La larga prenavidad de comidas de empresa, bombardeo publicitario, compras y ciudades compitiendo por ver quien instala más luces nos ofrece una ilusión de felicidad ficticia centrada en el consumo. Parece como si comer y comprar tuvieran por si mismas la fórmula mágica de garantizarnos la felicidad previo pago de una cantidad de dinero. La industria de los anuncios, especialmente los destinados a la televisión, genera relatos breves y acelerados de hombres y mujeres conquistando la belleza, la riqueza y el poder. Los spots de perfumes llevan esos mensajes a su máxima expresión. Hay incluso una evolución del escenario donde se desarrollan esas fantasías. Se ha pasado de la chica o el chico moviéndose de noche por grandes ciudades iluminadas a un hombre avanzando con energía por un desierto desolado hasta descubrir unas gotas de perfume surgiendo de la tierra reseca. Ya ni siquiera se molestan en ofrecer luz. El consumidor se arrasta literalmente por encontar luz fuera de sí como si dentro de su persona solo habitara el vacío.
Pero en cada consumidor niño, joven, adulto o anciano hay un ser humano con su maravillosa esencia; distinto, diverso pero similar a los demás. Iguales en el corazón que late en cada uno de nosotros conectándonos a los demás. Con nuestras sombras y luces. A veces esa luz surge en los pequeños, olvidados por la gran fiesta del consumo. Se hace presente en el gesto de un voluntario que hace compañía a un anciano, del que escucha con respeto y atención al que sufre o del que no tiene miedo en mostrarse vulnerable aunque no esté bien visto. Es el misterio de la vida. Hace 2000 años, en un pueblo perdido de un imperio, un hombre y una mujer embarazada huían de la persecucción de unos poderosos, buscaban acogida y refugio. La joven dio a luz a la intemperie, apenas cobijada por unos animales. Unos pastores que estaban por los alrededores quedaron sobrecogidos por la escena. Nació el misterio de Jesús. Su vida posterior iluminó de esperanza a los descartados en una sociedad que postergaba a las mujeres, apartaba a los niños y condenaba al ostracismo a los enfermos. La llama prendió y siguió viva durante generaciones hasta este siglo XXI en todas las personas que buscan la entrega generosa al prójimo, la paz y la mano tendida a los que sufren.
Hoy los descartados siguen llamando a la puerta de nuestros corazones, pidiendo aliviar sus dolores e intuyendo caminos de esperanza. Un eco de fraternidad y luz recorrerá la provincia de Málaga y Melilla hasta el 5 de enero como una epifanía de esperanza. Este domingo aterriza en Málaga la Cruz de Lampedusa, también llamada la 'cruz de la vergüenza', construida con maderas de embarcaciones que naufragaron cargadas de emigrantes buscando una vida mejor para ellos y sus familias. En octubre de 2013, un terrible naufragio dejó 366 cuerpos flotando en el Mediterráneo. En abril de 2014, una fundación italiana presentó al Papa Francisco una cruz hecha con tablas de barcos hundidos frente a la isla de Lampedusa. El papa la bendijo y encargó: "Llevadla por todas partes".
La Cruz de Lampedusa, convertida en símbolo del dolor y la injusticia, transmite el grito de los que no tienen voz, pero aún así siguen adelante activados por su dignidad de seres humanos. Ha pasado en 2019 por diversas ciudades españolas como Salamanca, Valladolid, Jaén y Valencia. En esta última, se evidenció que aunque 35.000 personas han muerto en el Mediterráneo tratando de llegar a Europa, miles de brazos solidarios abiertos acogen, protegen, promueven e integran a los recién llegados. Varios de ellos portaron la cruz en su recorrido por la Ciudad de la Esperanza, un proyecto humanitario de la Asociación Ciedes, apoyado por Cáritas, que ha acogido a 500 inmigrantes desde 2014. El centro cuenta con 8 bungalows, cafetería y aulas donde se enseña español, informática y deportes.
En Málaga la cruz inspirará oraciones, vigilias y un acto público de sensibilización sobre el drama de la inmigración el domingo 29 de diciembre a las 18.30 horas en el Palmeral de las Sorpresas. En Melilla, el 27 de diciembre personas de diferentes confesiones, participarán en un acto interreligioso junto a la valla fronteriza. Unidos en lo común pese a los muros físicos, culturales y mentales que intentan dividirnos.
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