Esperanza Muñoz, coordinadora del grupo 'Entre amigos'
Es común comentar en los distintos
ambientes en los que nos movemos, lo frenético del ritmo de estos días navideños y como nos arrastran a comprar
incluso lo que no necesitamos y a veces por encima de nuestras posibilidades.
Es importante ser consciente de ello y
hacer lo que realmente veamos necesario. Para ello no está mal hacer un
análisis de lo que son las fiestas navideñas.
Analizando un poco sus orígenes, se
puede decir que el centro de ellas es la celebración del nacimiento de Jesús de
Nazaret.
Sin embargo su tradición de consumo no
procede de esto, sino más bien de la circunstancia de que se comenzó a celebrar
este nacimiento, haciéndolo coincidir con la fiesta del Solsticio de invierno
que desde tiempos babilónicos hasta romanos, se celebraba, y donde era
costumbre hacer una exaltación de la amistad con intercambio de regalos, amén
de comilonas y otros excesos.
Importante es que nos demos cuenta que
no estamos obligados a seguir esta dinámica y que reflexionemos de lo que
supone para nuestra economía y para la economía ecológica del planeta los
excesos energéticos de nuestro “primer mundo”.
Si tenemos en cuenta el concepto de
trascendencia: “Trascendencia es
un concepto que designa aquello que va más allá o que se encuentra por encima
de determinado límite. En este sentido, la trascendencia implica trasponer una frontera, pasar de un lugar a
otro, superar una barrera”.
Entonces podemos decir que vamos a
intentar ver el fenómeno navideño más allá de estos inconvenientes que parecen
prevalecer por encima de lo realmente importante.
Fuera o no esta época la del nacimiento
de Jesús, lo real es que se celebra el nacimiento de un niño, que existió y que
como todo niño, es un mensaje de esperanza para el mundo:
“¿QUÉ ES UN
NIÑO? UN EXPERIMENTO. UN PURO INTENTO DE PRODUCIR EL HOMBRE JUSTO…QUE ES ELEVAR
LA HUMANIDAD AL
PLANO DIVINO”.
(George Bernard Shaw)
Realmente el nacimiento de un niño, brinda de
nuevo a la humanidad, la oportunidad de volver a comenzar.
“El niño es el
que trae la luz a la oscuridad, y conduce la luz ante él” (Carl Jung)
En la charla del sábado 5 de diciembre,
hablábamos del niño interior y de las cualidades que adornan al niño
maravilloso que todos fuimos alguna vez:
M aravillarse
A legría y
optimismo
R esistencia
A dhesión.
V ibraciones
(emociones): risa y llanto
I ngenuidad.
L ibertad.
L a unicidad
A mor.
Os invitamos a que volvamos a conectar
con este niño maravilloso que fuimos en algún momento y nos permitamos ver más
allá de los inconvenientes de las comidas familiares, de la “obligatoriedad” de
estar contentos y reunirse, de la presión de comprar y regalar; y podamos
sorprendernos, dejar lugar a la ilusión, a la ingenuidad, la libertad, la
alegría y optimismo, al amor.
Comprendemos mejor los comportamientos
y razones de nuestros semejantes. El entender que en un momento de la vida, el
niño inocente que fuimos, se sintió herido por alguna razón evidente o no, y
esto influye en lo que somos hoy, nos hace a la vez mirar más allá de lo que se
ve en las personas a simple vista.
Los conocimientos que adquirimos, ha de
servirnos para comprendernos mejor a nosotros mismos y también a aquellos con
los que nos relacionamos.
Por tanto…
¿Qué
puede significar la Navidad-Natividad-Nacimiento?
Para los no creyentes. El comienzo de
un nuevo año, proceso, crecimiento, luz, oportunidad, aprendizaje…
Para los creyentes. Todo lo anterior,
materializado en el nacimiento del niño por excelencia, el que encarna el Amor
de Dios y llegará
a alcanzar el máximo de humanidad posible, naciendo y viviendo humildemente
para ser cercano a todo hombre y mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario