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Juan Manuel Martín
Coordinador de Psicología del Teléfono de la Esperanza
En un artículo anterior decíamos que el término estrés se utiliza para describir la sobrecarga que los acontecimientos de la vida van poniendo sobre nuestras espaldas y esa sobrecarga depende tanto de la intensidad con que vivimos esos acontecimientos, como de la capacidad que creemos tener para hacerles frente.
Afirmábamos que las situaciones
nuevas, imprevisibles sobre las
que tenemos poco o ningún control, son las que nos provocan el máximo
estrés. Lógicamente si nos empeñamos en
controlarlo todo, vamos a ser, tarde o temprano, víctimas del estrés y tal vez
este nos lleve de la mano a la ansiedad o a la depresión.
Pero ahora estamos en periodo
vacacional, al menos, para los afortunados que se las pueden permitir y los que ahora no las pueden disfrutar, tal
vez lo hagan dentro de unos meses, por lo que lo que planteamos en este
artículo son varias cuestiones que tienen que ver con el estrés y estos
necesarios y esperados periodos vacacionales, veamos:
¿Cuánto
tiempo necesitamos para liberarnos del
estrés acumulado a lo largo del año laboral?
¿Un mes, una quincena, una semana, un
puente, un fin de semana? Es difícil dar un periodo exacto que sea
satisfactorio para la mayoría de las personas. Hay quien el hecho de tener por
delante un largo periodo de inactividad laboral, le produce estrés, aunque pueda
parecer extraño.
Hay también quienes pueden desconectar
durante los fines de semana o en los puentes, estos afortunados, no necesitan un largo periodo de vacaciones.
Bien, los psicólogos que lo estudian
casi todo, convienen en decir que, en términos generales, se necesita al
menos una semana para poder dejar atrás el estrés acumulado, sobre todo en
lo referente al aspecto físico, aunque es la actitud de las personas ante el
periodo vacacional, la que decide si el tiempo debe ser mayor o menor.
¿Pueden
ser las propias vacaciones fuente de estrés?
Aunque cueste creerlo, hay personas para
quienes las vacaciones en vez de ser un momento para relajarse y olvidarse de
preocupaciones, pasan a ser todo lo contrario, ya que no logran desconectarse
de su actividad laboral cotidiana.
El estrés no se toma vacaciones, y es
común observar a personas que se estresan más en el parón vacacional que en la
abrumadora rutina laboral del año ¿Por qué? Conviene no olvidar lo que hemos
dicho al principio: los acontecimientos inesperados sobre los que carecemos de
control, nos producen estrés.
Si nuestra “zona de confort”
es la rutina diaria: nuestra agradable ciudad, nuestra confortable casa,
nuestra conocida piscina comunitaria, nuestra plácida cama, y nos tenemos que
desplazar “para cumplir con el ritual”
al cutre e incomodo apartamento u hotel playero, o a esa casa rural, donde la
relación calidad / precio es
desproporcionada y las vacaciones nos sacan de ella, sin duda, esto nos va a
producir malestar.
En no pocas ocasiones, los viajes
vacacionales, se convierten también en inesperadas fuentes de estrés: Ese
maravilloso y lejano viaje que, además de dejar tambaleando la cuenta
corriente, nos obliga a una preparación como si fuéramos a competir en las
olimpiadas y donde el mayor aliciente está en el hecho de “callar” a nuestro
cónyuge, empeñado en vivir similares experiencias a las que se anuncian a todas
horas por la pequeña pantalla, para que luego podamos presumir ante amigos y
conocidos de todo lo visto y fotografiado, eso si, una vez recuperados del
llamado “Síndrome del viajero o de Sthendal” (mareos y dolor de cabeza por
exceso de estimulación).
En otras, el estrés vacacional puede
tener su origen en la “obligada convivencia” con la familia, de la que el resto
del año estamos “protegidos” por el “otro estrés”, el laboral, preferible sin
duda a tener que soportar a la cuñada, suegro, sobrinos y demás retahíla de
compromisos ineludibles, que transforman el plácido descanso veraniego en un
refinado y delicado suplicio.
Cada vez es más frecuente que los
especialistas se encuentren en las consultas a pacientes que explican que su
problema comenzó durante sus vacaciones, que están nerviosos, angustiados y
sobresaltados, todo les preocupa, transpiran mucho, tienen taquicardia y
problemas para dormir. En ciertos casos, acompañan el relato de una crisis de
pánico, como corolario". Se ha instalado en ellos la ansiedad.
¿Hay
algo que podamos hacer para que las vacaciones se conviertan de verdad en un
confortable periodo de descanso?
Los periódicos en verano y las páginas
web, están cargados de consejos. Me he permitido hacer una selección de ellos,
pero seguro que me dejo atrás otras alguno.
Ahí van cinco de ellos:
• Ponerse
y poner límites a los demás, no cediendo a las demandas
laborales que no respeten el tiempo de vacaciones.
• Buscar
actividades que produzcan satisfacción personal, y descarguen tensiones: actividades físicas,
sociales, o hasta mentales como juegos de ingenio.
• Hay
que cambiar el esquema horario aumentando si es necesario, el tiempo
destinado a dormir. En este punto hay todo tipo de opiniones, pero podemos
decir que nuestra necesidad de sueño viene dada por la media de horas que
dormimos cuando lo hacemos de forma espontánea, sin poner el despertador, en un
periodo de al menos, quince días.
• Mantener
una alimentación equilibrada, combinándola con el placer de ingerir
alimentos diferentes y de sabor agradable, ya que tienden a disminuir los
niveles de ansiedad: frutas, verduras, frutos secos, alimentos proteicos...
Evitando un excesivo consumo de azúcares: helados, batidos, alimentos
procesados, en general.
• Es
importante dedicar más tiempo a hablar y menos a escribir a través de las «tecnologías de nuestro tiempo».
¿Y
qué hay del síndrome postvacacional? ¿Cómo sobrellevar los primeros días de
trabajo a la vuelta de vacaciones?
El síndrome o depresión postvacacional
se ha puesto de moda de un tiempo a esta parte, hasta el punto que no hay
telediario a principios de septiembre que no hable de ello. Al final
conseguirán que lo tengamos, pero desde siempre, la incorporación al trabajo
tras un periodo más o menos dilatado de inactividad, produce en muchas
personas, ciertos efectos desagradables, pero hablar de síndrome o depresión,
parece a todas luces, exagerado.
Sea
como sea, siempre podremos hacer algo para disminuir esos efectos, he aquí
algunas ideas:
• Tratar
de buscar el lado más positivo de la vuelta al trabajo: “la empresa aún
cuenta conmigo y no ha cerrado”. Además, es conveniente no apurar las
vacaciones y se intente adelantar un poco el regreso para irnos
adaptando a las rutinas habituales como
horarios, alimentación, ocio y horas de sueño.
• Durante
la primera semana de trabajo hacer
alguna actividad parecida a lo que se hacía durante las vacaciones, como
algún paseo en el tiempo para comer, deporte o salidas con amigos después del
trabajo. Son una buena ayuda para no echar tanto de menos los días de
vacaciones. Y luego, en la medida de lo posible, continuar con estos nuevos hábitos
• Valorar
y aprovechar los fines de semana, son la mejor oportunidad
para desconectar del trabajo hasta que se vuelva a tener otro periodo de
vacaciones.
• Durante
las horas de trabajo buscar momentos de pausa para reactivar la respiración,
variable esencial en los procesos de control del estrés y la ansiedad. La respiración
abdominal lenta y profunda es una herramienta imprescindible de ayuda para
afrontar los problemas a lo largo del día y para mantener la calma en momentos
de máxima tensión. Respirar adecuadamente ayuda a relajar la mente, desconectar
y mejorar el estado de ánimo.
Bien, esto es todo. No crean que todo
esto se me ha ocurrido a mi solo. He consultado varias páginas web y me
gustaría compartirlas con ustedes por si quieren buscar mas información.
Gracias por llegar hasta aquí.
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