lunes, 27 de febrero de 2017

José Luis y Regina, un equipo indisoluble



orientadores del Teléfono de la Esperanza
Regina y José Luis en la cena de Navidad de 2015

José Mª Rueda Jiménez
Orientador del Teléfono de la Esperanza


El martes 21 de febrero nos reunimos en una misa recordando a nuestro compañero y amigo José Luis Pérez. Recuerdo tantas cosas de este buen hombre, de este buen compañero y amigo, que cuando se me ha dado la oportunidad de ponerlo por escrito no he dudado en hacerlo.
José Luis adoraba a Regina, su señora, formaban un equipo indisoluble, siempre se les mencionaba a los dos: José Luis y Regina, para los turnos de orientación, para la coordinación del departamento, para cualquier tarea o faceta de su vida eran los dos a una. Era un hombre siempre pendiente de su familia, de sus hijos, de sus nietos, sus suegros y sus hermanos todos contaron siempre con él.
Jose Luis era un hombre profundamente religioso, pero sin alharacas, vivía su fe con naturalidad. Nunca entraba en conflicto con los que o no la compartimos o lo hacemos a nuestra manera. Simplemente aceptaba a todo el mundo, sin prejuicios, sin reticencias, respetando profundamente la libertad de cada uno.
Tenía un sentido del humor privilegiado que le llevaba a reírse de todo con todos, sin herir a nadie, siempre te sacaba una sonrisa, siempre había un chiste, un chascarrillo, una anécdota que daba “buen rollo”. Recuerdo cuando me enseñó una foto del móvil: uno de sus nietos metiendo un dedo en la tarta de cumpleaños de otro, la cara de niño travieso que ponía Jose Luís superaba la expresión del que estaba haciendo la travesura.
Conocí a José Luis y a Regina cuando entramos en el curso de iniciación para la orientación en el otoño del 2001. Mari Carmen Orellana y Fernando Fiestas nos contaban lo que era el Teléfono de la Esperanza antes de empezar a hacer los cursos de preparación.


Julia, Juan, Carlos, José Luis y Andrés en Navidad de 2015

Entonces había que hacerlos en Sevilla, en San Juan de Aznalfarache y con ellos fui en el coche, en los dos cursos que hicimos allí. Era en una residencia de monjas, las dividendas les decíamos algunos. Acababa de implantarse el euro y recuerdo que miraban las monedas de céntimo al trasluz para que no las engañásemos en los cambios de peseta a euro y viceversa.
Hemos seguidos caminos paralelos en el teléfono pero, aunque a veces estábamos un tiempo sin coincidir, en cuanto nos reuníamos era como si acabásemos de vernos. Siempre estaba dispuesto a ayudar si le pedías un favor, siempre dispuesto a solucionar cualquier problema que surgiera…
Te echamos de menos José Luis, pero como creemos que la muerte no es el final, sé que nos volveremos a encontrar. Hasta entonces te mandamos un abrazo, muy fuerte.


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