Maria José Velasco / Foto: www.malagahoy.es |
María José Velasco, una mujer de barrio, a la que todos llaman 'La Mari', protagoniza hoy esta sección por sembrar esperanza entre decenas de familias de su barriada malagueña, Nuevo San Andrés, repartiendo frutas y verduras entre los más necesitados.
María es un ejemplo con su propia vida por ser una más de las cientos de miles de personas desalojadas de sus casas.
¿La razón? Elegir la segunda opción en una despiadada oferta de supervivencia extendida en los últimos años: "Tenía que elegir entre pagar el piso o comer".
La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) cifra en 500.000 las familias españolas que quedaron en la calle entre 2008 y mayo de 2014. María, casada, desempleada como su marido, y con 5 hijos, fue desahuciada por un banco en 2011. Sobrevivían con una ayuda de 426 euros y decidió pedir frutas y verduras a los comerciantes de Mercamálaga, que le entregaban con frecuencia productos 'con tara', esto es, que tienen pequeños defectos, sobre todo de cara a la imagen, pero están en buen estado. "Era tanta la comida que recibía, que tenía que repartirla a los conocidos del barrio".
Cuatro años después, María sigue repartiendo comida entre sus convecinos desempleados, desahuciados o simplemente pobres porque hoy se puede ser pobre cobrando un sueldo mensual. Ellos no tienen palabras para agradecer la entrega de su gran corazón y cuentan y no paran en el diario Málaga Hoy sobre ese rayo de luz que les ha llegado a la barriada. Algunos se han unido a esta samaritana del siglo XXI y la acompañan con sus coches para recoger las donaciones de los comerciantes. Comparten gasolina, impulsan la asociación Ayuda Humanitaria Familiar (AHF) y buscan un local para establecerse.
No sé si la economía ya genera brotes verdes, lo que si crecen y se multiplican como amapolas en primavera son los brotes de solidaridad. Estamos en el final de una etapa devastadora en la que el sistema político-económico ha lanzado a la exclusión social o a sus bordes a varios millones de personas. Recompone los excesos y abusos provocados por el despilfarro, la corrupción y la evasión fiscal a gran escala mediante ajustes que pagan los de abajo para poder seguir adelante. Los brotes de solidaridad son como alertas de que algo nuevo está surgiendo o pugna por nacer. Son rayos de luz que sostienen la supervivencia de muchos, pero también señales a tener en cuenta para la construcción de una economía de y para todos impulsada desde una política al servicio de la gente. ¿Serán capaces de interpretar las señales y aplicar soluciones los nuevos políticos de los próximos años?
¿La razón? Elegir la segunda opción en una despiadada oferta de supervivencia extendida en los últimos años: "Tenía que elegir entre pagar el piso o comer".
La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) cifra en 500.000 las familias españolas que quedaron en la calle entre 2008 y mayo de 2014. María, casada, desempleada como su marido, y con 5 hijos, fue desahuciada por un banco en 2011. Sobrevivían con una ayuda de 426 euros y decidió pedir frutas y verduras a los comerciantes de Mercamálaga, que le entregaban con frecuencia productos 'con tara', esto es, que tienen pequeños defectos, sobre todo de cara a la imagen, pero están en buen estado. "Era tanta la comida que recibía, que tenía que repartirla a los conocidos del barrio".
Cuatro años después, María sigue repartiendo comida entre sus convecinos desempleados, desahuciados o simplemente pobres porque hoy se puede ser pobre cobrando un sueldo mensual. Ellos no tienen palabras para agradecer la entrega de su gran corazón y cuentan y no paran en el diario Málaga Hoy sobre ese rayo de luz que les ha llegado a la barriada. Algunos se han unido a esta samaritana del siglo XXI y la acompañan con sus coches para recoger las donaciones de los comerciantes. Comparten gasolina, impulsan la asociación Ayuda Humanitaria Familiar (AHF) y buscan un local para establecerse.
No sé si la economía ya genera brotes verdes, lo que si crecen y se multiplican como amapolas en primavera son los brotes de solidaridad. Estamos en el final de una etapa devastadora en la que el sistema político-económico ha lanzado a la exclusión social o a sus bordes a varios millones de personas. Recompone los excesos y abusos provocados por el despilfarro, la corrupción y la evasión fiscal a gran escala mediante ajustes que pagan los de abajo para poder seguir adelante. Los brotes de solidaridad son como alertas de que algo nuevo está surgiendo o pugna por nacer. Son rayos de luz que sostienen la supervivencia de muchos, pero también señales a tener en cuenta para la construcción de una economía de y para todos impulsada desde una política al servicio de la gente. ¿Serán capaces de interpretar las señales y aplicar soluciones los nuevos políticos de los próximos años?
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