martes, 31 de marzo de 2020

7 consejos para vivir el día a día en la pandemia del coronavirus


Foto: https://gacetamedica.com/


Javier Urra
Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud
Psicólogo Forense
Académico de Número de la Academia de Psicología de España

Humanos, siempre vulnerables. Desde el poder de la convicción social hemos de dar ejemplo de responsabilidad individual y colectiva.
En esta etapa de incertidumbre la sociedad civil ha de dar un paso adelante.
Este no es momento para la sobrereacción o el sálvese quien pueda. Hemos de apoyar a nuestros sistemas sanitarios, evitando el pánico.
Desde luego estamos en crisis y se aprecia la vulnerabilidad de la salud, de la economía. Quiebras en cadena, de producción, de turismo, en las bolsas.
Tenemos una pandemia, pero veamos si también va a ser de generosidad o de egoísmo.


Cartel que un joven colgó en su edificio ofreciendo ayuda, en Madrid.EL MUNDO

1. El altruismo de los jóvenes
Es hora de que nuestros jóvenes muestren su altruismo y responsabilidad, ahora toca cuidar, preservar, a los más mayores.
Precisamos ante tanta sorpresa, ante un hecho inesperado, liderazgos sociales, solidaridad, comprensión, compromiso.
Este es un mundo en que hay globalización también de las personas, y necesitamos de una gobernanza global.
Evitemos o al menos limitemos en lo posible la desinformación, sigamos lo que la Organización Mundial de la Salud (O.M.S) nos señala, así como nuestras autoridades sanitarias. En un momento de incertidumbre exponencial, con un periodo que es indefinido de tiempo, acostumbrados como estamos a la movilidad humana, nos adaptaremos al teletrabajo y nos resultará difícil el dejar de tocar y ser tocados, del contacto, del piel con piel.
Apreciaremos las carencias. Observaremos la inmoralidad de los especuladores, conoceremos de las bancarrotas, del sufrimiento de los países sin red sanitaria.
Una crisis económica mundial es previsible, o al menos una recesión económica con aumento del desempleo, y como siempre en los avatares de la vida, afectará a los más desfavorecidos, a quienes están en situación precaria, a las personas sin hogar.

2. Fortalecer la resistencia social
Vivimos, algunos malviven, con altos niveles de desigualdad. Pero llegados a este punto, la psicología nos enseña que hemos de ser más resilientes, que hemos de fortalecer la capacidad de resistencia social.
Es importante la actitud ante esta gran disrupción, y saber que aislarse es un riesgo grave. Conozcamos lo que acontece desde un enfoque clínico, sigamos los informes oficiales de noticias.
Hemos de adaptarnos a título individual y comprobar que no todo en la vida está bajo control, que vuelven viejos fantasmas, que hay quien nos transmite escenarios apocalípticos, y por contra nos encontramos con la arrogancia de los irresponsables. Estamos ante el vacío, ante la sensación de que todo puede quebrar, nos preocupa lo impalpable, la conciencia de fragilidad.
La realidad es la que es, y la que hacemos. No somos inmortales. Mantengamos (en lo posible) la normalidad, no nos obsesionemos, no seamos abducidos por la sobreinformación. Busquemos la verdad, y desde luego busquemos el apoyo afectivo. Afrontemos la situación ayudando a los demás, manejando el autocuidado, apoyándonos en seres queridos ante la ansiedad. No perdamos la perspectiva, no nos sintamos acosados y acorralados, y desde el autocuidado mantengamos nuestra salud mental.
En caso de nerviosismo abrumador, tristeza persistente, angustia o pánico, acudamos a un psicólogo clínico. Pues estos expertos en salud mental ayudan a las personas a lidiar con el estrés extremo. Aportan formas constructivas de manejar la adversidad.

3. Recurrir al humor
No es broma, decir que hay que recurrir en lo posible al humor. El tema es grave, pero puede ser largo, y el ser humano necesita agarrarse, acogerse a fortalezas que le den perspectiva, que le den seguridad. Al respecto pensemos en la baja mortandad. Seamos conscientes del inmenso porcentaje de personas que se curan. Realicemos acciones que nos transmitan sensación de control, como el lavarnos las manos y seamos responsables de lo que hacemos, pues podemos ayudar.

4. El buen uso de las redes sociales
Cuidado con las redes sociales y con el contagio del miedo y del pánico. Que el miedo no nos conduzca a manejarnos por impulsos. Si bien, la red social nos puede mantener conectados fomentando la sensación de normalidad y proporcionando valiosos medios para compartir sentimientos.




5. Preocuparse por los que viven solos
Han de preocuparnos y mucho las personas que viven solas, y más si son mayores. Con respecto a los niños, hay que explicarles, informales de manera honesta y apropiada para la edad, hay que involucrarles, son ciudadanos de pleno derecho. Los niños observarán los comportamientos y emociones de los adultos, para acompasar sus propios sentimientos.
Esta sociedad falsamente se siente muy segura, y de pronto todo parece desplomarse o al menos quedar en suspenso, a partir de ahí, hay una sensación de que el problema es global pero la afectación es individual, y muchos, los más, no saben qué hacer.
Por un lado, hay que retirarse a los hogares, para evitar la propagación, por otro, muchos profesionales hemos de estar allí donde nuestra labor es esencial, donde los otros nos esperan. Y en ese sentido todos los que estamos concernidos en el ámbito de la salud, ya sea física o mental, tenemos un compromiso social ineludible.
No hemos de acentuar los efectos de la epidemia por coronavirus Covid-19, con unas conductas de alerta personal y socialmente inadecuadas.
Los ciudadanos del mundo hemos de asumir nuestra responsabilidad individual, sin ser paralizados por el miedo, sin entrar en pánico, ni obsesionarnos con la preocupación de enfermar.
Hemos de tener capacidad para interesarnos por otros asuntos sin sobreexponernos a una información que satura y limita.

6. No vivir en alerta permanente
No podemos mantenernos en un estado de alerta permanente obsesionados por preocupaciones y sensaciones impedidos para dormir, trabajar.
Cuidemos en no reconvertir el miedo y la frustración en agresividad o violencia. Pensemos también en cuando esto pase.
Sigamos los consejos científicos, evitemos consumir y propagar información no contrastada.
Fortalezcamos nuestra capacidad de adaptación, de resolución de problemas. Mantengamos y compartamos desde el análisis de realidad una actitud optimista y esperanzada.
No magnifiquemos, ni trivialicemos el riesgo.
El ser humano es resiliente, afronta el sufrimiento, la incertidumbre, la ansiedad y la angustia.
Algunas personas somos población de riesgo, otras son y serán afectadas con el consiguiente deber de aislamiento.
Hoy la tecnología permite mantenerse conectado con los seres queridos.
Además será el momento de ocuparse, leyendo libros, viendo películas, escribiendo, para no caer en la soledad, la desesperanza y el miedo.

7. Implicarse en la solidaridad
La especie humana sigue en evolución, esta es una prueba de compromiso, de sentirse concernido la solidaridad.
El brote eclosionó en una ciudad de China, la epidemia se extendió por el mundo, una pandemia, que nos enseña, que somos un solo mundo, que no conoce de fronteras ni nacionalismos.
Somos la suma de individualidades que compartimos la misma existencia.
Que aprendemos a seguir viviendo con restricciones, que modificamos costumbres, que prescindimos de lo que nunca habíamos pensado.
Como sociedad universal saldremos fortalecidos.
Este seísmo social nos recuerda la importancia de los abuelos, el acuerdo en la pareja, lo esencial de la escuela, el encuentro en el hogar durante días de padres e hijos, la flexibilidad laboral.
Creo que podemos y debemos aprender y aprovechar mucho.

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