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La tribuna de Acción Solidaria del 17 de diciembre de 2018 en el diario 'Sur'
Más de cuatro millones de españoles se sienten solos. En Málaga, una de cada cuatro personas de más de 65 vive sola en su domicilio
Juan Sánchez Porras. Psicólogo Clínico, pedagogo y presidente del Teléfono de la Esperanza de
Málaga
El 65% de los llamantes del Teléfono de la Esperanza, reconocen
más o menos explícitamente, su necesidad de ser escuchados. Sólo un 17% pide
algún tipo de orientación respecto a un problema concreto y un 7% solicita
entrevista con un psicólogo u otro profesional. ¿Qué encontramos en la raíz de
esa necesidad? Sin duda la soledad, la ausencia de compañía. La melancolía que
se enrosca en el alma cuando nos vemos obligados a abrazar una soledad no
deseada o cuando lloramos la pérdida de alguien a quien amábamos. También la
falta de interacción con otros seres humanos, la desconexión que podemos
experimentar perdidos entre una multitud por la que nos sentimos ignorados.
En la película 'El mejor padre del mundo' dice Robin Williams:
«Antes pensaba que lo peor que te podía pasar en la vida era terminar solo. No
lo es. Lo peor que te puede pasar en la vida es terminar con alguien que te
hace sentir solo». Y no le falta razón pues podemos sentirnos solos en medio de
la muchedumbre, junto a alguien con quien ya no nos comunicamos, o aunque
dispongamos de los sofisticados medios técnicos que se nos ofrecen en la
actualidad para entrar en contacto con los otros, pero que si son utilizados de
forma incorrecta empobrecen las relaciones y nos enjaulan en modelos de
relación que, ajenos a toda empatía, nos hacen experimentar el vacío y la
soledad
La soledad se ha convertido en un problema importante, aunque en
España no alcance el dramatismo de otros países, como en el Reino Unido, en el
que recientemente se ha creado una Secretaría de Estado para la Soledad. Lo
cierto es que, dada su incidencia sobre el bienestar de la población, debería
ser tratado como un problema de salud pública. Estudios solventes demuestran
que la soledad hace aumentar un 50% el riesgo de mortalidad, daña el cerebro y
el sistema inmunológico, puede provocar depresión e incluso llega a ser la
principal causa de suicidios en la tercera edad. Más entre los hombres que
entre las mujeres, al tener éstos más dificultad para expresar sus emociones y
ser más reacios a pedir ayuda.
Más de 4 millones de españoles se sienten solos. En Málaga,
según recoge un estudio del propio Ayuntamiento, una de cada cuatro personas
mayores de 65 años de la capital viven solas en su domicilio. Sería fundamental
diagnosticar las necesidades de esta población para prevenir las consecuencias
de una soledad no deseada, rescatarla del aislamiento y garantizar, en la
medida de lo posible, la calidad de vida de la población general, y en
particular de las personas mayores.
No estaría de más, por otro lado, que aprendiéramos a convivir
con la soledad, a dejar de verla como un fantasma y comprender que, en algunas
circunstancias, ésta puede llegar a ser una buena compañía. En el Teléfono de
la Esperanza, somos muy conscientes ello. Una de nuestras tareas es ayudar a
habilitar destrezas y encontrar recursos para ver en la soledad una oportunidad
para conocerse a sí mismo y alcanzar mayor grado de autonomía personal.
Siempre, naturalmente, que no sea una estación de llegada, sino un período
transitorio que nos brinde la oportunidad de zambullirnos en nuestro propio yo
para conocernos mejor y descubrir modelos sanos de relación que nos permitan
encontrarnos con los demás desde el respeto y la empatía.
En cualquier caso, para combatir los estragos que puede provocar
la soledad no estaría de más que se fomentara el entrenamiento de las
habilidades sociales, desde la infancia y que se preparara a los mayores para
ese momento posterior a la jubilación, en el que, al abandonar sus ocupaciones,
van a tener que lidiar con la experiencia compleja de estar obligados a
reorientar su vida personal y social al margen del trabajo que habitualmente
venían desempeñando. Un buen recurso podría ser la colaboración en entidades
del voluntariado que les ayudara a experimentar la satisfacción que se puede
llegar a sentir cuando uno hace algo por los demás.
En cualquier caso, como bien dice D. José María Jiménez,
vicepresidente del Teléfono de la Esperanza, «frente a ese drama de la soledad
quizás no haya otro antídoto que el de la solidaridad». Desde esa convicción,
El Teléfono de la Esperanza, en algunas de sus sedes de España, y con el
propósito de paliar este problema que se puede calificar de primer orden, ha
puesto en marcha, junto a otras Instituciones públicas, el proyecto ' a
nuestros mayores'. Se trata de dar respuesta así a las necesidades que plantea
este sector de la población especialmente vulnerable. La pretensión no es otra
que la de atenderles en sus necesidades emocionales y paliar situaciones de
soledad no deseada y de aislamiento social. En el caso de Málaga, actuamos en
coordinación con los recursos que ofrece la ciudad, a través de medidas que
favorezcan el acompañamiento y la integración en grupos y redes de apoyo. Es
nuestra modesta aportación para poner algún freno a esa epidemia que no podemos
permitir se convierta en endémica.
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