Colaborar con el Teléfono de la Esperanza es ayudar a tener esperanza a muchas personas. A las que más sufren. El veterano poeta malagueño Pedro Cascales presentó el lunes por la noche en la Sala Oyarzabal de la Diputación Provincial de Málaga su libro 'Del otro lado incierto' a beneficio del Teléfono de la Esperanza. No es la primera vez que Pedro nos regala su generosidad porque ya en noviembre de 2011 presentó 'Espinelas de Pascua' con el fin de destinar los beneficios de la venta de aquel libro a nuestra organización.
En esta ocasión, fue presentado por Elías Bendodo, presidente de la Diputación Provincial, que destacó la larga trayectoria de este escritor con 18 libros publicados. Bendodo, que tuvo que marcharse a cumplir con otro compromiso, dio paso al senador Joaquín Ramírez, antiguo alumno de Cascales, que hizo una afectuosa presentación.
El político destacó la humildad de un poeta que nunca ha buscado la vía comercial. Asimismo, resaltó "la belleza y profundidad" de la poesía de este malagueño del que resaltó su capacidad "para mirar el mundo con una mirada nueva", mencionando su lucidez y habilidad para contemplar la vida cotidiana o la naturaleza con otra mirada.
Juan Sánchez, presidente del Teléfono de la Esperanza, hizo ver a Pedro Cascales que con su donación "tiendes una mano solidaria a quienes se sienten golpeados".
Juan señaló que el teléfono trabaja por "un mundo más habitable y una sociedad más humana" y se mostró convencido de que "con personas como tú, podemos construir un mundo mejor. Como dijo Luther King, si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano".
Cascales contó a una sala repleta de público, buena parte de ellos jóvenes estudiantes, que escribió los 19 poemas del libro en una sola mañana, de un tirón, y se lo dedicó "a alguien que enturbió la fuente que le dio de beber". Inició la lectura de sus poemas con la fuerza de un creador que transmite lo que vive y es capaz de retratar en unos sonetos la belleza, el dolor, la pena o el ansia de eternidad desde los escenarios cotidianos de su vida. La sala quedó muda. Los sonetos de Pedro recorrían espacios de silencio de su casa, y su pueblo o evocaban el innato gozo de los animales por estar vivos. Sin más. Fueron surgiendo los aplausos al final de cada poema. Acabó de recitar los de este último libro y nos regaló algunos más. Siempre profundos. Todos ellos dedicados a alguna persona concreta. Al fin, se reconoció como heredero y cómplice de Lorca y Machado a los que rindió su pequeño homenaje.
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