martes, 22 de agosto de 2017

El perdón. Una decisión valiente que da paz interior (y 2)



https://es.pinterest.com/explore/perdonar-frases/


Esperanza Muñoz
Coordinadora del programa 'Entre amigos' en el Teléfono de la Esperanza

Hay ofensas que por proceder de las personas a las que más queremos, provocan un profundo dolor. Creemos que los seres amados serán los que mejor nos tratarán y velarán por nuestro bien. Y ante lo que vivimos como una ofensa, se añade el desconcierto de preguntarnos qué ha llevado al otro a agredirnos de esa forma o a no hacer lo que esperábamos de él/ella, siendo tan ciego a nuestras necesidades del momento.
Sin embargo, no debemos olvidar que cada uno de nosotros se rige por sus propias leyes, prioriza según el momento de la vida en que se encuentra, y tiene sus propias vivencias, necesidades y expectativas.
Una ofensa puede tener un componente trágico, en la medida que hiere una relación, convirtiendo en estéril la dedicación afectiva anterior. Es como un desengaño que modifica lo que antes estaba intacto, queriendo recomponerlo, pero que parece imposible conseguir.
Puede hacernos sentir al ofensor como a un extraño o incluso el mismo ofensor sentirse como un extraño ante la reacción del ofendido, no sabiéndose bien en algunas circunstancias quien es uno u otro: ofensor u ofendido, indistintamente. En esta situación, hace falta una importante dosis de comprensión, de serenidad y ternura, para poder mirar en ambas direcciones, contemplar la posibilidad de que cada uno tiene una parte de responsabilidad en el conflicto y comprenderse y perdonarse a uno mismo, a la vez que se perdona y comprende al otro.

El perdón como actitud
“Una historia de guerra cuenta que dos amigos y soldados fueron apresados y conducidos a un campo de concentración donde estuvieron 22 meses. Al finalizar la contienda, fueron liberados, se reincorporaron a su nueva vida y no se volvieron a ver hasta transcurridos 12 años. Entonces, un amigo le preguntó al otro si había superado el odio y recibió como respuesta que no, que todos los días recordaba, odiaba y no perdonaba. Y el otro repuso:
Yo, en el mismo día que me liberaron me liberé de cualquier odio, lo que supone que yo llevo libre 12 años, mientras tú sigues encadenado”. (Relato de un libro de Javier Urra).

Sin embargo, y pese a las dificultades que conlleva el perdonar y las distintas circunstancias que lo hacen más o menos posible; el ser humano tiene una capacidad inmensa para superar las dificultades y para superarse a sí mismo, cuando parece que todo está perdido.
Es en esta y para esta capacidad de perdonar trabajamos en esta institución llamada Teléfono de la Esperanza. Para recuperar el ser perdido o mejor dicho extraviado que somos y confiando en el poder de superación que se nos ha sido dado, como capacidad divina, poder llegar a mejorar nuestra existencia y por extensión la de los que nos rodean.
El perdón, es posible aun cuando no se den las condiciones expuestas (actitud del ofensor para obtener la reconciliación), y el ofensor no tenga intención, ni por asomo, de reconocer su ofensa y mucho menos pedir perdón por ella. O sencillamente, porque no viva o no está en nuestro medio, como el relato anterior.

El poder de ser felices
Lo más asombroso del poder que tenemos para elegir ser felices o no: perdonar depende fundamentalmente e independientemente de la actitud del ofendido.

Tomando palabras textuales del libro: “Perdonar, una decisión valiente que nos traerá la paz interior” de Robin Casarjian: “El perdón solo requiere un cambio de percepción, otra manera de considerar a las personas y circunstancias que creemos que nos han causado dolor y problemas.”
El perdón es una decisión, la de ver más allá de los límites de la personalidad de otra persona, de sus miedos, idiosincrasias, neurosis y errores, la decisión de ver una esencia pura, no condicionada por historias personales, que tiene una capacidad ilimitada, y siempre es digna de respeto y amor”.
Quien percibe así al ser humano, siempre lo sentirá digno de respeto porque ve más allá de sus condicionantes, ve las posibilidades de esa persona si hubiera podido desarrollar sus potencialidades originales.
Por tanto, el perdón es una actitud que supone estar dispuesto a hacernos responsables de nuestras propias percepciones y de la seguridad de que estas percepciones, a su vez están condicionadas por nuestras vivencias y la forma en la que las interpretamos.
Cuando elegimos cambiar nuestra perspectiva por una visión más profunda, más amplia y abarcadora, podemos reconocer y afirmar la mayor verdad de quienes somos y quiénes son los demás.
Por tanto, el perdón es una forma de vida, que nos convierte gradualmente de víctimas de nuestras circunstancias en poderosos y amorosos co-creadores de nuestra realidad. En otras palabras, es trabajar para modificar las percepciones que obstaculizan nuestra capacidad de amar.

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Soltando la tensión
Cuando perdonamos, soltando la tensión de la defensa, y el ver al otro como al enemigo, solemos tener sentimientos de paz, amor, apertura del corazón, alivio, expansión, confianza, libertad, alegría y la sensación de estar haciendo lo correcto.
Este tema tiene mucho más que analizar. Por ejemplo, discernir bien lo que es y no es perdonar y lo que supone o no el hacerlo. Podemos estar dispuestos a perdonar a alguien que nos agrede o agredió, pero esto ni por asomo quiere decir que permitamos que vuelva a agredirnos ni las conductas que alimentan dicha agresión.
En un tono más suave y por poner un ejemplo, podemos perdonar a un amigo porque desveló una intimidad que le revelamos, pero a la vez decidir no volverle a confiar nuestros secretos.
Las vacaciones ponen ante nosotros multitud de ocasiones para practicar lo dicho. Podemos leer y saborear los libros que aquí se mencionan, y decidir trabajarlos en el día a día. La convivencia durante más horas de lo habitual con la pareja, los hijos, la familia que comparte días con nosotros, amigos, y ciudadanos en general, nos mostrarán en cuantas ocasiones, las percepciones, deseos, expectativas nuestras y de los otros, tendrán que llegar a un acuerdo. De nada vale plantearse si debemos ser los primeros en practicar el perdón, pues debe ser el primero el que tiene capacidad de hacerlo, lo cual pone en evidencia nuestro auténtico poder. Éste no es dominar sobre el otro, o llevar la razón, sino el ir adquiriendo la sabiduría, la templanza y la inteligencia tan traída y llevada “emocional” como para ser capaces de modificar nuestras percepciones abriéndonos a las de los que nos rodean. Acaso no eso lo que planteaba el filósofo Eric Fromm, en su clásico libro ‘El arte de amar’?
Independientemente de cual sea nuestra historia, única y especial, el perdón contiene la promesa de que encontraremos la paz que deseamos, la liberación del poder que ejercen sobre nosotros las actitudes y los actos de otras personas.

Bibliografía:
'El perdón' de Francesc Torralba


'Perdonar, una decisión valiente que nos traerá la paz interior' de Robin Casargiana 





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