Carlos López
Voluntario del Teléfono de la Esperanza
Contar con el apoyo
adecuado en momentos difíciles y sentirse querido y acompañado
durante este proceso es uno de los puntos más importantes de las
relaciones humanas. En China existe un
proverbio que dice: "Ámame cuando menos lo merezca… ya que es
cuando más lo necesito".
La mayor parte de las
veces recibiremos de las otras personas lo que les damos. Debemos
acordarnos: La siembra es opcional, pero la cosecha es obligatoria,
por eso ten cuidado con lo que siembras.
En las relaciones con los
demás, los momentos más turbulentos suelen ser aquellos que nos
sacan lo peor de nosotros. Malas contestaciones, caras de hostilidad,
desagradecimiento… Sin embargo, si prestamos atención podemos caer
en la cuenta de que todo ello puede ser señales de que la persona
necesita de nuestra ayuda.
Ahora bien, es imposible
manejar las emociones de los demás, y en especial el dolor y
el sufrimiento, si antes no hemos hecho un trabajo interno para
conocer nuestras emociones y desarrollarlas adaptativamente.
Considero que existen, entre otros muchos, tres déficits para poder manejar adecuadamente nuestras emociones y de las
personas cercanas que sufren.
Poca
Habilidad para gestionar el sufrimiento propio y ajeno
Si una persona no soporta
una mínima mortificación, se sentirá incapaz de afrontar lo
desagradable y buscará desesperadamente el placer. No será capaz de
renunciar a nada que le guste, pese a lo dañino de las
consecuencias, y no sabrá sacrificar el goce inmediato por el
bienestar a medio o largo plazo; es decir, carecerá de
autocontrol: "Si las cosas no son como me gustaría que
fueran, me da rabia".
Para manejarnos
emocionalmente con el dolor propio y ajeno es primordial
aprender a distinguir que emociones tenemos y que emoción
emerge en cada situación. Existen seis emociones
básicas: alegría, tristeza, ira, sorpresa, miedo y asco. Tener
la emoción identificada, nos ayudará a valorar si la emoción
puede ayudarnos en la situación actual de manejo del dolor del
otro o, por lo contrario, las emociones que tenemos en ese
momento están impidiendo contactar y empatizar con el otro.
El síndrome del 'selfie' y la empatía atrofiada
Todos
los seres humanos nacemos con una biología que nos viene de origen,
para desarrollar la destreza emocional de ser empáticos.
Las neuronas
espejo conforman
un sistema de percepción-acción por
el cual, al observar a una persona, se activan las mismas regiones de
la corteza cerebral que entrarían en función en caso de que
nosotros experimentásemos aquello que está viviendo el sujeto
observado. Esta destreza se
desarrolla en función de la práctica, es decir, de la frecuencia
con la que contemplamos al resto poniéndonos en su lugar. La
cuestión es: ¿Cómo observamos a los demás?
Cuando se mira, a quien
se mira, se le hace único, es lo único que en ese momento
existe, y además se consigue adivinar en el ser y no tanto por lo
que hace o lo que tiene, como por lo que es.
El personalismo sostiene
que "la persona que se busca a sí misma en sí misma se
pierde y sólo se encuentra en el encuentro con el otro, es decir,
cuando se entrega",
Hay personas que temen al
sufrimiento y sin darse cuenta desarrollan estrategias, mecanismos o
vías para insensibilizarse.
Los
investigadores de la Universidad Nottingham Trent y la Escuela de
Administración Thiagarajar (India) han demostrados que podemos
padecer de ‘selfitis’ que se define como el “deseo obsesivo
compulsivo de tomarse fotos y publicarlas en las redes sociales
como una manera de compensar la falta de autoestima y llenar un
vacío en la intimidad”. Sociólogos y psiquiatras concluyen
que las personas sólo exhiben en las redes sociales la parte que desean mostrar,
construyendo por tanto una identidad que no se corresponde al cien
por cien con su realidad y que se expone al juicio de los demás,
esperando recibir signos de aprobación y aceptación. Esto puede
deberse a estados de soledad, inseguridad y vanidad.
Juzgar en exceso a los demás
Nos
pasamos el día juzgando o criticando a nuestros familiares, hijos,
amigos... políticos, jefes, famosos, ricos y pobres... le
decimos a las personas que tiene que hacer, decir, cómo deben pensar y
sentir, como si esto fuera lo normal. Parece
que nos elevamos por encima de todos ellos, entonando el típico "porque yo no soy así". Podríamos decir que asumimos
el papel de juez para los pequeños eventos de la existencia de
los demás, sin que nadie nos lo haya pedido.
Pero
al juzgar, criticar, al emitir palabras llenas de negatividad, en
realidad los que nos llenamos de lo negativo somos nosotros mismos
además de cerrarle la puerta a la empatía.
Al
juzgar estamos dando cabida a emociones tóxicas, llevadas tanto al
exterior: ira, envidia, venganza... como hacia nosotros mismos: culpa
o vergüenza tóxica.
Conclusiones
Necesitamos
crecer en paciencia y compasión hacia nuestros semejantes y también
hacia nosotros mismos. Si amamos a las personas únicamente cuando
llenen nuestras expectativas, eso no es amor del bueno, sino
conveniencia. Hay que amarlas
aún más cuando están pasando por momentos difíciles y
comprender que si andan con el temperamento colérico, a flor de piel
es porque seguramente vienen arrastrando algún dolor que no les está
permitiendo vivir la alegría.
"Solamente puedes
ser feliz si a la propia vida le ves un sentido, una finalidad, una
utilidad. Para ello es muy importante que haya alguien que sea el
beneficiario de tus esfuerzos, tareas e ideales. No basta saber las
cosas, no basta realizar las tareas, es necesario destinarlas a
alguien, hacen falta personas concretas que se beneficien del trabajo
humano, de la capacidad creadora”
Ricardo Yepes
No hay comentarios:
Publicar un comentario