“Ha sido una experiencia buenísima. He
participado en todo lo que se puede y si puedo echar una mano, pues también”.
Así se expresa Victoria Sánchez, una
de las participantes en el programa ‘La Brújula de la Esperanza’ que el
Teléfono de la Esperanza, en colaboración con el Ayuntamiento de Málaga, ha desarrollado entre noviembre de 2020 y febrero de
2021 ofrec hayiendo actividades relacionadas con la salud emocional a las personas
mayores. El objetivo ha sido ayudarles a paliar los sentimientos de soledad y
aislamiento causados por la pandemia y las restricciones de movimientos de las
personas.
Victoria asistió a sesiones grupales
semanales en las que pudo ejercitar su memoria y acudió a varias consultas con
las psicólogas del programa, Ana Ruiz y
Adriana Altube. También tuvo la ocasión de asistir al taller ‘Entrenando la
felicidad’, una herramienta específica
para que los mayores vivan su día a día con alegría. Tiene 77 años es viuda y
durante la crisis sanitaria se está sintiendo acompañada por sus cinco hijos. Trabajó
toda la vida en su casa y en la consulta de un médico durante 11 años. Como
ella, muchas de sus compañeras, con más de 70 años de edad, son mujeres
activas, dinámicas, acostumbradas a vivir la vejez con positividad y llenando
sus jornadas con actividades gracias a la asociación AMI a la que
pertenecen. Por eso, Eugenia Guerrero, a sus 85 años,
transmite jovialidad a través del teléfono cuando la contactamos el mismo día
en que ha recibido la vacuna contra el virus
“Llegábamos allí, trabajábamos la memoria
y no parábamos de hacer cosas. Yo estaba loca porque llegara el miércoles para
reunirnos”. El estricto confinamiento establecido en marzo de 2020 obligó a
cerrar la sede de la asociación e interrumpir su día a día. “Estuve con mi hija
en Chiclana viendo a mi otra hija. Luego
aquí en Málaga ya me vi un poquillo agobiadilla. No he querido ir a bares. Me
da susto. Hay que tener cuidado” cuenta esta mujer viuda y madre de cuatro
hijos.
Evitar la soledad no deseada, esa que pesa
como una losa cuando se nos viene encima, es la constante de estas veteranas de
la vida. Unas veinte mujeres de la asociación AMI han participado en ‘La
Brújula de la Esperanza’. Cuando la sede estaba abierta, la actividad era
constante, pero en marzo de 2020 tuvieron que cerrar por el estado de alarma.
“Me ha afectado mucho la pandemia”, cuenta Susana
Montenegro, presidenta de la asociación, una mujer casada de 67 años muy
activa, que trabajó como secretaria de un concesionario de automóviles.
“Nosotras no parábamos, pero la pandemia lo cortó todo. Estuve dos meses sin
salir. Mi marido era el que salía a comprar, mis nietos dejaron de venir y
tengo añoranza de ellos, todavía no salgo por las tardes, esto se alarga
muchísimo y te va comiendo”.
La posibilidad de dejar la sede abierta
permitiendo solo el acceso de un aforo reducido de personas se descartó porque
“no podíamos ir unas si y otras no” , detalla Ana González, viuda de 75 años, que
ha echado mucho de menos los juegos, las charlas a las que asistían, la
cocina y las meriendas.
Susana, la presidenta de este colectivo, recuerda el día en
el que recibió la información de que el Teléfono de la Esperanza iniciaba el
programa ‘La Brújula de la Esperanza’. “Lo´puse en nuestro grupo de WhatsApp y
animé a todo el mundo a ir. Hemos estado en sesiones presenciales y muchas
también en la modalidad online. Fuimos en dos grupos y participamos, entre
otros, en los talleres para manejar el móvil y el de autoestima”. El balance de
estos meses de convivencia y aprendizaje
no puede ser mejor. “Estamos todas encantadas por el trato y el contenido. Nos
hemos cogido cariño, las personas del Teléfono de la Esperanza y nosotras”.
Sesión grupal de 'La Brújula de la Esperanza'
¿Fue un alivio para sus mentes inquietas?.
“Alivio es poco, hay que decir que esto ha sido una cura, una UVI para
nosotras”. La actividad, el ejercicio con la mente y la curiosidad son vitales
para el envejecimiento saludable según todos los especialistas en unos tiempos
en los que la esperanza de vida se ha alargado considerablemente. Una mujer de
90 años de edad estuvo en las primeras sesiones grupales, pero luego, quizás
por poner el foco más en lo físico que en el interior de la persona, dejó de ir
por recomendación de su doctora.
En AMI también tuvieron en alguna ocasión
charlas para ejercitar la memoria, pero la experiencia con las psicólogas Ana y
Adriana ha sido más intensa y participativa. “Hemos hecho juegos y cosas para
la memoria. Son muy agradables. Nos han tratado de maravilla. Yo procuro
ejercitar la memoria”, señala Ana
González.
Compartir actividades y vida en un grupo
de personas afines ayuda a vivir de otra manera Conchi Rodríguez, de 77 años de edad, es otra de las participantes
en ‘La Brújula de la Esperanza’. Divorciada, vive sola, pero manteniendo
contacto habitual con su hija y las amigas de la asociación AMI. “Hay que
combatir la soledad estando en contacto con los nietos, hermanos, cuñadas y con
las amistades; los amigos son muy importantes. Al principio de la pandemia hubo
miedo y hasta pánico, pero ahora parece que vamos todos más tranquilos”.
Agradece lo aprendido en las actividades para ejercitar la memoria.
La oferta de talleres de ‘La Brújula de la
Esperanza’ ha sido amplia. Isabel Román,
asistió los sábados al de ‘Inteligencia Emocional y Mindfulness’, actividad que
le pareció “una poco larga”. Coincide con sus compañeras en agradecer lo vivido
en las sesiones para trabajar la memoria. “Allí hacíamos ejercicios jugando,
parecíamos niños chicos. Me lo pasaba muy bien, me relajaba mucho y me
despejaba la mente. Las psicólogas son muy agradables con nosotros”, explica
esta señora de 77 años que trabajó en la Junta de Andalucía. Cuando llegó a
nuestra sede se había adaptado a la situación de soledad. “No lo llevo mal. La
mía no es una soledad completa, tengo a mi sobrina y mi cuñada, asistía a mi
parroquia y a la asociación AMI. Ahora también hago un curso de redes sociales
en los móviles con el Ayuntamiento”.
Muchas personas cuando se jubilan
disfrutan de poder dedicarse a lo que más les gusta y del tiempo libre. Las que
tiene la suerte de compartir sus días con una pareja se acompañan y apoyan si
hay problemas de salud puntuales o enfermedades, pero la vida puede seguir
adelante con normalidad. Si la actividad mental genera vitalidad, la enfermedad
que se enraíza en el cerebro puede empujar a los mayores y su entorno próximo
al sufrimiento permanente. Cuando aparece el Alzheimer en una casa la vida
cotidiana salta por los aires. Es el
caso de Manuel Contreras, un maestro
jubilado de 66 años, que cuida a su mujer desde que hace tres años llegó esta
cruel enfermedad. “Va perdiendo facultades día a día. Esto me produce desgaste
y necesito hablar, compartir y desahogarme”. Tuvo la oportunidad de asistir a
varias sesiones del Taller ‘Resiliencia y Fortalezas Humanas’ donde pudo
compartir experiencias con personas en circunstancias similares. “Es una buena
iniciativa, te orientan y dan ánimos. Ha sido enriquecedor”.
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