Isabel Bono es malagueña del 64. Contaba en una entrevista reciente que ya a los
siete años se encerraba en su cuarto para escribir. Desde muy joven ha escrito
poesía. A ella ha dedicado gran parte de su trayectoria como narradora, pero en
2016 consiguió el Premio de Novela 'Café de Gijón' con 'Una casa en Bleturge'.
Narró una historia familiar en la que muere un hijo. En 2020 editorial
'Tusquets' ha publicado 'Diario del Asco' en la que reflexiona sobre la vida,
el sinsentido de no tener motivos para vivirla, el suicidio y la importancia de
contar a otras personas lo que nos pasa como herramienta curativa.
¿Por qué el título 'Diario del Asco'? ¿Qué te planteabas narrar?
El germen de esta historia surge a mediados de
los 90. Una conocida se lanzó desde el viaducto que se ve desde la carretera de
Olías, cerca de Málaga. Mirando aquel viaducto, pensé: "Alguien
tuvo que verla caer". Esa frase se me enquistó, tenía que escribir una
historia que la incluyera. Empecé a escribir fragmentos sueltos. La historia
fue evolucionando hasta convertirse en otra cosa, en mi primera novela 'Una
casa en Bleturge' (donde no aparece el viaducto). En 2017 retomé aquella imagen
y, durante la escritura surgió el título por casualidad, cuando Mateo, el
protagonista dice que la psiquiatra le ha recomendado que escriba una especia
de diario y que si tuviera que titularlo sería 'Diario del asco'. Me pareció
muy apropiado, y ya no busqué más.
¿Quién es Mateo, el protagonista de tu
novela, y qué le falta para ser feliz?
Mateo es un hombre corriente. No es un loco, en
todo caso es un "soso", no sabe ver la parte luminosa de la vida.
Puede que no lo sepa y sufra una depresión soterrada, aunque nunca se lo ha
planteado. Simplemente piensa que es su manera de ser, de estar en la vida, sin
sacarle nada de jugo. Para él vivir sólo es un trámite. También le ocurre que
cuando parece encontrar una luz mínima, desaparece. Digamos que es un tipo
apocado con mala suerte. Mala combinación, desde luego.
Mateo siente que se le va la vida envuelta en días grises y repetitivos,
como si no tuviera una pasión fuerte que lo motive. ¿Vive lastrado por el
suicidio de su madre o es su propia falta de motivaciones lo que le lastra?
Pues creo que es la suma de las dos cosas. Su temperamento no es precisamente
la de un hombre fuerte, activo. Si a eso le sumas las circunstancias de su vida
(un padre con el que no tiene nada en común, una madre que parece estar en su
mundo y que acaba suicidándose, y un hermano que le hace la vida imposible),
pues tampoco ayuda. Lo dices muy bien, no siente una pasión fuerte por nada.
Tiene una personalidad tristona dentro de una familia, y una vida, tristona. No
digo que padezca depresión porque la depresión es una enfermedad y yo quería
que lo que le ocurre a Mateo fuera más cuestión de carácter sumado a un entorno
complicado.
¿Es un nihilista o solo es una persona a la que le pesa la vida?
Pues fíjate que yo no creo en los nihilistas. Es imposible negarlo todo de
base. Se llega a esa negación por algo. Para mí el nihilista no nace, se hace.
El nihilista es un desencantado al que, si las circunstancias le hubieran sido
mínimamente favorables viviría, no digo feliz pero sí, medianamente a gusto. A
Mateo le pesa la vida. De niño era apocado, y encima su madre lo cargaba con
ciertas responsabilidades morales (como cuidar de su hermano cuando ella
faltara). El pobre fue perdiendo gas a medida que crecía. Pero no deja de
sentir curiosidad, dice que no se entera de nada pero se fija en todo. Tiene
una enorme sensibilidad para los detalles (como cuando va en el autobús, o en
el tren), ve cosas que otros no ven. Pero él no se ve así, cree que no sirve
para nada, que no hace nada bien, que pasa por la vida sin pena ni gloria (más
bien con pena). No es capaz de verse desde fuera, de autoanimarse, de reconocer
que es alguien curioso, que en realidad le gustaría ser feliz.
Creo que todos deberíamos saber mirarnos desde
fuera. Igual que damos a veces consejos a los demás, preguntarnos: ¿Qué le
diría a alguien como yo?
En el Teléfono de la Esperanza tenemos la experiencia de que muchas
personas que hablan de suicidarse no quieren dejar de vivir, lo que realmente
quieren es dejar de sufrir. ¿Qué salidas tiene Mateo para dejar atrás ese
sufrimiento?
Esa es la gran tragedia: que nadie quiere morir. Ni los que llegan al punto de
suicidarse quieren morir. Sólo quieren dejar de sentir el peso del dolor. He
leído que el 90% de las personas que han sobrevivido a un intento de suicidio
reconocen que en el momento de estar llevándolo a cabo se estaban
arrepintiendo. El 90%. De esos tenemos datos, pero estoy casi segura de que si
pudiéramos preguntar al resto, a ese 10% que ya no puede decir nada, dirían lo
mismo. Creo que confundimos el "No me
gusta esta vida" con "No quiero vivir". La vida no es
Telediario, no es las malas noticias, la vida es otra cosa, es una oportunidad,
La Oportunidad. Después viene lo que cada cual quiera/pueda/sepa hacer con
ella. Si hay dolor es muy difícil siquiera pensar en qué hacer. A alguien
que sienta dolor no le digas que vivir mola. Estar vivos es lo único que tenemos (a
no ser que sea creyente y tengas una "vida extra"). Eso a Mateo le da
igual. Está cansado de no sentir, de no haber encontrado nada que de verdad lo
ate a seguir vivo. A veces se busca tareas, como le dice la psiquiatra (escribe
sus recuerdos, pone música, sale a pasear, va a la estación a ayudar a los
"guiris", etc). Encuentra a Micaela, pero también la pierde. De lo
que no se da cuenta (ya digo que no sabe verse desde fuera) es de que si
Micaela le proporcionaba algún motivo, alguna ilusión para vivir, por pura
estadística no va a ser la única en el mundo. A su carácter le falta ese
empujoncito de "Siga jugando".
El diario del protagonista es curativo, le ayuda a poner sus experiencias
en orden. ¿Cómo puede salir una persona del pozo negro del sinsentido en la
vida?
Mirándose, viéndose desde fuera y verbalizando lo que le pasa. Primero ante él
mismo y después ante otro. Estoy segura de que si a alguien que tiene en mente
suicidarse, un pariente o un amigo le dice que quiere suicidarse, me juego
cualquier cosa a que intentaría convencerlo de que no lo hiciera. Seguro que se
le ocurrían cuarenta motivos para quitárselo de la cabeza. Pues eso motivos que
recomendaríamos a otros, deberíamos saber aplicarlos a nosotros mismos. Nos
cuesta menos dar consejos que ponerlos en práctica.
Hablar. Hablar es fundamental, compartir un
dolor lo hace más ligero, los demás nos pueden dar su punto de vista que quizá
nos ilumine un poco. Hablar cura. Escribir cura. Cuando escribimos nos vemos
desde fuera que, insisto, creo que es muy importante.
También pienso que, si ya lo das todo por
perdido hasta el punto de quitarte la vida, agarra una mochila, mete cuatro
cosas y vete a ver mundo, no sé, haz dedo hasta llegar a otra ciudad, a otro
país, quién sabe, igual en el camino encuentras algo de ti, de los demás, de la
vida, que no sabían que estaba. ¿Qué puede pasarte? También me pondría un papel bien visible, en la puerta
del frigorífico por ejemplo, que dijera: "Deja el suicidio para
mañana" (como en esos bares donde hay un letrero permanente de "Hoy
paella"). El presente permanente. Si
tienes menos de 80 años o no tienes ninguna enfermedad terminal, si eres joven
y sano, deja el suicidio para mañana. Hoy, dedícalo a salir de tu casa, de tu
calle, de tu mundo. Seguro que hay alguien que siente más dolor que tú. Ayúdalo. Creo que sentirnos útiles es, al menos, el 50% de
desear seguir vivos.
El psiquiatra austríaco Victor Frankl escribió 'El hombre en busca de sentido'
después de sobrevivir a la vida en varios campos de concentración entre 1942 y
1945. En su reflexión sobre el sufrimiento humano, concluyó que no se puede
suprimir el sufrimiento porque es parte de la vida de la persona. Sin embargo,
no se le puede arrebatar la libertad de elección de la actitud personal ante
las circunstancias para elegir su propio camino. ¿Crees que la mayoría de las
personas no somos conscientes de esa libertad interior?
Antes me chocaba que
personas, como Primo Levi o Jean Améry, que sobrevivieron a campos de
concentración, acabaran suicidándose. Supongo que haber visto lo peor del ser
humano (de algunos seres humanos), ese dolor no les permite ver nada bueno a su
alrededor nunca más. Uno se suicidó con 67, el otro con 65. Demasiado jóvenes
para mi gusto. ¿Perdieron la curiosidad?, ¿la esperanza de un mundo mejor?
Supongo que llega un punto en el que el cansancio puede con todo, y quizá el
miedo a volver a vivir algo parecido. Sufrimiento
habrá siempre, si no es por uno mismo por otros. Amar conlleva sufrimiento. Hay
personas que lo sobrellevan mejor que otras, que son capaces de apartarlo y
vivir como si nada, o de convivir con él. Pero no sé hasta qué punto somos
libres de "elegir" qué hacer. Si alguien genéticamente no viene configurado
para sobrellevar el sufrimiento... Yo creo en la genética sobre todas las
cosas. Las circunstancias influyen, pero la genética manda. Luchar contra la
genética de uno es una guerra civil.
Creo que cuando el sufrimiento lo ocupa todo no
somos capaces de ver más allá. La libertad vivir/no vivir queda oculta, sólo
ves una salida (y no es buena). Elegir puede ser devastador, el desgaste total:
luchar contra nosotros mismos, buscar incansablemente motivos para seguir vivos
mientras algo muy dentro nos dice que no hay motivos.
De ahí el salir de uno mismo, hablar, buscar
ayuda. No hay nada más valiente que decir: Creo que necesito ayuda.
Tú has escrito mucha poesía, pero es con la
novela cuando estás teniendo más críticas a tu obra. ¿Cómo lo llevas?
Pues como las críticas, de momento, no son
malas, lo llevo bien. Sí me da cierta pena que cuando se publica un libro de
pomas recibir una crítica ya es mucho, y una novela puede tener veinte. Pero es
la ley de la oferta y la demanda: quienes leen poesía son minoría.
¿Del amor no se sale vivo?
En la novela alguien dice (no recuerdo si Mateo o Micaela): "Del amor casi
nunca se sale vivo". Amar conlleva dolor. Si amas a alguien y esa persona
sufre, tú sufres. Si amas y no te aman, sufres. No hablo sólo del amor
romántico. Si amas la naturaleza y ves un incendio o el mar lleno de plásticos,
sufres. Aunque vayamos superando ese dolor, el sufrimiento va dejando un poso.
Si llegamos a un punto en el que ese lodo nos llega al cuello...
Por eso hay que aprender a contrarrestarlo. Me
da igual cómo, no soy moralista. Me da igual que contrarrestes ese dolor que te
ahoga apuntándote a una ONG y haciendo algo por el mundo, o encerrándote en tu
casa a disfrutar de lecturas que te aíslen de todo lo feo del mundo. Lo ideal
sería mitad y mitad: haz algo por ti, pero también por los demás. Y no hay irse
muy lejos, ni a la India ni a África, ni a ningún sitio raro. Seguro que en tu
bloque hay alguien a quien puedes ofrecer algo. Estoy convencida de que
sentirnos útiles es al menos el 50% de apreciar que estamos vivos.
Has hecho una reflexión muy interesante
Gracias por dejarme hablar desde mi
limitada perspectiva de un tema tan importante. Me parece que no se os ha reconocido como se debe la enorme labor que
hacéis, deberían daros todos los premios y dejaros ir a hablar, a dar charlas, a
institutos para prevenir el suicido en jóvenes.
Tenéis toda mi admiración. De verdad, gracias. Os admiro muchísimo.
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