Todos los años en el
mes de junio, ‘El tiempo de la esperanza’ se reúne con Ana Manrique,
coordinadora del grupo de alumnos de Psicología que hacen prácticas durante el
curso en el Teléfono de la Esperanza. El estado de alarma por la pandemia ha
impedido esta vez la cita con los futuros psicólogos que aprenden del día a día
en nuestra asociación con voluntarios y usuarios que vienen buscando ayuda. No
ha habido encuentro personal, ni foto de grupo, pero hemos recibido los
testimonios de las participantes en el Practicum a través de WhatsApp
Clara Ávalos Díaz, de
39 años, y Matilde Elisa Aba Romero, de 56 años, alumnas del último curso de
Psicología en la UNED, nos cuentan su itinerario por los cursos y talleres y lo
que descubrieron en sus sesiones prácticas de coescucha de las personas que
llaman pidiendo ayuda.
Clara Ávalos eligió
hacer las prácticas con nosotros porque buscaba una ONG y el Teléfono de la
Esperanza fue “altamente recomendada” por la Universidad y los psicólogos a los
que sondeó. También influyó su interés por todo lo relacionado con el suicidio.
Matilde Elisa Aba tenía conocimiento de la
labor que realiza el teléfono como ONG. “Me gustaba su corte humanista.
Consideré que dentro de la mención escogida, Piscología Clínica, me podía
aportar una gran experiencia dada la variedad de personas que acuden solicitando
ayuda, una casuística amplia y representativa de los problemas que
cotidianamente podría encontrarme como profesional de la Psicología”.
La formación práctica
que han recibido ha sido amplia e intensa, a pesar de que a mitad de marzo, el
estado de alarma obligó a suspender todas las actividades presenciales en la
sede.
Clara hizo los cursos
‘Conocerse para Crecer (Módulo 1)”, ‘Suicidio’, ‘Técnicas Proyectivas
Infantiles: Dibujos’ y ‘Aprender a
Ayudar’. Matilde, por su parte, realizó ‘Desarrollo Personal’
Las dos participaron
en los talleres ‘Inteligencia Emocional’, ‘Mindfulness’, ‘Ansiedad y Estrés, ‘Alegría
de Vivir’ y ‘Aprender a ayudar’.
Las alumnas aprecian
el valor de la escucha activa como técnica para empatizar y ayudar a las
personas. “Lo que valoro más de mis prácticas es el haber aprendido la gran
importancia de la escucha activa. Gracias a ella estos talleres funcionan más
como “terapias de grupo” haciendo que cada uno de los miembros expongamos
nuestras experiencias con total confidencialidad, confortabilidad y respeto”,
resume Clara.
Su compañera Matilde
ha aprendido mucho de lo vivido de forma experiencial en los talleres. De cada
uno de ellos se lleva algo para enriquecer su experiencia para la Psicología
Clínica. En ‘Inteligencia Emocional’ aprendió más sobre el manejo de sus
propias emociones y cómo relacionarse con los demás.
“Las considero fundamentales
para poder alcanzar la felicidad en esta vida”, detalla. También potenció su
aprendizaje sobre las relaciones interpersonales el Taller de Mindfulness, una
técnica que ya conocía.
El paso por el curso ‘Desarrollo
Personal’ y su seguimiento posterior no
pasa desapercibido para nadie. Matilde comenta que ha aumentado su capacidad “para
detectar emociones, creencias y poder expresarlas. Conocerme con más profundidad.
Mejorar mi capacidad de observación, un mayor conocimiento del ser humano e
integrar nuevas habilidades para el desarrollo y puesta en práctica de técnicas
y procedimientos en un contexto de grupo”.
El Taller Aprender a Ayudar
es un hito importante en la formación de nuestros voluntarios y las alumnas del
Practicum lo vivieron como algo muy enriquecedor. Reflexionaron sobre el hecho
de que somos seres sociales y como tales necesitamos ayuda. Matilde Elisa Aba
quiere resaltar que “cuando hablamos de ayuda también tenemos que hablar de
encuentro y de reciprocidad, no sólo necesitamos ayuda de los demás , los demás
también necesitan que les ayudemos, pero si lo haces con espontaneidad, autenticidad
y dando de ti lo mejor que tienes, el efecto es prodigioso, doblemente
terapéutico, no sólo consigues ayudar a alguien que en ese momento se puede
sentir vulnerable, frágil y necesitado, sino que tu ser se enriquece y tu energía
vibra más alta, te conviertes en mejor persona”.
El ‘Taller Ansiedad y Estrés’
le enseñó técnicas para mejorar la autoestima,
cambiar pensamientos disruptivos y de relajación, e integración del
conocimiento teórico y práctico sobre las emociones y la gestión del estrés y
el ‘Taller la Alegría de Vivir’ potenció en ellas ese sentimiento tan humano de
que la vida, con sus vaivenes y dificultades. “La vida puede ser todo lo que yo
quiero que sea, que lo importante es la actitud con la que comienzas cada día y
que todo lo que hay alrededor es necesario para que exista”.
A la escucha de los llamantes
Hay un lugar silencioso y
acogedor en el Teléfono de la Esperanza donde cada día del año, a cualquier
hora, suena el teléfono y alguien al otro lado busca ayuda, luz, un horizonte
en los momentos de sufrimiento o de confusión. Acaso solo soltar pesadas cargas
vitales o sentirse acompañado en la soledad de su vida. Clara Ávalos recuerda
lo que descubrió estando presente. “Ha sido una experiencia muy reveladora. Uno
tiene la falsa creencia que al teléfono sólo llama gente con grandes crisis,
sobre todo crisis suicidas. Sin embargo, la gran mayoría de las llamadas son de
gente que simplemente quieren hablar, que se sienten solas y es éste el único
recurso que tienen. Lo que más me ha impresionado es la cantidad de gente que
se siente “sola”, en especial personas de la tercera edad”.
A su compañera Matilde le
estimuló la enseñanza de los orientadores y el hecho de saber que ella misma
podía contar con ellos si lo necesitaba. Ella misma participó en la atención
haciendo la coescucha y la recuerda como una experiencia “muy grata y
reconfortante”. Es así cuando se consigue que “la persona al otro lado del
teléfono esboce una sonrisa, se relaje y se quede tranquila al saber que no
está sola y tiene alguien a quien poder contarle lo que le ocurre, sin juicio y
con todo el respeto del mundo”.
De los casos que tuvo que
escuchar, los relacionados con el suicidio son los que más me le impresionaron.
Concretamente tuvo que gestionar con el orientador la llamada de una madre que
temía que su hijo pudiera suicidarse. “Hicimos todo lo que el protocolo
recomienda y espero que todo acabase bien”, detalló.
Para Clara fue un descubrimiento lo que ella denomina “las voces silenciosas del
llamante”. “Se trata de una persona que tiene un Trastorno Mental muy explícito
–aclara- y escuchas a sus padres de fondo, o bien incitándole a que hable con
nosotros, o pidiendo disculpas por “molestarnos. En estos casos los que
realmente solicitan la ayuda son los cuidadores”.
Ayudadores
que fueron ayudados
Escucha activa y
aprendizaje sobre el crecimiento personal de cada uno. Así funciona el
voluntariado del Teléfono de la Esperanza. “No tenía conocimiento de que esto
fuera así. Creo que no hay mejor formación que la vivencial” y “Desde luego que
no es lo mismo tener el conocimiento teórico que haber vivenciado determinadas situaciones
extremas o con un impacto emocional fuerte”. Las alumnas en prácticas valoran
así el hecho de que muchos de los voluntarios recibieron ayuda anteriormente
para superar sus crisis personales.
La coordinadora, agradecida
La coordinadora, agradecida
Ana Manrique, psicóloga coordinadora de las prácticas,
observó durante el curso el acercamiento que las alumnas hacen a las
situaciones y casos reales que, de la sociedad, llegan al Teléfono de la
Esperanza. “Al principio con cautela y es esto lo que más me gusta de los
alumnos –explica- porque considero que descubren la importancia de la
intervención tranquila, paciente que se hace en la sede.
Poco a poco van tomando otra actitud tanto en la
asistencia a cursos y talleres como en la escucha que han participado”.
Cada año Ana Manrique disfruta con los
temas y análisis de las situaciones que hace con sus alumnas en los seminarios
que han desarrollado. Este año ha sido especial porque “de repente llegó la
Navidad, y sin darnos cuenta la pandemia, y también de repente empezamos a
trabajar en la distancia y encontramos la forma de completar, su práctica de
escucha, desarrollo de casos, informes y las memorias”. La coordinadora del
Practicum está agradecida Clara y Elisa, “por haberme facilitado el
desarrollo de estos tres últimos meses. Ha sido gratificante haberos conocido”.
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