martes, 23 de enero de 2018

José Portillo, orientador: "Ayudando me tomo mis píldoras de optimismo. Aquí he aprendido que si no estoy lleno de lo mejor, no puedo ayudar"





José Portillo tiene 40 años, es ciego y desde 2014 presta su servicio voluntario como orientador en el Teléfono de la Esperanza de Málaga. Llegó al teléfono con problemas, como muchas personas, pero también con una larga experiencia laboral y muchas inquietudes personales. Trabajó en la hostelería, como vendedor de la revista de discapacitados ‘7 días’ y cuenta con la formación de un máster especializado en coaching.

¿Cuándo contactaste con el Teléfono de la Esperanza la primera vez?
Allá por el año 2000 o 2001, necesité ayuda y vine. La psicóloga me comentó que había cursos y talleres que me podían venir bien, pero no pude hacerlos porque en esa época trabajaba 16 horas al día. Trabajaba vendiendo el cupón y luego en la casa hacia las tareas administrativas. Me dediqué a mi trabajo porque no podía pedir horas libres en la ONCE.

Y volviste a hacer los cursos de formación para el departamento de orientación
Sí, vine hace unos cinco años porque me había quedado con la curiosidad de hacerlos.  Mi mujer también hizo la formación.

¿Qué te aportó la formación como orientador?
Me sentí acogido desde el principio. Pude ver que experimentaba cosas nuevas,  creencias nuevas y veía las cosas desde puntos de vista muy diferentes. Para mí fue una gran ayuda. En la vida no todo son normas. Yo tenía una formación católica y estaba muy aferrado a las normas. Tenía que hacer las cosas porque eran un deber. Hoy soy más flexible.

¿Cómo fue tu incorporación a los turnos de orientación? ¿Recuerdas alguna llamada que te impactara especialmente?
Empecé los viernes a mediodía, luego pasé a la tarde, hice turnos largos, suplencias y pasé al turno de mañana que es el que hago ahora. Recuerdo la llamada de una niña de 11 años que me contó que su madre se había ido y colgó. No veo el teléfono y no pude tener más contacto con ella. No supe si tenía familia o que necesitaba.

¿En qué tipo de problemas has tenido que dar orientación a los llamantes?
He atendido a personas que han sufrido ideaciones suicidas, malos tratos, pobreza extrema, procesos de duelo y muchos casos de soledad.

¿Qué respuesta les das en cada caso?
En los casos de pobreza extrema, le explico a la persona que ser pobre no es algo de lo que tenga que avergonzarse. Es una cosa que algunos hemos vivido y es cuestión de llamar a muchas puertas hasta superarlo. Les facilito los teléfonos de atención de ONGs que pueden atenderle. Cuando hay un caso de malos tratos, ves como la mujer necesita expresar lo que probablemente no le cuenta a nadie para no verse juzgada y, además, tiene la autoestima por los suelos. Se les deja que lloren, suelten el dolor y la rabia y se les dice dónde pueden recibir ayuda. Cuando se trata de ideaciones suicidas, los contacto con nuestra psicóloga especializada y los atiende personalmente. Hay personas que están agobiadas por un problema, ven la solución y desaparece esa idea. En las situaciones de duelo, se les contacta con un psicólogo y se recomienda asistir a nuestro taller de duelo. La mayoría de las veces, ellos mismos escuchan sus sentimientos y ven como superarse.

¿El hecho de ser ciego, dificulta o sirve para la escucha?

Desde el primer momento no fue una dificultad,  todo lo contrario, fue un empujón. He pasado dificultades en la vida y he ayudado a la gente. Ayudando me tomo mis píldoras de optimismo. Me enriquece. Aquí he aprendido que si no estoy lleno de lo mejor, no puedo ayudar.

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