jueves, 11 de julio de 2019

Amar en condiciones difíciles





Carlos López
Voluntario del Teléfono de la Esperanza

Contar con el apoyo adecuado en momentos difíciles y sentirse querido y acompañado durante este proceso es uno de los puntos más importantes de las relaciones humanas. En China existe un proverbio que dice: "Ámame cuando menos lo merezca… ya que es cuando más lo necesito".
La mayor parte de las veces recibiremos de las otras personas lo que les damos. Debemos acordarnos: La siembra es opcional, pero la cosecha es obligatoria, por eso ten cuidado con lo que siembras.
En las relaciones con los demás, los momentos más turbulentos suelen ser aquellos que nos sacan lo peor de nosotros. Malas contestaciones, caras de hostilidad, desagradecimiento… Sin embargo, si prestamos atención podemos caer en la cuenta de que todo ello puede ser señales de que la persona necesita de nuestra ayuda.
Ahora bien, es imposible manejar las emociones de los demás, y en especial el dolor y el sufrimiento, si antes no hemos hecho un trabajo interno para conocer nuestras emociones y desarrollarlas adaptativamente.
Considero que existen, entre otros muchos, tres déficits para poder manejar  adecuadamente nuestras emociones y de las personas cercanas que sufren.

Poca Habilidad para gestionar el sufrimiento propio y ajeno
Si una persona no soporta una mínima mortificación, se sentirá incapaz de afrontar lo desagradable y buscará desesperadamente el placer. No será capaz de renunciar a nada que le guste, pese a lo dañino de las consecuencias, y no sabrá sacrificar el goce inmediato por el bienestar a medio o largo plazo; es decir, carecerá de autocontrol: "Si las cosas no son como me gustaría que fueran, me da rabia".
Para manejarnos emocionalmente con el dolor propio y ajeno es primordial aprender a distinguir que emociones tenemos y que emoción emerge en cada situación. Existen seis emociones básicas: alegría, tristeza, ira, sorpresa, miedo y asco. Tener la emoción identificada, nos ayudará a valorar si la emoción puede ayudarnos en la situación actual de manejo del dolor del otro o, por lo contrario, las emociones que tenemos en ese momento están impidiendo contactar y empatizar con el otro. 

El síndrome del 'selfie' y la empatía atrofiada
Todos los seres humanos nacemos con una biología que nos viene de origen, para desarrollar la destreza emocional de ser empáticos. Las neuronas espejo conforman un sistema de percepción-acción por el cual, al observar a una persona, se activan las mismas regiones de la corteza cerebral que entrarían en función en caso de que nosotros experimentásemos aquello que está viviendo el sujeto observado. Esta destreza se desarrolla en función de la práctica, es decir, de la frecuencia con la que contemplamos al resto poniéndonos en su lugar. La cuestión es: ¿Cómo observamos a los demás?
Cuando se mira, a quien se mira, se le hace único, es lo único que en ese momento existe, y además se consigue adivinar en el ser y no tanto por lo que hace o lo que tiene, como por lo que es.
El personalismo sostiene que "la persona que se busca a sí misma en sí misma se pierde y sólo se encuentra en el encuentro con el otro, es decir, cuando se entrega",
Hay personas que temen al sufrimiento y sin darse cuenta desarrollan estrategias, mecanismos o vías para insensibilizarse.
Los investigadores de la Universidad Nottingham Trent y la Escuela de Administración Thiagarajar (India) han demostrados que podemos padecer de ‘selfitis’ que se define como el “deseo obsesivo compulsivo de tomarse fotos y publicarlas en las redes sociales como una manera de compensar la falta de autoestima y llenar un vacío en la intimidad”. Sociólogos y psiquiatras concluyen que las personas sólo exhiben en las redes sociales la parte que desean mostrar, construyendo por tanto una identidad que no se corresponde al cien por cien con su realidad y que se expone al juicio de los demás, esperando recibir signos de aprobación y aceptación. Esto puede deberse a estados de soledad, inseguridad y vanidad.

Juzgar en exceso a los demás
Nos pasamos el día juzgando o criticando a nuestros familiares, hijos, amigos... políticos, jefes, famosos, ricos y pobres... le decimos a las personas que tiene que hacer, decir, cómo deben pensar y sentir, como si esto fuera lo normal. Parece que nos elevamos por encima de todos ellos, entonando el típico "porque yo no soy así". Podríamos decir que asumimos el papel de juez para los pequeños eventos de la existencia de los demás, sin que nadie nos lo haya pedido.
Pero al juzgar, criticar, al emitir palabras llenas de negatividad, en realidad los que nos llenamos de lo negativo somos nosotros mismos además de cerrarle la puerta a la empatía.
Al juzgar estamos dando cabida a emociones tóxicas, llevadas tanto al exterior: ira, envidia, venganza... como hacia nosotros mismos: culpa o vergüenza tóxica.

Conclusiones
Necesitamos crecer en paciencia y compasión hacia nuestros semejantes y también hacia nosotros mismos. Si amamos a las personas únicamente cuando llenen nuestras expectativas, eso no es amor del bueno, sino conveniencia. Hay que amarlas aún más cuando están pasando por momentos difíciles y comprender que si andan con el temperamento colérico, a flor de piel es porque seguramente vienen arrastrando algún dolor que no les está permitiendo vivir la alegría.

"Solamente puedes ser feliz si a la propia vida le ves un sentido, una finalidad, una utilidad. Para ello es muy importante que haya alguien que sea el beneficiario de tus esfuerzos, tareas e ideales. No basta saber las cosas, no basta realizar las tareas, es necesario destinarlas a alguien, hacen falta personas concretas que se beneficien del trabajo humano, de la capacidad creadora”
Ricardo Yepes



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