jueves, 11 de junio de 2020

Aprendiendo a practicar la escucha activa con el Teléfono de la Esperanza





Todos los años en el mes de junio, ‘El tiempo de la esperanza’ se reúne con Ana Manrique, coordinadora del grupo de alumnos de Psicología que hacen prácticas durante el curso en el Teléfono de la Esperanza. El estado de alarma por la pandemia ha impedido esta vez la cita con los futuros psicólogos que aprenden del día a día en nuestra asociación con voluntarios y usuarios que vienen buscando ayuda. No ha habido encuentro personal, ni foto de grupo, pero hemos recibido los testimonios de las participantes en el Practicum a través de WhatsApp
Clara Ávalos Díaz, de 39 años, y Matilde Elisa Aba Romero, de 56 años, alumnas del último curso de Psicología en la UNED, nos cuentan su itinerario por los cursos y talleres y lo que descubrieron en sus sesiones prácticas de coescucha de las personas que llaman pidiendo ayuda.
Clara Ávalos eligió hacer las prácticas con nosotros porque buscaba una ONG y el Teléfono de la Esperanza fue “altamente recomendada” por la Universidad y los psicólogos a los que sondeó. También influyó su interés por todo lo relacionado con el suicidio.
Matilde Elisa Aba tenía conocimiento de la labor que realiza el teléfono como ONG. “Me gustaba su corte humanista. Consideré que dentro de la mención escogida, Piscología Clínica, me podía aportar una gran experiencia dada la variedad de personas que acuden solicitando ayuda, una casuística amplia y representativa de los problemas que cotidianamente podría encontrarme como profesional de la Psicología”.
La formación práctica que han recibido ha sido amplia e intensa, a pesar de que a mitad de marzo, el estado de alarma obligó a suspender todas las actividades presenciales en la sede.
Clara hizo los cursos ‘Conocerse para Crecer (Módulo 1)”, ‘Suicidio’, ‘Técnicas Proyectivas Infantiles: Dibujos’  y ‘Aprender a Ayudar’. Matilde, por su parte, realizó ‘Desarrollo Personal’
Las dos participaron en los talleres ‘Inteligencia Emocional’, ‘Mindfulness’, ‘Ansiedad y Estrés, ‘Alegría de Vivir’ y ‘Aprender a ayudar’.

Talleres que enriquecen
Las alumnas aprecian el valor de la escucha activa como técnica para empatizar y ayudar a las personas. “Lo que valoro más de mis prácticas es el haber aprendido la gran importancia de la escucha activa. Gracias a ella estos talleres funcionan más como “terapias de grupo” haciendo que cada uno de los miembros expongamos nuestras experiencias con total confidencialidad, confortabilidad y respeto”, resume Clara.
Su compañera Matilde ha aprendido mucho de lo vivido de forma experiencial en los talleres. De cada uno de ellos se lleva algo para enriquecer su experiencia para la Psicología Clínica. En ‘Inteligencia Emocional’ aprendió más sobre el manejo de sus propias emociones y cómo relacionarse con los demás.
“Las considero fundamentales para poder alcanzar la felicidad en esta vida”, detalla. También potenció su aprendizaje sobre las relaciones interpersonales el Taller de Mindfulness, una técnica que ya conocía.
El paso por el curso ‘Desarrollo Personal’  y su seguimiento posterior no pasa desapercibido para nadie. Matilde comenta que ha aumentado su capacidad “para detectar emociones, creencias y poder expresarlas. Conocerme con más profundidad. Mejorar mi capacidad de observación, un mayor conocimiento del ser humano e integrar nuevas habilidades para el desarrollo y puesta en práctica de técnicas y procedimientos en un contexto de grupo”.
El Taller Aprender a Ayudar es un hito importante en la formación de nuestros voluntarios y las alumnas del Practicum lo vivieron como algo muy enriquecedor. Reflexionaron sobre el hecho de que somos seres sociales y como tales necesitamos ayuda. Matilde Elisa Aba quiere resaltar que “cuando hablamos de ayuda también tenemos que hablar de encuentro y de reciprocidad, no sólo necesitamos ayuda de los demás , los demás también necesitan que les ayudemos, pero si lo haces con espontaneidad, autenticidad y dando de ti lo mejor que tienes, el efecto es prodigioso, doblemente terapéutico, no sólo consigues ayudar a alguien que en ese momento se puede sentir vulnerable, frágil y necesitado, sino que tu ser se enriquece y tu energía vibra más alta, te conviertes en mejor persona”.
El ‘Taller Ansiedad y Estrés’  le enseñó técnicas para mejorar la autoestima, cambiar pensamientos disruptivos y de relajación, e integración del conocimiento teórico y práctico sobre las emociones y la gestión del estrés y el ‘Taller la Alegría de Vivir’ potenció en ellas ese sentimiento tan humano de que la vida, con sus vaivenes y dificultades. “La vida puede ser todo lo que yo quiero que sea, que lo importante es la actitud con la que comienzas cada día y que todo lo que hay alrededor es necesario para que exista”.




A la escucha de los llamantes
Hay un lugar silencioso y acogedor en el Teléfono de la Esperanza donde cada día del año, a cualquier hora, suena el teléfono y alguien al otro lado busca ayuda, luz, un horizonte en los momentos de sufrimiento o de confusión. Acaso solo soltar pesadas cargas vitales o sentirse acompañado en la soledad de su vida. Clara Ávalos recuerda lo que descubrió estando presente. “Ha sido una experiencia muy reveladora. Uno tiene la falsa creencia que al teléfono sólo llama gente con grandes crisis, sobre todo crisis suicidas. Sin embargo, la gran mayoría de las llamadas son de gente que simplemente quieren hablar, que se sienten solas y es éste el único recurso que tienen. Lo que más me ha impresionado es la cantidad de gente que se siente “sola”, en especial personas de la tercera edad”.
A su compañera Matilde le estimuló la enseñanza de los orientadores y el hecho de saber que ella misma podía contar con ellos si lo necesitaba. Ella misma participó en la atención haciendo la coescucha y la recuerda como una experiencia “muy grata y reconfortante”. Es así cuando se consigue que “la persona al otro lado del teléfono esboce una sonrisa, se relaje y se quede tranquila al saber que no está sola y tiene alguien a quien poder contarle lo que le ocurre, sin juicio y con todo el respeto del mundo”.
De los casos que tuvo que escuchar, los relacionados con el suicidio son los que más me le impresionaron. Concretamente tuvo que gestionar con el orientador la llamada de una madre que temía que su hijo pudiera suicidarse. “Hicimos todo lo que el protocolo recomienda y espero que todo acabase bien”, detalló.
Para Clara fue un descubrimiento lo que ella denomina “las voces silenciosas del llamante”. “Se trata de una persona que tiene un Trastorno Mental muy explícito –aclara- y escuchas a sus padres de fondo, o bien incitándole a que hable con nosotros, o pidiendo disculpas por “molestarnos. En estos casos los que realmente solicitan la ayuda son los cuidadores”. 

Ayudadores que fueron ayudados
Escucha activa y aprendizaje sobre el crecimiento personal de cada uno. Así funciona el voluntariado del Teléfono de la Esperanza. “No tenía conocimiento de que esto fuera así. Creo que no hay mejor formación que la vivencial” y “Desde luego que no es lo mismo tener el conocimiento teórico que haber vivenciado determinadas situaciones extremas o con un impacto emocional fuerte”. Las alumnas en prácticas valoran así el hecho de que muchos de los voluntarios recibieron ayuda anteriormente para superar sus crisis personales.

La coordinadora, agradecida
Ana Manrique, psicóloga coordinadora de las prácticas, observó durante el curso el acercamiento que las alumnas hacen a las situaciones y casos reales que, de la sociedad, llegan al Teléfono de la Esperanza.  “Al principio con cautela y es esto lo que más me gusta de los alumnos –explica- porque considero que descubren la importancia de la intervención tranquila, paciente que se hace en la sede.
Poco a poco van tomando otra actitud tanto en la asistencia a cursos y talleres como en la escucha que han participado”.
Cada año Ana Manrique disfruta con los temas y análisis de las situaciones que hace con sus alumnas en los seminarios que han desarrollado. Este año ha sido especial porque “de repente llegó la Navidad, y sin darnos cuenta la pandemia, y también de repente empezamos a trabajar en la distancia y encontramos la forma de completar, su práctica de escucha, desarrollo de casos, informes y las memorias”. La coordinadora del Practicum está agradecida ­ Clara y Elisa, “por haberme facilitado el desarrollo de estos tres últimos meses. Ha sido gratificante haberos conocido”. 






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