'Perdí a mi hijo por el barrido de una ametralladora de un sicario en el Hotel Andalucía Plaza de Marbella'. La mujer se expresa con la contundencia de un hecho incontestable y la precisión de un policía de la UDYCO o un reportero de sucesos. La terminología es compartida, de muchos, pero el dolor es solo suyo. Y el desgarro interior. Sobre la tarima de un aula de la Facultad de Psicología, Mercedes Cañadas, expone que 'cuando un hijo muere es cuando una madre es consciente del alma'.
Los disparos de bala quedaron atrás y ahora son los sentimientos los que salen como dardos del corazón de esta madre coraje. 'El alma llora y el corazón grita. El dolor te hace sentir la existencia del alma'.
Mercedes Cañadas ha trabajado durante años en su interior y sabe que 'el alma existe desde que murió mi hijo. Es como vivir el resto de mi vida con una espada clavada desde el corazón a lo más profundo'.
Finalmente, la esperanza volvió a surgir en ella por el camino de buscar sentido a su existencia. Así, ahora que trabaja en la asociación 'Alma y vida' con padres que han perdido a sus hijos, explica que 'los psicólogos nos dicen que hagamos duelo, pero los padres no queremos hacer duelo porque no queremos despedir a nuestros hijos. A nosotros nos queda la espiritualidad, la fantasía de que nuestros hijos nos van a acompañar espiritualmente'.
El trabajo de maduración personal de esos padres pasa por aceptar que los sentimientos que experimentan son normales, no deben avergonzarse y, mucho menos, estigmatizarse a sí mismos. 'Muchos padres sufren frustración, impotencia y sentimientos de culpa por acción u omisión. Los sentimientos negativos tienen su función. La tristeza conecta con nuestro interior, con el vacío que yo llamo 'la herida del alma. La función del enfado es proveernos de energía'.
Los afrontamientos de estas situaciones por las personas son muy diferentes, varían entre los emocionales, instrumentales y los conflictos de pareja.
La buena noticia semanal que cada sábado pública este blog viene de la mano de la superación del sufrimiento. 'Siempre hay una luz y un crecimiento personal cuando encontramos sentido a la vida. Al final del camino siempre hay luz'.
El eco de Víctor Frankl y su búsqueda de sentido en el infierno de un campo de concentración flotó en la sala combinado con la brisa invisible, pero perceptible de la trascendencia. Alguien en la sala reforzó a Mercedes su conquista: "Que no te digan que te despidas. Tu hijo siempre va a estar contigo".
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