Francisco García
López
Orientador del
Teléfono de la Esperanza
Quiero compartir mi
experiencia en atender a personas a los que la soledad les hace
sufrir, desde mi perspectiva de orientador con 14 años de escucha en
el Teléfono de la Esperanza.
Es
muy importante distinguir entre la soledad buscada y la soledad no
buscada. Los ingleses lo tienen bien fácil en lo que a terminología
se refiere porque tienen dos palabras diferentes, “solitude”
y “loneliness”,
siendo la primera la buscada y la segunda la sobrevenida o la
impuesta.
La
primera sería la que define Lope de
Vega, “Fea pintan a la envidia, / yo
confieso que la tengo/ de unos hombres que no saben /quién vive
pared en medio./ Sin libros y sin papeles, / sin tratos, cuentas ni
cuentos, (…) Con esta envidia que digo / y lo que paso en silencio,
/a mis soledades voy,/de mis soledades
vengo.”
O
como decía San Juan de la Cruz: “La noche sosegada / en par de los
levantes del aurora, / la música callada, / la
soledad sonora, / la cena que recrea y
enamora.”
La
segunda soledad, la más temida, es algo parecido a una condena, al
destino de la desdichada protagonista de la canción 'Muelle
de San Blas' de Maná
o a la sensación que describe el poeta Campoamor: “Sin el amor que
encanta, / la soledad de un ermitaño espanta. / Pero es más
espantosa todavía / la
soledad de dos en compañía.”
Nosotros, como servicio
de atención en crisis que somos, no solemos tener llamantes de las
soledades sonoras, como es obvio. Más bien todo lo contrario. En la
mayoría de las llamadas, explícita o implícitamente hay un
trasfondo de soledad, que es un estado y a su vez un miedo; miedo a
que esa sensación se alargue demasiado en el tiempo.
La
soledad es la gran epidemia del siglo XXI
Una
gran paradoja porque cada vez estamos más conectados desde el punto
de vista de la tecnología y cada vez hay más personas que viven
solas y / o que se sienten solas. Un buen ejemplo de ello sería la
creación, anunciada este año, de un Ministerio de la Soledad en el
Reino Unido, donde 9 millones de personas viven solas, con los
problemas que ello conlleva.
Pero
no pasa eso sólo en el Norte de Europa. En
Málaga el problema también existe.
Según se pudo leer en un artículo del diario La Opinión de Málaga
de 16 de junio pasado, en la provincia de Málaga son ya casi 65.000
las personas que superan la edad de jubilación que viven solas, es
más suponen un 42% del total de malagueños que residen en hogares
unipersonales. Eso es mucho. Y buena parte de nuestros llamantes
pertenece a ese grupo de edad. De hecho, por lo que respecta al tema
de la soledad e incomunicación es el grupo más numeroso de nuestros
llamantes.
Estos
ancianos
no constituyen, sin embargo, el grupo único.
Tenemos a personas recién venidas a nuestra ciudad, a personas cuyas
circunstancias vitales han cambiado de forma repentina y también a
personas que no han sabido reinventarse y se han quedado aisladas
poco a poco, sin que sepan encontrar bien una explicación al porqué
les ha ocurrido eso. También tenemos a otro grupo de llamantes, con
patologías mentales diversas, y que nos llaman con cierta frecuencia
y que están muy aislados.
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La
escucha activa
Todos
los grupos de edades, como es lógico, tienen unas características
diferentes y también unos recursos diferentes a la hora de abordar
posibles soluciones. La misión
principal como orientador es la de
no intentar ir a lo fácil, que sería en convertirnos en una especie
de teleoperadores que proporcionamos recursos para salir de la
soledad cuando el tema surge en una llamada. La clave está en
practicar la escucha activa,
según el modelo de Robert Carkhuff
que se estudia en los cursos de formación inicial para los
orientadores del Teléfono de la Esperanza. Detrás de esa soledad,
puede haber múltiples causas y esas causas (baja autoestima, falta
de habilidades sociales, acoso laboral, rupturas amorosas…) deben
ser abordadas, al menos brevemente.
Si
el caso así lo requiere, se puede derivar a los llamantes a algunos
de los recursos
existentes en nuestra organización para
personas con problemas de soledad tales como las reuniones
bimensuales del programa 'Entre Amigos'
o el Programa de Atención al Mayor
Los
diversos talleres que se ofrecen en nuestra asociación también
pueden ser una buena ayuda para fomentar la autoestima
de aquellos que intentan salir de esa soledad no buscada. En
ocasiones, incluso, unas cuantas sesiones
con algún psicoterapeuta del Teléfono
de la Esperanza pueden ser claves para una mejoría rápida. Porque
no basta sólo con querer salir de la soledad sino que hay que saber
cómo hacerlo.
Con
respecto a llamantes que piden asesoramiento
concreto sobre
dónde acudir para relacionarse con
personas, yo procuro orientarlos en
función de sus intereses personales,
porque, en ese sentido, ya tienen mucho terreno avanzado. Nos movemos
mejor en lo que ya conocemos o nos atrae. Por ejemplo, si a un
llamante le gusta ayudar a las personas se le puede enviar a la
Plataforma del Voluntariado. Si a otro le gusta caminar en compañía,
se le puede derivar a clubes de senderismo. Cualquier interés o
afición particular puede ser un buen punto de partida para empezar
la vinculación afectiva con otras personas.
Además,
hoy en día y para todas las edades, hay páginas
web y aplicaciones que permiten
entablar relaciones que, en un primer momento, pueden ser
superficiales pero nunca sabremos cuál puede ser el desenlace. De
hecho, a veces encontramos a nuestros mejores amigos donde menos lo
esperamos, de la manera más insospechada.
Un reto individual y
comunitario
Salir
de la soledad es, pues, todo un reto, tanto individual como
comunitario. Jorge Luis Borges decía
“Somos todo el pasado, somos la gente que hemos visto morir, somos
los libros que nos han mejorado, somos
gratamente los otros”. De eso se
trataría, de permitir que los otros escriban páginas bonitas en
nuestras vidas y nosotros en las suyas. En el caso del Teléfono de
la Esperanza se trata de permitir que esa voz que te escucha, con
respeto y afecto, desde un teléfono de plástico distante te acerque
a esos con los que puedes escribir
un nuevo destino, aquellos con los que puedes reinventarte.
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