La semana posterior a la de los brutales atentados de Cataluña ha dado mucho de sí. Hemos tenido noticias de la investigación, quejas de cuerpos de las Fuerzas de Seguridad del Estado, llamadas a la unidad de los partidos políticos y testimonios de las personas que estaban en Las Ramblas durante el ataque y allegados de los propios terroristas. Además, se han extendido en la población los lógicos sentimientos de tristeza, indignación y rabia por lo sucedido.
Los seres humanos, sin distinción de edad, sexo, etnias o religiones, vivimos a lo largo de nuestras vidas experiencias que nos hacen sentir tristeza, dolor, ira, rabia, alegría, compasión o amor, entre otras. Las situaciones de tensión y violencia son propicias para activar las emociones y hacer que se vivan a flor de piel. Cuando estas situaciones se viven de forma colectiva y se difunden a través de los numerosos canales tecnológicos existentes, se impulsa una especie de estado de ánimo general.
Las reacciones a la matanza de Las Ramblas y el asesinato de una mujer en Cambrils nos ha dejado voces, vídeos, fotos y gestos que transmiten un muestrario luminoso de lo mejor del ser humano; entrega, servicio, solidaridad, generosidad y empatía con el dolor del otro. Las televisiones nos regalaron la imagen de un hombre que dijo no ser médico, ni enfermero, ni tener preparación en cursos de socorrismo. "Me he puesto a ayudar". Otra estampa cargada de humanidad ha sido el texto dejado por un mendigo junto a las velas ofrecidas a los fallecidos. "Me tenía que haber pillado a mi (el atentado), no que han pillado a un niño de tres añitos". Un gran gesto de sensibilidad humana y grandeza lo protagonizaron los padres de Xavi Martínez, el niño de 3 años asesinado, y Driss Salym, iman sustituto de la mezquita de Rubí. Durante una concentración en ese municipio, los tres se fundieron en un tierno abrazo. Hubo un momento en el que Saly, más afectado por la emoción, fue consolado por los padres de Xavi.
La otra cara de la moneda en este mar de emociones desbordadas la han puesto en escena personas que han publicado en redes sociales y diarios digitales numerosos comentarios cargados de rencor hacia los musulmanes en general. En grupos de WhatsApp han circulado videos -generalmente anónimos y manipulados- destinados a dividir a la sociedad entre "ellos y nosotros". El objetivo era extender odio y reacciones agresivas hacia los musulmanes. Se han visto pintadas amenazantes en mezquitas y varios ciudadanos han sido agredidos cuando caminaban tranquilamente por la calle. Todo una muestra de reacciones calientes, activadas por el miedo y manejadas por sectores interesados en que crezca en la población un sentimiento de xenofobia, de odio al diferente.
La convivencia en una sociedad madura, diversa y cada vez más compleja solo puede ser armónica cuando se basa en la tolerancia y el respeto al otro. Los gestos solidarios de Las Ramblas y la grandeza de la escena vivida en Rubí nacen de la compasión que produce en los seres humanos ver sufrir el dolor en sus semejantes. El desgarro de las muertes sin sentido acerca a las personas y estimula misteriosamente la unión entre ellas. Han sido gestos que marcan caminos de esperanza para la vida cotidiana en pueblos y ciudades. Todos unidos contra el terror, el fanatismo y la intolerancia y sin concesiones al rencor que divide y enfrenta. Después de la tempestad siempre llega la calma.
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La grandeza de un gesto (José María Olaizola)
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