El fútbol es un fenómeno global que arrastra a millones de personas a verlo como gran espectáculo y también a jugar. Amplificados por las televisiones, los partidos son seguidos hasta en los rincones más alejados de las zonas desarrolladas. Las jugadas y los goles de las estrellas del deporte más popular provocan oleadas de imitadores en todo el planeta. Es frecuente que chavales de pueblos perdidos de América del Sur o África vistan las camisetas de sus ídolos. Dos piedras, un balón y un descampado son suficientes para jugar durante horas. Y soñar.
San Sebastián acoge este verano la Donosti Cup, el mayor evento de fútbol base de España y uno de los más importantes de Europa. Desde que se puso en marcha en el famoso verano olímpico de 1992, han pasado por las instalaciones de la Real Sociedad 75.000 jugadores de nada menos que 60 países. Muchos de ellos llegaron al fútbol profesional y a algunos, como Xabi Alonso y Jordi Alba los hemos podido ver vistiendo los colores de la selección española.
El encuentro reserva en cada edición un espacio para la solidaridad financiando todos los gastos del desplazamiento y participación de equipos de niños y adolescentes llegados de países empobrecidos o en conflicto. Con frecuencia, el fútbol es en sus lugares de origen una tabla de salvación contra todas las barreras y amenazas que les alejan de una vida sana y feliz. En el Donosti Cup conviven durante varias semanas con chicos de todo el mundo reforzando su sentido del compañerismo, la disciplina y el esfuerzo generoso por el trabajo en equipo.
Este verano será inolvidable para los 'pequeños Messi' del Gamesa Dream Footers, que llegaron de la India con medios muy precarios para jugar, y están compitiendo y recibiendo la formación de los monitores de Anoeta o abrieron los ojos como platos cuando atravesaron el túnel del Santiago Bernabeu y se vieron de pronto en mitad del inmenso estadio que solo conocían por la tele. Gran momento también para las niñas del Yuwa, club de fútbol femenino hindú, que está consigiendo que decenas de chicas pobres eviten caer en la trata y los terribles matrimonios infantiles. El tercer equipo invitado este año, llega desde una región de Etiopía, en la que el trabajo en red que impulsa el misionero vasco Ángel Olarán promueve la acogida de niños huérfanos, el abastecimiento de agua y la formación agrícola y medioambiental, entre otros muchos proyectos. Los niños etíopes llegan de una región donde en los años 90 no había agua. Este verano han conocido el mar durante su estancia en San Sebastián.
El fútbol, de nuevo, pese a los episodios de corrupción en los grandes clubes y la violencia de los hooligans, sigue siendo banderín de enganche para una vida sana y con valores de los niños en todo el planeta. El entrañable fútbol base que tantas ilusiones mueve y tan escasa atención mediática recibe vuelve a ser ejemplo para profesionales y aficionados.
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