miércoles, 25 de diciembre de 2019

“He descubierto los tesoros que se esconden en lo más profundo de las conciencias y las sorprendentes fortalezas anidadas en el corazón humano”


Juan Sánchez en una foto de Diario Córdoba. Foto: A.J González

Este mes de diciembre, estamos haciendo balance con Juan Sánchez, presidente del Teléfono de la Esperanza, de los diez años de trabajo realizado desde la rehabilitación de la sede en 2009. La semana pasada nos habló del impulso a la rehabilitación y el crecimiento de las actividades en los últimos años. Hoy nos transmite lo más valioso de sus experiencias de voluntariado y trabajo ejecutivo de gestión y aborda el gran reto de la prevención del suicidio.



¿Cuántos años llevas coordinando los cursos de Desarrollo Personal? ¿Qué descubres de la gente que participa en ellos y que te da vivir en primera línea esa gran aportación de sentimientos, emociones y, en definitiva, de vida que comparten tantas personas en los cursos?

El ser humano está en un continuo camino de búsqueda de intentar ser más feliz y trata de dar  respuesta a preguntas transcendentes. En ese camino de descubrimiento se ha de partir de una buena observación de sí mismo, lejos de esos valores que intentan vendernos una sociedad mercantilista y hedonista.
¿Cómo llegar a ser más observador de sí mismo?. Dejar de ser el mismo de siempre, insatisfecho con algunos o muchos de los recursos interiores, paliar vacíos y llegar a construir una imagen auténtica de mí mismo. Ante estas preguntas las personas se acercan a recursos que hoy pueden mejorar ese autoconcepto, utilizando técnicas bien dirigidas a ser mejor observador de sí mismo, aquietando la mente o prestando más atención a su conducta y a las respuestas emocionales desencadenadas por los elementos de su entorno. Así mediante el ejercicio de  técnicas basadas en la inteligencia emocional, o el Mindfulness se  llega a un mejor desarrollo personal, a un mejor conocimiento de sí mismo, algo fundamental para ser más feliz. Se consigue un auténtico encuentro  de aceptación y compromiso de sí mismo y de los demás.

¿Qué eco de te dejan todas esas personas que acaban un curso tan intenso en lo personal de cada uno de ellos?

Cuando hablamos de nuestros cursos de Desarrollo Personal siempre se dice que es imposible o muy difícil explicar lo que en ellos se comparte, no porque sea un secreto, sino porque hay que experimentarlos y una vez que los recibes, entiendes el porqué de ese enigma. Lo cierto es que las personas salen muy contentas, tanto, que la frase más utilizada, es: “En mi vida ha habido un antes y un después”. Otras de las afirmaciones, es que estos cursos, los deberían hacer todo el mundo, tanto adultos, como adaptarlos a niños”.
Pondré un ejemplo que me inspiró Joe Dispenza. Comparo estos cursos con la  metáfora que expone referente a la jardinería y la agricultura. “Cuando cultivamos un campo sacamos la tierra apelmazada que ha estado en barbecho y la removemos con una pala u otra herramienta. Añadimos tierra y los nutrientes nuevos para que las semillas germinen y los retoños arraiguen con más facilidad. Para cultivar la tierra también es necesario arrancar las plantas de temporada anterior, ocuparse de las malas hierbas que crecen sin que nos demos cuenta y sacar las piedras que salen a la superficie pasando un rastrillo”.
Las plantas de la temporada anterior representan tus creaciones pasadas derivadas de los pensamientos, acciones y emociones que definen tu antiguo yo al que te has acostumbrado. Las malas hierbas simbolizan las actitudes arraigadas, ideas y percepciones que tienes sobre ti que están socavando a nivel subconsciente tus esfuerzos y que no has advertido por estar demasiado distraído en otras cosas. Y las piedras representan las numerosas capas de obstáculos y las limitaciones personales (que con el tiempo salen a la superficie y te impiden crecer). Debes preocuparte de todo ello para preparar un espacio en el que plantar un nuevo jardín en tu mente. Ya que si plantas un jardín o un huerto sin preparar la tierra, te dará muy poco fruto.
Por tanto, en estos cursos se trata de cultivar el jardín interior de cada uno de manera que dé buenos frutos, ser conscientes que es imposible crear un nuevo futuro que aún no existe, si sigues anclado en el pasado o lejos de un aquí y ahora. Esta decisión  requiere un proceso y un esfuerzo que con el modelo de cambio  establecido, nos lleve a desaprender para reaprender, en definitiva ser dueños de nuestra vida y ser más libres.



Un grupo de seres humanos guiando a otros seres humanos a bucear en su interior. ¿Y qué se puede descubrir ahí?

Vivo la impartición de estos cursos desde hace ya más de veinte años, con la misma energía ilusionante del primer día o incluso me atrevo a decir que más,  aplicando  una actualización continua. Hay que destacar que no solo los imparto yo, constituimos un grupo de profesionales que hacen posible que la calidez y eficacia de estos cursos sea tan elevada, a ellos también transmito mi gratitud. Mi gratitud también es inmensa hacia los ya centenares de participantes por dejarme compartir tantas experiencias personales, y honrado con su confianza, haciéndome depositario de sus inquietudes, de sus problemas, de sus angustias o de sus soledades, eso me ha ayudado a comprender la complejidad del ser humano y como ante las situaciones adversas, puede surgir la capacidad de resiliencia para no dejarse abatir por los vendavales del infortunio.
A través de la impartición de estos cursos y de otros compromisos con el Teléfono de la Esperanza he podido descubrir los tesoros que se esconden en lo más profundo de las conciencias y las sorprendentes fortalezas anidadas en el corazón humano. Tanto recibido ha hecho crecer mi propio desarrollo personal. Solo puedo reiterar una vez más gracias por esta oportunidad que me ha dado la vida.


Voluntarios  con el diputado Iñigo Allí (en el centro) en el Congreso de los Diputados

En los últimos años el Teléfono de la Esperanza ha hecho un esfuerzo notable por visibilizar la tragedia de los suicidios y promover un Plan Nacional para la Prevención del Suicidio. También lo hacen expertos y asociaciones de afectados. A nivel político parece que han sido más  receptivas autonomías como Baleares, Rioja o Navarra. ¿Veremos un Plan Nacional de prevención en los próximos años?

Desde 2008, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en España, es decir aquella que se producen al margen de las enfermedades. Ha llegado incluso a desbancar a los accidentes de tráfico. En España se suicidan 10 personas cada día, las cifras ya son alarmantes, lo que hace necesario y con urgencia un Plan Nacional de Prevención de Suicidio y un plan a nivel autonómico. ¿A cuánto han de subir las cifras, para que se ponga en marcha esa decisión por parte de las administraciones? Desde el Teléfono de la Esperanza ya lo hemos y lo estamos denunciando constantemente en todos los foros.
Considero que nuestra institución es una de las más pioneras en este ámbito tan vulnerable. Prevenir el suicidio ha  sido una de nuestras líneas estratégicas más importantes durante casi 50 años, así lo planteé en los años que tuve la responsabilidad nacional, tanto en la atención en crisis suicidas a través de nuestro servicio telefónico, como la atención personal en sede a través de  profesionales muy cualificados que atienden este tipo de problemática. Somos pioneros en la formación de informantes claves en Ayuntamientos, Policía Nacional, Guardia Civil, sanidad, centros de enseñanza…Otra de nuestras actuaciones es  la atención a los supervivientes de un suicidio, con un acompañamiento muy  personalizado en  este duelo tan específico, y la constitución de grupos de  ayuda donde se facilita la expresión de sentimientos que difícilmente se pueden expresar en otros ámbitos.  

¿Cómo lograste compaginar las tareas de gestión de ASITES y el Teléfono de la Esperanza de Málaga?

Como voluntario del Teléfono de la Esperanza,  hace más de veinte años, he intentado ser fiel a una opción personal enraizada en unos valores éticos que he considerado importantes en mi vida. He ofrecido mi tiempo y los modestos conocimientos sin esperar otra retribución que no sea ser coherente con lo más hondo de mi conciencia. Ocupando cargos de responsabilidad como vicepresidente nacional, presidente nacional y presidente de Málaga. Asumí la responsabilidad de ASITES durante seis años en unos momentos no precisamente fáciles para la asociación.
Para poder asumir ese liderazgo de gestión, en primer lugar tengo que agradecer a quienes en mí depositaron  la confianza, como fue la Asamblea y Junta Directiva de ASITES. Llevar adelante esa tarea, compaginar mis responsabilidades a nivel nacional y local, hubiera sido muy difícil, sin el apoyo y esfuerzo de personas que  asumieron responsabilidades de organización, que posibilitara abordar los problemas que iban surgiendo día a día, con el fin de mejorar nuestros servicios y  atender a quienes, confían en nosotros y reclaman nuestra ayuda.
Contar con buenos compañeros de viaje ha sido fundamental a lo largo de estos años. Me siento tan agradecido como orgulloso de poder estar rodeado durante el periodo de mi presidencia en ASITES a nivel nacional, como en Málaga, de personas admirables, de gran calidad humana, bien identificados con los valores del Teléfono de la Esperanza, siempre generosos en su esfuerzo y sin ninguna reserva cuando se ha tratado de compartir responsabilidades y tareas.

Desplegar toda la actividad de cursos, talleres y grupos de autoayuda no sería posible sin la aportación de los voluntarios

Nunca hubiera podido dar el paso a la presidencia nacional sin contar con el apoyo de los voluntarios de Málaga, y nunca podré agradecer lo suficiente la lealtad con que siempre se me ha honrado. He de hacer especial mención a cada uno nuestros voluntarios, y a los  Consejos de Centros constituidos en estos años. Permíteme no nombrar a personas, para no caer en olvidos, aunque  tengo que hacer un reconocimiento especial a la vicepresidenta de Málaga Julia Alonso, por su esfuerzo, apoyo y colaboración.
Me marché voluntariamente de la presidencia nacional,  tranquilo y con la conciencia de haber dado lo mejor de mí mismo. Se cerró un ciclo en el momento que consideré más oportuno con la tranquilidad de ceder el testigo a quienes mejor pueden ofrecer un mejor servicio al Teléfono de la Esperanza para responder a las exigencias del momento presente, y construir un buen futuro.


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