas cada vez mayores. Hay un tercio de alimentos que acaban tirados en la basura. Revertir ese sinsentido es tarea de todos. La crisis del coronavirus nos acompañará mucho tiempo, pero no solo ha venido cargada de dolor, también está inspirando nuevos planteamientos y caminos de esperanza para la humanidad.
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