Yamal Nasr Allah Foto: Néstor Cenizo |
Yamal Nasr Allah acaba de cumplir 18 años y tiene, como muchos adolescentes, un ilusionante proyecto de vida. Quiere ser corredor de atletismo. Espoleado por su inesperado segundo puesto en la IV Carrera Africana, una prueba de 50 kilómetros celebrada en Melilla, solo quiere entrenar y correr. Esa carrera le ha abierto la puerta de un futuro digno como persona dándole un vuelco a su vida. Hace solo unos meses era un niño de la calle en Melilla, uno de tantos que mendiga, duerme donde puede y espera la ocasión de colarse en los bajos de un camión o en un rincón del barco que cruza el Estrecho de Gibraltar para conquistar su paraíso. Ahora, gracias al apoyo del club Runner´s Team y las autoridades vive en una residencia para estudiantes. Yamal corrió para abandonar Marruecos, donde quedaron una abuela y un hermano, como única familia, corrió y se escondió en el Puerto de Melilla y finalmente corrió en la playa donde pasó sus días. Ha ganado la carrera contra la marginalidad y la soledad. Sin embargo, su periplo vital es solo la punta del iceberg de un grave problema social, el de los llamados MENA (Menores no Acompañados) que son tutelados por las autoridades en centros para menores en Melilla y Ceuta, pero al cumplir la mayoría de edad quedan en las calles. Son decenas de adolescentes abandonados a su suerte en una especie de limbo. No quieren volver a Marruecos, pero tampoco pueden saltar a Europa.
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