miércoles, 24 de marzo de 2021

El arte de escuchar. Dos orejas y una sola boca



 


José María Jiménez Ruiz

Vicepresidente de la Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza

Nada conforta más a un ser humano que la experiencia de sentirse escuchado. Quien tiene a su lado alguien en quien poder depositar sus cuitas, sus temores, sus esperanzas o sus ilusiones… puede considerarse afortunado. Sencillamente porque sólo así se siente reconocido, sólo así toma conciencia de que tiene alguna relevancia para el otro, únicamente así espanta los fantasmas de creer que, es para los demás, alguien absolutamente irrelevante.

A caballo entre el siglo IV y III antes de Cristo vivió Zenón de Citio, filósofo notable que fundó la escuela estoica en torno al año 300. Había nacido en Citio o Ciceo en Chipre, pero fue en Atenas donde desarrolló su vida intelectual. Dice de él Diógenes Learcio que se tomó 20 años de reflexión antes de atreverse a hablar en la famosa puerta, al noroeste del Ágora, donde, según la tradición, se reunían los poetas de la época. No es extraño que hombre tan prudente nos legara una sentencia digna de la mayor consideración: “Se nos han dado dos orejas y una sola boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos”.

No parece que tan sensato consejo sea demasiado practicado. La mayoría de la gente hablamos mucho más de lo que escuchamos. Quizá porque no resulta fácil empatizar con el otro, olvidarse, siquiera por algunos momentos, del torbellino de ideas que pueblan nuestra mente y ponerse en disposición de acoger, desde la proximidad emocional y el respeto intelectual, los mensajes que nos hacen llegar las personas que nos rodean. No, no es fácil escuchar… De hecho, una de las quejas más frecuentes de quienes asisten a terapias o participan en grupos de desarrollo personal es que no se sienten escuchados. Verdaderamente escuchados por sus maridos o mujeres, por sus hijos, por sus padres, o por quienes se dicen sus amigos.

Día de la Escucha

Para responder a esa realidad, La Asociación Internacional del Teléfono de la Esperanza instituyó “El día de la escucha” que se celebra cada año el día 27 de marzo. En esa fecha se organizan, en todas las ciudades donde está presente, actividades y conferencias que pretenden concienciar a la población de la importancia que tiene para los seres humanos la experiencia de sentirse acogido, la experiencia de que quienes le rodean sepan descifrar esos mensajes que nacen del propio yo, encapsulados, una veces, en palabras y, otras, en actitudes, en gestos o en silencios.

Desde su misma fundación, el Teléfono de la Esperanza mantiene una línea, permanentemente abierta, de atención especializada que trata de estimular en los llamantes sus capacidades de afrontamiento de las crisis por las que pueda estar atravesando. Desde una escucha activa y respetuosa, en la que son formados y entrenados, los profesionales que prestan su colaboración en el servicio de orientación telefónica, tratan de establecer con los usuarios un clima de aceptación y confianza que les permita explorar sus propios sentimientos y conectar con sus verdaderas necesidades. Tratan de que la persona desconocida que está al otro lado de la línea telefónica se sienta escuchada, no juzgada, comprendida, no criticada, aceptada, no evaluada. Porque en el Teléfono de la Esperanza se tiene la certeza de que haciéndolo así, las personas serán capaces de descubrir los recursos personales de que disponen para afrontar, con las mayores garantías de éxito, las dificultades por las que atraviesan. El 60% de los llamantes considera que su demanda ha sido satisfecha mediante la orientación que se les ha brindado a través del teléfono. El 40% restante es invitado a acudir a las diversas sedes para ser atendidos por los expertos más adecuados en función de la problemática que presentan o derivados a otros servicios cuando sus necesidades o demandas especiales así lo aconsejan. Y un amplio 90% manifiestan gratitud porque se han sentido acogidos, escuchados. Han tenido la reconfortante experiencia de que alguien ha sabido contactar con su mundo interior desde el respeto y la comprensión.

Una respetuosa escucha activa

Millones de llamadas han sido atendidas durante los 50 años que cumplirá el próximo mes de octubre el Teléfono de la Esperanza. Ninguna es igual a otra y, por otra parte, todas se parecen. Son de personas que sufren, que se sienten solas, que no saben a dónde acudir, que no cuentan con una oreja amiga que las escuche, que perciben en el invisible hilo que los une al Teléfono de la Esperanza una especie de cordón umbilical que los liga a la vida. El Teléfono, desde una respetuosa escucha activa, pretende ayudarles a reflotar las fortalezas de las que se creen huérfanos, ofrecerse como un modesto amplificador de los mensajes más limpios que nacen en las partes más sanas del propio yo. Porque sentirse escuchado es como recibir un voto de confianza, sentirse reconocido, aceptado, respetado. Y sólo en un contexto de esa naturaleza, puede el ser humano reconciliarse consigo mismo y encontrar destrezas  que le permitan sanar sus heridas, desarrollar sus capacidades y crecer psíquicamente sano y emocionalmente feliz.



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