Pablo Arán Martín
Alumno del Practicum de Psicología en el Teléfono de la Esperanza
Seguro
que en más de alguna ocasión has necesitado un pequeño empujón. Que te animen,
que crean en ti, que te digan que confían en ti, que eres capaz de hacerlo.
Todos necesitamos que nos lo hagan alguna vez, ya sea por haber terminado un trabajo
al que le dedicamos mucho esfuerzo, o por cuestiones más cotidianas que en
nuestro día a día nos encontramos y actuamos como mejor sabemos.
Ahora
imagina que la persona que tienes a tu lado, tu pareja, tu amigo, un familiar, o
un compañero de trabajo, no para de decirte cosas como: “no creo que puedas
hacerlo”, “seguro que acaba saliendo mal”, “vas a hacer el ridículo”, “lo
normal es que no lo consigas”.
¿Cómo
te sentirías si esa persona con la que compartes tu vida te tratara de ese modo?
Tener a alguien así a nuestro lado acaba por hacernos mucho daño, y con el
tiempo, consigue que tengamos una baja autoestima. Cuando oímos repetidamente
estas frases negativas acabamos por creérnoslas, de la misma forma que una
mentira que se repite mil veces acaba convirtiéndose en una verdad.
Es
evidente que una persona que nos habla siempre así es injusta y nos perjudica.
Pero más allá del problema de convivir con alguien así, peor aún es vivir con
esa voz interior que nos repite constantemente estas palabras negativas. Esa
voz interior que forma parte de nosotros y que nos preocupa por todo, nos
produce miedos infundados, que sólo ve los errores que cometemos, que sólo nos
recuerda los fracasos que tuvimos en el pasado, y nos advierte de los peligros
que pueden venir en el futuro.
Esa
voz es nuestra, somos nosotros mismos lo que nos hablamos así, y puede que
después de tantos años acompañándonos ya ni nos demos cuenta de ella. Tan sólo
la dejemos hablar ahí, dentro de nosotros, en nuestra cabeza, como una música
que se repite y que nos impide avanzar.
Por
eso es importante que nos paremos a pensar en cómo es nuestra voz. Si es
positiva, si confía en nosotros, si nos apoya en los momentos difíciles, si nos
ayuda a seguir creciendo; o si por el contrario es una voz negativa, injusta.
Porque cuando seas tú quien te hables así, debes ser capaz de enfrentarte a
ella, de contestarle y decirle que eso no es cierto, que no tiene por qué
hablarte de esa manera.
Evita
ser catastrofista. No te preocupes tanto por la opinión de los demás. No
generalices en exceso, la vida está llena de matices. No seas victimista, ni
pienses cosas como “siempre me pasa lo malo a mí”. No te preocupes en exceso
del futuro, vive el presente, preocúpate por los problemas cotidianos y
alégrate por todo aquello que acabas resolviendo.
Una
vez que lo hagas conseguirás que esa voz se vaya apagando poco a poco, y que termine
por marcharse. Y entonces volverás a escuchar tu verdadera voz interior,
aquella que hace mucho tiempo que dejaste de oír ahí adentro, esa que te
permite enfrentarte a los problemas y que te ayuda en los momentos difíciles.
Porque no hay mayor apoyo que el que nos damos a nosotros mismos.
2 comentarios:
Holita, mi nombre es Isabel, vine a parar a este artículo en busca de ayuda, no hay teléfono de la esperanza para Canarias, de donde soy yo, y es por eso por lo que aleatoriamente acabé en esta entrada. Lo cierto es que no sé donde conseguir ayuda, estoy asistiendo a consultas en salud mental por mi situación de autoestima, trastornos obsesivos de ansiedad, secuela de bulimia y maltrato además de en ocasiones unas ganas intensas de morir creyendo solucionar así la vida de la gente. He llegado a mi límite, salud mental no me está ofreciendo toda la ayuda que creo necesitar y no tengo dinero para pagar consulta a particulares.. solo quiero un consejo: ¿qué institución en Las Palmas me podría atender?
Buenas tardes. El Teléfono de la Esperanza si está en Canarias.
Aquí tienes los teléfonos en los que te podrán atender nuestros orientadores de forma gratuita, anónima y confidencial. También te dejamos las direcciones de nuestras sedes. Saludos.
Las Palmas: 928/334050 (C/ Mesa de León,4)
Santa Cruz de Tenerife 922/334050 (Villalba Hervás, 9)
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