Los españoles viven una media de 83 años de vida, lo que supone un aumento de 13 años desde 1970 cuando la esperanza de vida estaba en los 70 años de edad. Las mujeres, incluso, disfrutan por lo general de más años de vida, alcanzando una media de 85 años. España es el segundo país de la OCDE, el bloque que engloba a los más desarrollados del mundo, con la mayor esperanza de vida.
La calidad de vida y la alimentación y la buena atención médica está causando, entre otros factores, que cada vez sea más frecuente conocer en nuestros entornos familiares, de amistades o vecinos a personas que han alcanzado los 90 años de edad. Está misma semana fallecía en Málaga nuestro querido Salvador Rodríguez de Tembleque, promotor y fundador del Teléfono de la Esperanza de Málaga a mitad de los años setenta. Dedicó su vida a su familia, su trabajo y su gran pasión; ayudar a los demás.
La longevidad de muchas personas mayores está planteando un reto de largo alcance de la sociedad y los poderes públicos, si la vida se prolonga con tanta frecuencia más allá de los 80 y 90 años, los octogenarios y nonagenarios tienen unas necesidades específicas de atención a la salud física y mental, alimentación, ocio y servicios de apoyo a domicilio. La soledad sigue siendo uno de los problemas más acuciantes de los mayores. Por otro lado, la prolongación de la vida conlleva, en muchos casos, la extensión a un tiempo mayor de las ilusiones y esperanzas del ser humano. Muchos de ellos, como Salvador, encuentran en el voluntariado un sentido sólido y enriquecedor a sus vidas. Dedican la etapa final de sus existencias a ayudar y, de esa forma, tener acceso a ser ayudados.
Hoy traemos a esta sección de noticias positivas el gran ejemplo de Concha Herrera, ceutí de nacimiento y cordobesa de adopción, que sigue día a día yendo a un centro de mayores de Córdoba a prestar servicio, un servicio muy específico y de calidad, da masajes a los ancianos y con su labor refuerza a la que ya hace el fisioterapeuta.
A sus 102 años, Concha evoca los años en los que vivió y fue feliz junto a su marido militar en el Sáhara español. Allí un profesor hindú le enseñó a "apretar los músculos fuerte, fuerte, que se enteren bien". Tenía 18 años y se ha dedicado a dar masajes desde entonces. Hoy es la voluntaria más mayor de la Cruz Roja Española y sigue dando su ayuda a los demás con ilusión.
La longevidad de muchas personas mayores está planteando un reto de largo alcance de la sociedad y los poderes públicos, si la vida se prolonga con tanta frecuencia más allá de los 80 y 90 años, los octogenarios y nonagenarios tienen unas necesidades específicas de atención a la salud física y mental, alimentación, ocio y servicios de apoyo a domicilio. La soledad sigue siendo uno de los problemas más acuciantes de los mayores. Por otro lado, la prolongación de la vida conlleva, en muchos casos, la extensión a un tiempo mayor de las ilusiones y esperanzas del ser humano. Muchos de ellos, como Salvador, encuentran en el voluntariado un sentido sólido y enriquecedor a sus vidas. Dedican la etapa final de sus existencias a ayudar y, de esa forma, tener acceso a ser ayudados.
Hoy traemos a esta sección de noticias positivas el gran ejemplo de Concha Herrera, ceutí de nacimiento y cordobesa de adopción, que sigue día a día yendo a un centro de mayores de Córdoba a prestar servicio, un servicio muy específico y de calidad, da masajes a los ancianos y con su labor refuerza a la que ya hace el fisioterapeuta.
A sus 102 años, Concha evoca los años en los que vivió y fue feliz junto a su marido militar en el Sáhara español. Allí un profesor hindú le enseñó a "apretar los músculos fuerte, fuerte, que se enteren bien". Tenía 18 años y se ha dedicado a dar masajes desde entonces. Hoy es la voluntaria más mayor de la Cruz Roja Española y sigue dando su ayuda a los demás con ilusión.
"Ayudar es lo más bonito que hay. Me gusta hacer favores. Si yo necesito que me ayuden a abrir la puerta de mi casa, viene alguien más joven y me abre"
Concha Herrera, 102 años. Voluntaria de Cruz Roja
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