José Portillo
Voluntario del Teléfono de la Esperanza
El pensamiento positivo
produce rechazo entre quienes lo confunden con el pensamiento mágico.
El pensamiento positivo consiste en pensar de la manera más
favorable descartando los pensamientos destructivos, sustituyéndolos
por otros más provechosos y constructivos. Este trabajo es muy
lento, ya que no nos es posible cambiar las creencias que hemos
mantenido durante muchos años en pocos días.
Seamos medianamente
felices. Podemos considerar como la plenitud de nuestra felicidad la
máxima dicha que podemos alcanzar, pero no existe la plenitud de la
felicidad, en el sentido de que no tenemos, según una canción de
los años sesenta, toda la salud, el dinero ni el amor que deseamos.
¿Podemos vivir sin
sufrir? Aceptemos la adversidad intentando que se prolongue el menor
tiempo posible. El pensamiento positivo no cura enfermedades ni
resuelve problemas, pero hace más soportables el dolor y las
contradicciones.
¿Debemos preocuparnos
por las situaciones adversas que vivimos? Buda decía que las cosas
son del color del cristal con que se miran. Supongamos el ejemplo de
dos personas a quienes les acontece un suceso doloroso. Una de las
dos personas se sobrepone al dolor, y la otra, convencida de que no
puede hacerlo, se hunde en la miseria. No podemos superar todos los
problemas que podemos tener únicamente por medio de nuestra actitud,
pero la misma hace soportables muchas situaciones complicadas. Las
situaciones que consideramos adversas tienen la importancia que les
damos. Esta es la razón por la que podemos sobrevivir a muchas
dificultades. Repito nuevamente que las cosas no son importantes por
sí mismas, ya que dicha importancia depende de lo que pensamos de
las mismas.
De la misma manera que
las cosas y los acontecimientos que vivimos no son importantes por sí
mismas, no somos importantes en atención a lo que los demás piensan
de nosotros, sino por quienes somos y lo que pensamos de nosotros.
¿Puede ayudarnos el
pensamiento positivo a superar situaciones difíciles? Aunque miremos
la cara de una moneda, esta no dejará de tener cruz. La vida se
compone de situaciones agradables y de situaciones que consideramos
adversas. Es digna de alabar la actitud de quienes son capaces de no
vivir pensando en sus dificultades todos los días de su vida, pero
no podemos pretender vivir una vida sin acontecimientos negativos.
Así como cuando giramos la llave de un grifo para que salga agua
caliente tardamos unos segundos en conseguirlo, y aceptamos que eso
suceda naturalmente, necesitamos hacer lo mismo al pensar en las
circunstancias que vivimos y no nos gustan. Recordemos nuevamente que
el pensamiento positivo no nos ayuda a superar problemas, pero nos
hace los mismos más llevaderos, y, consecuentemente, nos ayuda a que
nos sea más fácil solucionar algunas dificultades, por intentar
afrontarlas cuando gestionamos la ansiedad que nos produce el hecho
de pensar en las mismas, percibiéndolas como hechos catastróficos.
El pensamiento positivo nos ayuda a ver las cosas de otra manera.
¿Qué diferencia hay
entre la atención y la concentración? Supongamos que estamos viendo
una película. La atención nos permite estar atentos tanto a la
película como a lo que pasa donde nos encontramos, y la
concentración nos hace estar pendientes de una sola cosa. Gracias a
la atención plena podemos aprender a disfrutar de pequeños placeres
como saborear nuestros alimentos, y la concentración nos ayuda a
relajarnos.
La tolerancia es el
respeto a nosotros, a los demás y al mundo. Gracias a la tolerancia
podemos aprender a ver las diferencias que nos caracterizan como una
fuente de riqueza. No mantenemos las mismas opiniones respecto de
muchos temas, pero somos personas con derechos y deberes análogos,
por lo que merecemos ser comprendidos, respetados y aceptados. Los
límites de la tolerancia son la intolerancia y la tolerancia de lo
que nos perjudica.
¿Cómo nos hablamos?
Nuestro cerebro no interpreta los mensajes que nos mandamos, lo cual
hace necesario que nos dirijamos a nosotros positivamente. No es lo
mismo que nos digamos: Estamos relajados, que decirnos: No queremos
estar nerviosos. Esto sucede porque nuestro cerebro actúa como los
fundamentalistas que leen la Biblia y la interpretan literalmente.
Muchos padres les hacen
daño a sus hijos directa o indirectamente al etiquetarlos. A modo de
ejemplo, cuando tales padres hablan del más inteligente de sus
hijos, dan por hecho que tienen uno o varios hijos más incapaces de
aprender y de actuar como lo hace el más inteligente de sus
descendientes. A pesar de esto, etiquetas positivas como: "Eres
inteligente" en lugar de: "No haces nada bien", nos
ayudarán a esforzarnos más y mejor para lograr lo que deseamos.
Si pensamos que somos
inteligentes, actuaremos como tales, y, si pensamos que somos torpes,
nos boicotearemos para afianzar dicha creencia. ¿Es cierto que
nuestros pensamientos tienen el poder de impulsarnos a alcanzar el
éxito o de hundirnos en la miseria? Haceos un péndulo atando una
llave a uno de los extremos de una cuerda o de un hilo lo
suficientemente larga como para que podáis envolveros un dedo.
Apoyad el codo de la mano con que sujetáis el péndulo en una mesa,
y detened el péndulo con la otra mano. A continuación, pensad que
el péndulo se mueve adelante y atrás, a la izquierda y a la
derecha, y que hace círculos. La mayoría de gente a la que intento
someter a esta prueba se niega a hacerla creyendo que el péndulo se
mueve por sí mismo por sus poderes mágicos, porque ignora que su
propiamente, aunque tenga el codo firme sobre la mesa, hace que la
mano se mueva inconscientemente. Si podemos mover el péndulo
inconscientemente, nuestros pensamientos negativos nos hunden en la
miseria, y nuestros pensamientos positivos nos impulsan a alcanzar el
éxito.
Quienes desean alcanzar
el éxito se proponen metas medianamente difíciles de alcanzar para
superarse en algún aspecto con mucha frecuencia, pero quienes temen
el fracaso se imponen metas excesivamente altas para no alcanzarlas
para confirmar la creencia de que son grandes fracasados, o se
proponen metas muy fáciles de alcanzar a las que renuncian,
argumentando que cualquiera puede alcanzarlas, porque es muy fácil
lograr alcanzar esos propósitos.
No es lo mismo amar o dar
que querer y desear. Quienes aman buscan dar, y quienes quieren
buscan recibir. Respeto a quienes amo a pesar de sus defectos y los
errores que cometen, y quiero proteger de sus errores y de posibles
enfermedades a quienes quiero, porque no veo cómo tales dificultades
afectan a los mismos, sino como me afectan a mí, y digo que tengo
que protegerlos porque son míos. Se dice que los hijos abandonan a
sus padres con más facilidad de la que la mayoría de los padres
abandonan a su prole porque no son conscientes de cómo son amados
por sus antecesores, pero esto sucede realmente porque los hijos
crecen sabiendo que los padres no son suyos, mientras que los padres
crían y educan a sus descendientes teniéndolos como suyos, de lo
cual es una prueba inequívoca el hecho de que planean el futuro de
los tales, creyendo que lo hacen por su bien, cuando realmente lo
hacen para complacerse a sí mismos.
Se nos ha educado para
amar a los demás, y bajo la creencia de que amarnos a nosotros
consiste en ser egoístas. Este hecho ha logrado que muchos hayan
sido dependientes emocionales, al buscar el amor y la aprobación que
necesitan recibir de los demás, aunque realmente solo pueden
dárselos a sí mismos. De nada nos sirve ser amados y aprobados por
los demás, si pensamos que carecemos de valor. En ciertas
circunstancias necesitamos ayuda externa, pero fomentemos nuestra
autonomía.
¿Amamos
desinteresadamente a nuestros familiares y amigos? Si sufrimos cuando
nuestro amor no es correspondido, no damos nada desinteresadamente.
No es fácil amar ni ayudar sin generar expectativas respecto de los
demás hacia nosotros. De aquí viene la necesidad de aclarar lo que
esperamos de una relación de pareja antes de iniciarla, y no
pretender que nuestra pareja nos lea el pensamiento, ni complacerla
cuanto nos sea posible, pensando que hará lo mismo con respecto a
nosotros.
Somos libres. Trabajamos
porque nos pagan y necesitamos el dinero, pero podemos elegir no
trabajar. Si elegimos trabajar o no trabajar, somos libres. No
conseguiremos todo lo que nos propongamos durante los años que se
prolongue nuestra vida, pero somos libres de intentar realizar
nuestros sueños. Si mantenemos este pensamiento sobre la libertad,
nos evitaremos pensar en la esclavitud del trabajo y en otras
situaciones que consideramos molestas y generadoras de sufrimiento.
Somos responsables de lo
que nos ocurre, pues, si lo son otros, les damos el poder de
provocarnos sufrimiento gratuito. ¿Por qué permitimos que nos hagan
daño? A modo de ejemplo, yo permití que me acosaran en un trabajo
para poder seguir percibiendo mis mensualidades.
¿Para qué intentan las
víctimas dar pena? Quienes no se responsabilizan de su vida pasan
del victimismo a la agresividad, para culpar de su infelicidad a sus
cuidadores, o les hacen creer a sus cuidadores que son sus
salvadores, con el fin de que los sigan cuidando.
¿Creemos que los
salvadores cuidan de sus víctimas desinteresadamente? Los salvadores
necesitan que sus víctimas sean débiles para que se les reconozca
su supuesto amor hacia quienes protegen, un amor que realmente es
egocentrismo. Los salvadores se convierten en víctimas cuando sus
protegidos no se dejan salvar, o pasan a ser agresivos, para echarles
a los tales en cara lo que han hecho y lo que han sufrido por ellos.
Si nos responsabilizamos
de nuestra vida, nos ahorraremos interpretar los roles de víctima,
salvador y agresor, con el fin de llamar la atención, y de que nos
resuelvan nuestros problemas.
La culpa nos sumerge en
los dolorosos recuerdos del pasado, y la preocupación nos induce a
pensar en un futuro incierto, de manera que entre la culpa y la
preocupación nos impiden vivir el presente, que es el mejor tiempo
para que podamos ser felices, porque el presente es lo único que
tenemos, ya que el pasado ha dejado de existir, y el futuro aún no
ha llegado. Siempre querremos superarnos más y alcanzar nuevas
metas, pero el presente es el único tiempo que tenemos para ser
felices. La felicidad se encuentra en las pequeñas cosas del día a
día. El presente es lo único que tenemos, y, si lo descuidamos, lo
perdemos. Trabajemos para dejar de vivir entre un pasado doloroso
marcado por problemas de los que no podemos resolver la inmensa
mayoría, y entre un futuro incierto del que no sabemos si llegará
ni cómo se nos presentará.
En la vida se dan los
opuestos. Un ejemplo de ello lo constituyen la salud y la enfermedad.
Nos gustaría estar sanos, pero no podemos pasar todos los años que
vivimos sin enfermarnos. No olvidemos que, al pensar en los opuestos,
el punto medio siempre es la mejor solución.
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