Un grupo de mayores de 65 años acabó la semana pasada el Taller 'Caminando hacia una soledad sana', que llevamos a cabo en colaboración con el Ayuntamiento de Málaga, en el que han estado participando durante cinco semanas. Llegaron con sus vidas alteradas por las exigencias de prevención y distanciamiento social provocadas por la pandemia. "Venían con miedo a salir y también a hablar de sus cosas", cuenta Luisa Delgado, la psicóloga de nuestra asociación que ha coordinado el taller.
Todos hemos pasado miedo en algún momento de la larga crisis sanitaria que vivimos y, probablemente, muchos saben que hay que hacer para mantener el equilibrio ante tantos problemas presentes e incertidumbres de futuro, pero se hace necesario compartir con otros los sentimientos y emociones para ponerles nombre, abordarlas y comenzar a ver la luz cuando la soledad, la ansiedad o el aislamiento aprietan con fuerza. "Mi objetivo ha sido crear un ambiente cálido y agradable para que ellos pudieran hablar de temas de los que nadie nos gusta hablar. Aquí más que teorías, lo que hacemos es poner las cosas sobre la mesa", dice Luisa Delgado.
El grupo llegó a enganchar cada jueves por la tarde a diez u once personas. Finalmente, el segundo jueves de octubre, cerraron el ciclo seis personas. Un círculo pequeño, casi íntimo, donde todos pudieron expresar como viven lo que hay detrás de la palabra miedo y descartar que sean unos 'bichos raros' ese mensaje tan frecuente de las personas cuando tenemos un problema al que no paramos de darle vueltas, pero no lo compartimos con nadie. "Se han abierto mucho a contar lo que le pasaba a cada uno de ellos y han creado amistades. El grupo ha funcionado con comodidad".
"Me cuesta mucho hablar en público, aquí he podido abrir una ventanita y me ha venido muy bien. Me gustó mucho desde el primer día y me ayudó la frase que dijo Rafael: 'sin expectativas". Fátima, enfermera jubilada de 72 años, vive sola con el recuerdo presente de su hijo fallecido hace 9 años, algo aún reciente para ella. Tiene dos hijas y dos nietos con los cuales ha podido mantener la relación gracias a las videoconferencias. En aquellos meses de encierro y soledad también hizo cursos online. Adaptó su vida al cambio tan duro que se produjo y siguió adelante, pero estaba encerrada "y llegó un momento que me di cuenta de que tenía que salir. María (otra de las participantes en el taller), me aviso y aquí estoy. Encontró un ambiente cercano. "A mi me atraen las personas sencillas y humildes. Chapó por Luisa".
María, de 73 años, la amiga de Fátima, también es enfermera jubilada. Lleva más de veinte años divorciada, pero hace tres años una de sus tres hijas, la que vivía con ella, dejo de se marchó. Le atrajo el título del taller, 'Caminando hacia una soledad sana', y se inscribió. "En la pandemia lo he llevado más o menos bien, pero no se que puede pasar si dejo de hacer las actividades que hago o como voy a reaccionar si no puede valerme sola", explica.
La relación con los compañeros ha sido buena y cree que la coordinadora "es encantadora. Escucha a todo el mundo y saber interpretar y transmitir lo que nosotros no sabemos decir bien. Hemos estado muy a gusto". Después del taller se plantea dos objetivos para su día a día; trabajar más sobre la empatía, esa capacidad que todos tenemos de ponernos en la piel de los demás, y no pensar tanto en el pasado.
Rafael, de 65 años de edad, desmiente con la expresión de sus sentimientos y la paciencia que transmite al hablar de si mismo, la tendencia extendida entre los hombres a no hablar de cuestiones emocionales. Cuando tiene que hablar de lo que le pasa por la cabeza o el corazón se sabe la teoría, como el mismo dice, pero necesitaba compartirlo con otros. Es una persona muy activa, que llevaba una vida con espacios para ir a clase, a un taller de madera, hacer senderismo y socializar en las redes sociales. La pandemia fue como un mazazo inesperado. Repentinamente tuvo que rehacer su vida y confiesa que "leer un libro está bien, ver la tele también, pero necesitaba hablar con otras personas, ver que lo mío era malo, pero otros también están pasando un momento puñetero". Durante los meses duros del confinamiento y las olas posteriores de la pandemia "echaba mano del teléfono, Internet y las redes sociales. Hablaba cuatro o cinco horas al día por teléfono porque lo necesitaba".
El taller le ha servido para constatar que "no soy un bicho raro porque muchos de mis sentimientos y sensaciones son compartidos. Los que estamos aquí estamos intentando recoger herramientas para socializar un poquito mejor. Para mi lo que tiene más valor es ver como una persona habla de un problema similar".
Rafael le ha sacado partido a su aprendizaje de forma práctica porque ha detectado a que le tiene miedo en la actualidad después de haberse vacunado y completar el taller. "Me considero capaz e independiente, pero tengo miedo al miedo, pienso en como serán las cosas dentro de 15 años", revela. El concepto de asertividad, esto es, la habilidad de una persona para dejar claras sus necesidades e intereses y saber decir no a lo que le puede perjudicar, ha sido para Rafael otra de las claves del taller. "El taller me aporta otra visión de la asertividad, cuando se es asertivo y cuando no".
El impacto de la muerte de una hija hace solo cuatro meses y medio fue el motivo por el que Carmen, viuda de 70 años, se decidió a hacer el taller, "Julia, la vicepresidenta del Teléfono de la Esperanza, me lo recomendó y me ha gustado mucho". La muerte de su hija la llevo al duelo y la soledad porque vivían juntas. Un aspecto que le ha sido muy útil del aprendizaje en grupo es liberarse de los auto-reproches. "He visto a otras personas con el mismo problema de hacerse reproches".
El año 2020 fue especialmente intenso para Ángeles, divorciada de 66 años, en acontecimientos personales duros. Además de hacer frente a las limitaciones de la vida en la pandemia, se rompió su relación de pareja y quedó con el 'nido' vacío, como ella misma explica gráficamente. Uno de sus tres hijos "iba y venía" y finalmente se independizó completamente. Durante muchos años trabajó en Telefónica y pensaba que "nunca se me caía la casa encima, pero ahora me he visto sola por primera vez en mi vida porque desde pequeña he estado muy acompañada. Somos muchos de familia y no recuerdo haberme visto sola nunca".
El taller ha supuesto un antes y un después en el concepto que tiene sobre la vejez. "No soy joven para trabajar, ni para muchas cosas, pero no me veo vieja. Y aquí he visto con otras personas que no soy un bicho raro".
Elvira, tiene 70 años y es viuda desde hace cuatro. Comenta que es muy activa porque dedica todas las mañanas a pasear en su bicicleta o nadar en la playa, pero la crisis sanitaria la ha empujado a encerrarse en la casa por las tardes. "No hacia nada y a mi las redes sociales nunca me han interesado. Mi hija, que había colaborado en el Teléfono de la Esperanza, me apuntó a este taller y estoy muy contenta, ha sido una cosa muy positiva. He conocido a gente estupenda y, a veces, salimos a tomar una cervecita".
3 comentarios:
Mi enhorabuena a todos por tener fuerza para seguir adelante y por ser capaces de dar el paso para hacer el taller.
Hace 4 años gracias al Teléfono de la Esperanza, a Leli como psicóloga que nos guió con tanto amor, y a tanta ayuda, pude seguir encaminando una vida que nos dio un golpe terrible.
Muchas gracias al Teléfono por existir.
Excelente trabajo.
Excelente trabajo. Son unos pioneros valientes
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