Una ola de solidaridad ha recorrido España de norte a sur y de este a oeste en este fin de semana de temporal. Una lluvia de generosidad se ha desplegado por todo el territorio gracias a los 85.000 voluntarios organizados por los 55 bancos de alimentos que conforman la federación Fesbal.
Todo un esfuerzo colectivo al que se han sumado unos 10.000 comercios y cadenas de alimentación. El objetivo fue superar los 18 millones de toneladas de alimentos recogidos en 2013. Por cierto, a lo largo de ese año fueron nada menos que 1,5 millones de personas las que consiguieron alimentarse de forma permanente gracias a esta gran acción de la sociedad civil.
En Málaga, el objetivo era alcanzar las 600 toneladas y se han recogido 700. Una meta más que superada. Una ola de apoyo y solidaridad que llegará a 55.000 personas necesitadas de lo más básico, la alimentación, en toda la provincia.
Día a día, detrás de los focos, fuera de plano -como se suele decir en el argot televisivo- cientos de miles de personas trabajan por los demás en el voluntariado. Cada final de noviembre, desde 2012, la entrega y generosidad alcanzan sus minutos de protagonismo en los grandes informativos de actualidad. La solidaridad también es noticia televisiva puntual, pero, sobre todo, es siempre una buena noticia para la gente que sufre. En un país en el que las bolsas de exclusión están a cinco minutos del centro de cualquier ciudad, llevar lo más básico a los necesitados es ya un imperativo moral. Y un importante trabajo de siembra de esperanza para muchos que han perdido trabajos, casas y hasta la posibilidad de dar de comer a sus hijos a diario.
Día a día, detrás de los focos, fuera de plano -como se suele decir en el argot televisivo- cientos de miles de personas trabajan por los demás en el voluntariado. Cada final de noviembre, desde 2012, la entrega y generosidad alcanzan sus minutos de protagonismo en los grandes informativos de actualidad. La solidaridad también es noticia televisiva puntual, pero, sobre todo, es siempre una buena noticia para la gente que sufre. En un país en el que las bolsas de exclusión están a cinco minutos del centro de cualquier ciudad, llevar lo más básico a los necesitados es ya un imperativo moral. Y un importante trabajo de siembra de esperanza para muchos que han perdido trabajos, casas y hasta la posibilidad de dar de comer a sus hijos a diario.
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